
Este año, el mes sagrado musulmán de Ramadán presentó un nuevo contexto: el de virtualidad y aislamiento social a causa de la pandemia de la Enfermedad Coronavirus 2019 (Coronavirus Disease 2019, Covid-19).
La suspensión del Hajj (peregrinación mayor) a La Meca -la principal entre las ciudades sagradas del Islam, ubicada en el occidente de Arabia Saudita-, y, por lo tanto, de la oración presencial en la mezquita Masyid al-Haram -en cuyo interior está la Kaaba (la casa de Dios)- fue anunciada, al inicio de abril, por el gobierno de ese país árabe.
La peregrinación -uno de los cinco pilares de fe, junto con la profesión de fe, la oración, el zakat (componente de la riqueza personal para ayudar a los pobres), y el ayuno- es realizada anualmente, por millones de creyentes, hacia esa ciudad.
La Meca -adonde, el año pasado, llegaron casi 2.5 millones peregrinos- es, además, la ciudad donde nació el profeta Mahoma (570-632), considerado como el fundador del Islam.
El cierre de mezquitas, en Arabia Saudita, en el marco del aislamiento social -la necesaria medida preventiva aplicada en la mayoría de países afectados por la Covid-19-, determinó que, este año, la oración, durante los días de Ramadán -el noveno mes del calendario islámico, caracterizado por el ayuno, la oración, la reflexión, y la comunidad-, fuese virtual.
Sin embargo, esta nueva realidad coyuntural no resultó novedosa para las mujeres, precisó, en un artículo analítico publicado el 22 de mayo, Anna Píela, académica especializada en Estudios Religiosos y Género, quien estudia la situación de mujeres musulmanas en países con mayorías poblacionales no musulmanas.
“Para la mayoría de los 1.8 millones de musulmanes a nivel mundial, el sagrado mes de Ramadán ha trascurrido en aislamiento, este año, con las mezquitas cerradas y las comidas comunitarias canceladas debido al coronavirus”, escribió, en el artículo publicado por The Conversation, periódico independiente, de análisis y opinión, fundado en 2011 en Australia.
“El culto colectivo es una parte importante de la tradición islámica”, y “durante del Ramadán (…) aquellos quienes están en condiciones de ayunar desde antes del amanecer hasta el anochecer, oran y rompen el ayuno con comidas celebratorias denominadas iftars”, agregó, en el texto publicado el 22 de mayo.
De modo que, “para muchos en la fe, el cambio de Ramadán en persona a en línea, ha sido difícil”, indicó, para precisar, a continuación, que, “para otros musulmanes, sin embargo, el acceso a las mezquitas era limitado desde bastante antes de la pandemia”.
Tal es el caso de la población femenina de esa fe religiosa, planteó, en el artículo que tituló “Las mujeres musulmanas observan Ramadán bajo encierro -y algunas dicen que estar metidas en casa para la celebración no es nada nuevo-“ (“Muslim women observe Ramadan under lockdown – and some say being stuck at home for the holiday is nothing new”).
“Las mujeres, frecuentemente, oran en áreas separadas -y, los críticos dicen, desiguales- en mezquitas, y algunas encuentran que las obligaciones del cuidado de los niños, y el cocinar, típicamente las mantienen en el hogar durante las festividades”, siguió relatando.
Por lo tanto, “para estas mujeres, el ‘Ramadán remoto’ puede no salirse de lo habitual”, reflexionó.
Piela explicó que, en el marco de su trabajo de estudio de musulmanas en países donde los fieles al Islam son minoría, decidió investigar las experiencias de esas mujeres en el contexto del Ramadán celebrado casi enteramente en casa.
Relató que, para ello, y en colaboración con su colega Joanna Krotofil -quien también estudia género e Islam-, creó una encuesta sobre prácticas y ritos religiosos, autocuidado, relaciones con familiares y amigos, y actividades en línea en este Ramadán.
La encuesta fue distribuida, entre mujeres musulmanas, en redes sociales y en las redes profesionales de ambas académicas, agregó, sin precisar fechas.
