Dos mujeres irrumpen exitosamente, de igual a igual, en un bastión masculino del militarismo estadounidense en el que marcan terreno.

En un acontecimiento sin precedente en la Escuela de Rangers del Ejército de Estados Unidos, dos mujeres agrietaron esquemas y marcaron terreno cuando se graduaron, tras haber cumplido, sin deferencia ni trato especial, las severas pruebas en el curso de más de dos meses en ese centro de entrenamiento militar de élite.

Las tenientes Kristen Griest y Shaye Haver –la primera, ascendida a capitana, durante la graduación de ambas- contribuyeron, así, a debilitar la barrera de género que mantenía la supremacía masculina en esa entidad de capacitación militar especializada en la cual, hasta ahora, no se aceptaba mujeres.

La cancha de ese modo marcada por ambas pioneras es, actualmente, campo de prueba para la tercera aspirante con posibilidad de obtener, al igual que las dos primeras graduadas, la insignia como ranger del ejército.

Mujeres en actividades militares

Mujeres actividades militares

La presencia de mujeres en actividades militares en Estados Unidos data del siglo 17, cuando se desarrolló la revolución derivada, en 1776, en la independencia de ese país.

Y la resistencia patriarcal a la participación femenina en actividades bélicas también se remonta a ese tiempo, ya que para desempeñarse en combate, las mujeres independentistas vestían como hombres, y asumían nombres masculinos, para ocultar su verdadera identidad.

La situación empezó a cambiar en el siglo 20, para la Primera Guerra Mundial    -también conocida como la Guerra Grande (1914-1918)- cuando la Marina de Estados Unidos y la Infantería de Marina permitieron la participación de mujeres en sus filas, habiendo registrado algo más de 12 mil, 400 de las cuales fallecieron.

En la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), aproximadamente 350 mil mujeres ingresaron a las fuerzas militares estadounidense, incluidas aproximadamente 70 mil enfermeras -unas 60 mil en el ejército, y alrededor de 14 mil en la marina-, algunas de las cuales fueron prisioneras de fuerzas enemigas.

Las mujeres siguieron abriendo brecha en el mundo militar de Estados Unidos, hasta actualmente ser un 15 por ciento del total de integrantes de las fuerzas armadas.

En el más reciente paso en el complejo camino de reivindicación de género, Griest y Haver se constituyeron, el 21 de agosto en referentes, para esa potencial colega y para mujeres en general, de que las barreras de género en cualquier orden, además de ser odiosas por discriminatorias, no tienen razón de ser y es posible derribarlas.

El restrictivo factor género

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Sin embargo, la prevaleciente concepción militar estadounidense respecto al papel de las mujeres en las fuerzas armadas, no les permite incorporarse al 75 Regimiento Ranger, la fuerza de élite que lleva a cabo operaciones especiales, incluidas acciones de asalto, para lo cual capacita la escuela.

El curso capacita a las tropas para operar, en unidades pequeñas, en diferentes tipos de terreno, incluidos bosque, montaña, y zonas pantanosas.

Entretanto, estructuras militares cerradas a las mujeres –como la escuela de comandos Seals de la marina norteamericana- empiezan a evaluar la posibilidad de seguir la ruta de la Escuela de Rangers, que desde enero de este año, y en calidad de plan piloto, abandonó el restrictivo factor de género.

Horrorizados con el logro de estas dos vanguardistas, los sectores tradicionalistas procuraron demeritar la hazaña, afirmando que seguramente la histórica rigurosidad extrema que caracteriza los estándares de exigencia del curso ranger fue menguada para facilitar la admisión de mujeres.

El planteamiento fue drásticamente desmentido durante su participación en la ceremonia de graduación, el 21 de agosto, por el general Austin Miller, quien comanda el Centro de Maniobras de Excelencia del Ejército de Estados Unidos –a su vez, un graduado, hace tres décadas, de la escuela-.

“Los estándares son exigentes, y los estándares no están cambiando”, de modo que “no todos los soldados van a pasar este curso”, aseguró Miller, el principal orador en la ceremonia de graduación.

Efectivamente, de los cuatrocientos soldados quienes iniciaron el curso, 117 –incluidas Griest y Haver, de un total de 19 mujeres- lo cumplieron exitosamente, haciéndose acreedores a lucir la codiciada insignia ranger.

Miller dijo que con la graduación sin precedente de ambas mujeres –a quienes describió como “físicamente y mentalmente muy capaces”-, “hemos demostrado que este no es un campo exclusivamente masculino”.

La capitana y la teniente llegaron al curso graduadas de la Academia Militar de West Point, en el nororiental estado de Nueva York, y aunque no pasaron de inicio la primera etapa del curso ranger, a diferencia de otros participantes, optaron por no abandonar.

