Por Hilda Quesada Marín
Emprendedora

Desde hace 20 años trabajo en mi propio negocio de confección de chocolates artesanales. Mi micro empresa se encuentra en la cocina de mi casa, pero no soy del grupo de los “informales”. La Dulcitta está debidamente registrada en Tributación Directa, tengo permiso sanitario y pago impuestos.

Inmediatamente implementaron las restricciones debido al coronavirus, mi empresa sufrió una importante baja en ventas. Lógico, ¿Quién quiere y puede comprar chocolates artesanales, cuando se les ha reducido la mitad de la jornada laboral o peor aún, lo han despedido de su trabajo?, pero pensé que podía beneficiarme de todas las buenas medidas que anunció el Gobierno para los afectados.

Mi primer golpe fue ir a solicitar subsidio  del consumo de electricidad a la Compañía Nacional de Fuerza y Luz y para mi sorpresa me dijeron que no se aplicada a los pequeños negocios, sino a los grandes. No lo entendí porque la lógica me dice que los “grandes” pueden pagar y a los pequeños se nos hace más difícil.

La segunda sacudida fue llamar a una institución financiera para solicitar un crédito, para la compra de materia prima, entusiasmada por los 900 mil millones de Banca de Desarrollo que dijo Casa Presidencial que había disponibles para las mipymes. Tras muchos intentos de llamadas telefónicas, cuando me respondieron, me informaron que no tenían dinero. No entendí si nunca hubo dinero o si se agotó, pero la respuesta fue contundente: “no tenemos fondos de Banca de Desarrollo para créditos”.

El tercer leñazo fue el anuncio del cierre de los comercios el fin de semana, en el cual se celebró el Día Del Padre. Este era una ocasión especial para lograr un alza en las ventas, llevando mi producto a la Feria del Agricultor y a otros puntos de ventas que me han apoyado, pero por culpa de unas cuantas personas, pagamos todas las mipymes y el comercio en general.

Y la cuarta patada fue cuando acudí a Emprendimientos Productivos del IMAS, a intentar solicitar ayuda para el financiamiento de materia prima y de infraestructura productiva, y no respondieron nunca el teléfono de consultas, ni tampoco pude hacer citas para que estudiaran mi caso.

Con los 125 mil colones que recibí del Bono Proteger pagué dos meses de luz (63 mil colones) y agua (20 mil colones). Los restantes 42 mil colones los invertí en mis chocolates e innovación con otros productos, con la ilusión de reponerme un poco de la dura situación causada por la pandemia, pero todo se tronchó con el anuncio del Ministro de Salud del cierre de todos los comercios, excepto las farmacias y los supermercados.

Llegaron a mi mente muchas preguntas  ¿Por qué no aplicaron este tipo de restricción con tiempo para evitar que muchos como yo invirtiéramos en vano lo poco que teníamos?, ¿Por qué debo pagar las consecuencias de los irresponsables?, ¿Por qué no abrir cuando los pequeños empresarios hemos hecho un gran esfuerzo para cumplir con las normas establecidas?

Finalmente agradecí a Dios que mis chocolates no se dañan rápidamente y que no los echaré al basurero como a otros, por ejemplo, los dueños de los restaurantes que supongo congelaron las carnes, pero desperdiciaron los vegetales y otros tipos de productos que no se pueden guardar ni en el congelador.

En esta semana nuevamente el Ministerio de Salud y el de Seguridad anunció cierres y restricciones en el GAM, y otra vez no podemos salir a trabajar, no podemos producir y hay menos dinero en la calle para comprar mis productos y los de muchas otras mipymes como la mía.

El bono proteger a unos nos llegó una sola vez, a otros no les llegó, así que lo que nos queda es que el Gobierno nos deje producir y trabajar para ganarnos la vida con dignidad. Si nos impide producir, y si no nos brindan apoyo inmediato y frecuente mientras exista esta pandemia,  entonces ¿cómo vamos a poder vivir?

Los emprendedores necesitamos ayuda, pero también trabajo. Seguiremos tocando puertas hasta que una se abra, porque ningún Gobierno ni nadie  debilitará nuestro espíritu de lucha.