“Recibimos 38 respuestas, de mujeres cuyas edades van de 22 a 57 años, y representan diversas tradiciones islámicas -Suni, Shía, Sufi, Ortodoxa, entre otras-“, informó.
“Algunas sintieron que el social durante la festividad fue completamente familiar”, indicó la académica, quien expresó que una mujer comentó que, habitualmente, estaba “demasiado ocupada trabajando y con una familia numerosa como para involucrarse en la más amplia comunidad musulmana”.
Y otra, aseguró que “no mucho ha cambiado”, agregando -respecto a la ausencia de espacio adecuado a mujeres, en numerosos templos, y a la escasa presencia femenina en posiciones de liderazgo- que, “en general, no asisto a la mezquita, debido que allí me siento constreñida, como ciudadana de segunda clase”.
Piela escribió que, en tal contexto, “encontramos que muchas recibieron con beneplácito el alejamiento a partir del culto y los servicios tradicionales”, y agregó que “la repentina proliferación de actividades virtuales genera más oportunidades de participación”.
Eso incluye a creyentes discapacitadas, lo mismo que a integrantes de la comunidad sexualmente diversa, indicó.
En el primer caso, debido a la imposibilidad o a la dificultad para desplazarse, y, en el segundo, a causa de discriminación.
“Frecuentemente, no puedo asistir debido a la discapacidad”, indicó una mujer, quien agregó que, “ahora, que todo es en línea, es genial”.
Por su parte, una musulmana transgénero lamentó la discriminación de la cual su sector poblacional diverso es objeto.
“Desafortunadamente, nunca he tenido ningún tipo de comunidad física de la cual ser parte, porque soy transgénero”, explicó, para agregar que “(estar) en línea es el único medio para, realmente, conectarme con la comunidad musulmana”.
Frente a ello, han surgido iniciativas para, en el marco del aislamiento social, crear, en Estados Unidos, una comunidad digital inclusiva, informó Piela.
“Una participante (en la encuesta) dijo que cuando la pandemia golpeó, ella creó una ‘mezquita virtual’ para otras musulmanas homosexuales, ofreciendo oración diaria, lectura del Corán (libro sagrado del Islam), y clases”, agregó.
Simultáneamente, “la iniciativa #inclusiveAzaan, comenzada por el grupo Incitadoras Feministas Islámicas de Norteamérica (Feminist Islamic Troublemakers of North America), está difundiendo el Azaan o Adhna -el llamado islámico a orar- formulado por mujeres trans, mujeres homosexuales, musulmanes conversos, y comunicadores en Lenguaje de Señas Estadounidense (American Sign Language)”, precisó, a continuación.
“Sin embargo, para las mujeres musulmanas comprometidas con sus comunidades de fe, la celebración del Ramadán durante una pandemia ha sido frustrante”, escribió, y pasó a citar a una de ellas.
Otra creyente, aseguró que, este año, la conmemoración “no se siente, realmente, como Ramadán”, además de señalar, respecto a lo que había planificado para este mes, que ha “repensado todo lo que queremos hacer -y si es posible- durante este tiempo que cuarentena”.
En cuanto a los resultados de la encuesta, Piela indicó que, si bien el muestreo cubrió a un reducido sector del islamismo, representa las diferentes percepciones que existen, a nivel de la fe, en cuanto a las mujeres.
“La amplia gama de las visiones expresadas por mujeres tiene sentido”, ya que “el Islam es la segunda mayor religión del mundo, y los musulmanes son la mayoría de la población en 49 países con variadas normas culturales”, escribió.
“Nuestra encuesta captura apenas una pequeña muestra de esta población, pero revela las divergentes interpretaciones, de las comunidades musulmanas, sobre las prescripciones islámicas sobre las mujeres y las relaciones de género”, señaló, a continuación.
Y planteó que, “si hay un hilo conductor, en los datos, es que la perspectiva de una mujer, sobre el ‘Ramadán remoto’, depende, en gran medida, en su participación pública, en la fe, durante tiempos normales”.