Carmen Posadas, escritora uruguaya, comenta: “dos mujeres espías me dijeron que el mundo no es el teatro que vemos, sino la tramoya que está detrás”
Fascinada por el hábitat del espionaje, con el que tuvo contacto personal, la escritora uruguaya Carmen Posadas obtuvo, para su más reciente novela -en la que aborda el tema-, testimonio de dos mujeres dedicadas a esa actividad.
La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (Urss) (1922-1991) fue, durante la Guerra Fría (1947-1991), un lugar donde la obtención secreta de información -principalmente política y militar-, y se constituyó en el entorno en el cual Posadas conoció aspectos del modus operandi que caracteriza a ese tipo de tarea.
Al narrar, para el medio de comunicación español El Confidencial, su experiencia en la materia, la escritora reveló que, contrariamente a lo imaginado, el sistema de espionaje soviético no era tan invisible como se suponía.
Durante el período que, con su familia, residió en la Urss -donde su padre fue embajador de Uruguay-, fue testigo, entre otros hechos, de un intento, de la estructura de inteligencia soviética, por reclutar a su hermana, según las declaraciones que El Confidencial incluyó en la nota informativa que difundió el 12 de noviembre.
Respecto a su más reciente novela “Licencia para espiar”, señaló que “he tenido la suerte enorme de que, ahora, estos temas interesan”.
Para elaborar la narrativa, “me entrevisté con dos mujeres espías en activo”.
Ambas “me dijeron que ‘el mundo no es el teatro que vemos, sino la tramoya que está detrás’, dando a entender que son ellos, para bien o para mal, los que mueven los hilos”, agregó.
En cuanto a su atracción personal por el espionaje, la autora señaló que “siempre me ha fascinado ese mundo, anteriormente, con la Guerra Fría, y, ahora, con la guerra de Ucrania”.
Posadas hizo, en el segundo caso, al conflicto bélico estallado el 24 de febrero de este año, cuando Rusia invadió militarmente a la limítrofe Ucrania, que ha generado una de las mayores crisis humanitarias desde la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), a causa del masivo flujo de migrantes que está causando.
“El espionaje -peor o mejor- siempre ha funcionado, aunque algunas veces, como la época que viví en la Unión Soviética, era de risa: era una obsesión el espiar…nuestra casa estaba repleta de micrófonos”, precisó, para agregar que “era divertido buscar dónde estaban escondidos”, comentó.
“La verdad es que (a los agentes soviéticos de seguridad e inteligencia) les daba igual que lo descubriéramos, y eran tan chapuzas (poco cuidadosos), que, muchas veces, les escuchábamos a ellos”, siguió relatando.
“Las personas que trabajaban en casa, eran espías, pero tampoco les preocupaba que lo supiéramos”, agregó, a manera de ejemplo.
“Siempre me pregunté qué interés tenían en una embajada como la de Uruguay”, expresó, además de reflexionar, en tono de broma, que “quizá pensaban que había armas nucleares”.
La autora de seis ensayos, 14 novelas, y 24 libros de cuentos para niños, indicó que, en ese contexto, su hermana fue abordada, con la intención de reclutarla.
No obstante el entusiasmo inicial ante la posibilidad, rechazó la oferta, porque no colmó su expectativa, agregó.
“Mi hermana Rosa hablaba muy bien ruso, y recibió una oferta”, comenzó a detallar.
“Estaba encantada, porque le parecía muy glamuroso (atractivo)”, agregó.
“Sin embargo, cuando le explicaron en qué iba a consistir su misión -que era estar sentada, durante doce horas, delante de una mesa donde había una radio que emitía Radio Moscú (la emisora oficial de la Urss, que llevaba el nombre de la capital soviética y la actual capital de Rusia), declinó la petición”, señaló, a continuación.
Al abordar su hipotético desempeño como espía, Posadas dijo, de sí misma, que “habría sido pésima, porque soy muy despistada, y no tengo nada de sangre fría”.
No obstante su autoevaluación, la novelista planteó que las mujeres pueden ser mejores espías que los hombres.
“Se lo pregunté a mis espías, y me dijeron que las mujeres tenían cierta ventaja, porque pasaban más desapercibidas.”, indicó.
“En la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), hubo muchos casos de mujeres que pasaban información, desde Alemania, al Reino Unido, y de las que nunca se habría sospechado: eran amas de casa”, precisó.
Posadas aseguró que pudo, personalmente, comprobar esa capacidad.
“Lo viví personalmente cuando escribía el libro”, dijo.
“Había quedado, con una espía en (dialogar en ) una cafetería, y pensaba que la iba a reconocer enseguida”, expresó.
“Pues, de todas las personas que estaban allí, era la que menos me imaginaba”, admitió.
La novelista advirtió sobre el riesgo que presenta el actualizado espionaje mediante la constantemente modernizada herramienta electrónica -acceso a la red, aplicaciones telefónicas y de mensajería de texto, audio, e imagen-, lo que significa, para los usuarios, mantenerse al tanto de las actualizaciones.
“No podemos vivir de espaldas” a la realidad, ya que, con facilidad, “se puede hacer un perfil perfecto de nosotros”, advirtió.
“Pero vete a saber qué se hace con esa información, más adelante”, reflexionó.
En opinión de la escritora, “creo que estamos vendiendo nuestra alma al diablo, con WhatsApp, con las cookies”.