Griest y Haver

Griest, nacida hace 26 años en el nororiental estado de Connecticut, se desempeña en la Policía Militar, mientras Haver, de 25 años y residente en el sureño estado de Texas, pilotea helicópteros modelo Apache.

Tiffany Myrick, una policía militar con grado de sargento, asesora de la Escuela Ranger, dijo, en declaraciones a medios estadounidenses, que Haver es la más expresiva de las dos, aunque Griest es fuerte.

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“Haver era la más intensa, era la más vocal, no tenía miedo de dar su opinión,” señaló Myrick, quien dijo de Griest que, “era más silenciosa, y viéndola, uno no pensaría que podía desempeñarse tan bien como lo hizo (…) silenciosa pero muy fuerte y muy humilde”.

“Haver se parecía más a mi personalidad: cuando quería que algo se hiciese, su actitud era: ‘hagámoslo’”, indicó.

“Cuando yo veía, a Haver, patrullando, cuando la veía gritando a los muchachos, que se pusieran en posición y avanzaran, me sonreía, porque eso es algo que yo haría o diría (…) ella ganó respeto y se destacó mucho, y eso también reflejó su estilo de liderazgo,” agregó.

“Griest (…) comandaba, pero hablaba de manera diferente,” señaló Myrick, en cuya opinión, “eso demuestra que se puede tener diferentes estilos de liderazgo, y tener éxito”.

“Griest fue más silenciosa, pero fue genial en planificación. Sus órdenes operativas eran muy precisas, no dejaba nada fuera”, algo que “me llamó la atención”, expresó.

“Durante los patrullajes, se la veía fuerte, era una buen integrante del equipo cuando dirigía un escuadrón, de modo que pensé que eso también se destacaba en ella”, agregó.

Las dos “impresionaban bastante”, aseguró Myrick, quien dijo que “no se destacaban por encima de los estudiantes varones” sino que, “sencillamente, se desempeñaban bien”, y “definitivamente, eran respetadas”.

Al inicio del curso de 62 días –el 20 de abril de este año-, “no se veían muy diferentes en realidad a los demás”, aunque, luego de su desempeño, “soldados, marineros, (militares) veteranos, y ciudadanos verán por siempre a Griest y a Haver de manera diferente”, aseguró.

“Lo supe, precisamente, por su desempeño”, expresó, para agregar que, en diferentes momentos del intenso entrenamiento, “mucha gente estaba como adolorida, pero ellas se veían fuertes. Lo que las hizo distinguirse fue su desempeño durante todas las actividades físicas”.

Dos compañeros de curso coincidieron, en declaraciones por separado, en señalar la fortaleza de ambas y su disposición a apoyar a otros participantes en las diferentes pruebas.

El teniente Zachary Hagner aseguró que su mente “cambió completamente” cuando en un ejercicio se sintió agotado, mientras cargaba una pesada ametralladora, y aunque solicitaba ayuda a otros soldados para seguir avanzando, no la obtenía.

“Nueve hombres dijeron que ‘estoy muy agotado, estoy muy cansado’”, relató Hagner, quien agregó que obtuvo apoyo de Griest.

“Ella estaba igualmente agotada y cansada, y la tomó (la ametralladora) casi que con entusiasmo”, agregó el teniente, quien aseguró que “pensé que estaba loca al hacer eso”.

El también teniente Michael Janowski dijo que el apoyo de Haver lo ayudó a superar similares dificultades.

“Sin perjuicio de lo dolorida que estuviese, ella siempre fue la primera voluntaria para cargar más peso,” aseguró Janowski, quien agregó que “le confiaría mi vida”.

Por su parte, Enrique Herrera, el primer instructor militar de Haver en West Point, dijo que durante un diálogo entre ambos, la joven lo sorprendió cuando “me dijo, directamente: ‘amo mi feminismo y amos vestirme elegantemente. Pero, además, soy dura’”.

Respecto a lo severo del entrenamiento en conferencia de prensa un día antes de su graduación, y acompañadas por algunos compañeros del curso, ambas indicaron la decisión de no abandonar, sin perjuicio de lo agresivo de las pruebas físicas.

“Yo, nunca pensé, realmente, que algo iba a ser demasiado difícil y que implicaría abandonar el curso,” dijo Griest.

“Haber considerado, seriamente, abandonar, en algún momento del curso?”, preguntó Haver, para confesar: “creo que estaría loca si dijera que no lo consideré. Pero la capacidad de ver a mi alrededor, a mis pares, y ver que estaban tan mal como yo, me mantuvo avanzando”.

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