En forma consciente e inconsciente en la vida cotidiana, muchas mujeres adoptan y promueven conductas machistas.

Según el diccionario de la lengua española, machismo es la “actitud de prepotencia de los varones respecto de las mujeres”, sin embargo, el machismo no sólo es ejercido por los hombres, y muchas mujeres son responsables de este comportamiento, arrastrando patrones de conducta que transmiten a otras generaciones.

Para Victoria Sau, escritora del Diccionario Ideológico Feminista, el machismo es «un sistema social en el cual hombres y mujeres forman dos grupos desiguales. Cada grupo constituye un género (o femenino o masculino) polar y complementario del otro y ambos están jerárquicamente organizados de tal manera que los hombres son quienes detentan el poder y las mujeres son subordinadas. Esta jerarquía es causa y consecuencia de la valoración que se hace de las características asignadas a cada género y las capacidades que estas confieren a cada uno”.

En forma consciente e inconsciente en la vida cotidiana, muchas mujeres adoptan y promueven conductas machistas, desde servir primero la comida a los varones, ofenderse si él no paga la cuenta, decirle al hijo varón que no lave los platos (porque eso le toca a la hermana), y a la niña no permitirle jugar con carritos porque le sale “marimacha”, comentar “como quieren que la respete si viste de esa forma”, decirle zorra a la mujer de conducta liberal y hasta fingir orgasmos para que su compañero esté contento, aunque ella no esté satisfecha.

En los “guiones” sociales pre establecidos aspirar a que un hombre “mantenga” a una mujer, es aceptable y hasta deseado por algunas madres, mientras que un hombre mantenido por una mujer es considerado un “chulo”, totalmente detestable. El hombre debe ser fuerte, inhibiendo sus sentimientos y la mujer “conquistarlo con sus dotes femeninos”.

Ser líder, emprendedora  y ambiciosa para muchas madres es incompatible con la abnegación, sumisión y docilidad que presuntamente trae consigo el matrimonio y la maternidad. Para muchas mujeres, ella debe obedecer al hombre, aunque no tenga la razón porque es el jefe de la casa. Y así comienza la perpetuidad del machismo, que conlleva a la inequidad social y económica.

Si para personas como Rosa Beltrán, autora del libro Amores que Matan, «Las mujeres que viven en sociedades machistas, también son machistas», entonces ¿Cómo modificar esa conducta para contar con mujeres orgullosas de su femineidad y hombres de su masculinidad sin caer en el machismo? Requiere auto análisis y especialmente de re educación, para que seamos personas con independencia emocional, consciente de lo que dicen sus palabras, avaladas por las acciones. La revisión de nuestros comentarios y comportamiento es un buen inicio.

Comentarios como “es una roba maridos”, “no sabe ni freír un huevo y quiere casarse”, “le hace falta un hombre para que se le quite el mal humor” y “seguramente tiene el puesto porque se acostó con el jefe”, siguen perpetuando el machismo reproduciéndolo generación tras generación.

Estamos a tiempo para reparar la gravedad de nuestros comentarios y acciones dentro del seno familiar y laboral. El primer paso es la voluntad de hacer el cambio.

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