En Irán, una revolución de género tiene lugar, dentro una autollamada revolución religiosa: se consolida la resistencia pacífica al uso obligatorio del hijab
Los números de mujeres iraníes quienes se niegan a usar el velo religioso, están en ascenso.
La brutal represión lanzada contra las masivas manifestaciones callejeras estalladas en setiembre de 2022 -con saldo de aproximadamente 550 víctimas fatales, según versiones periodísticas-, ha reducido la magnitud de las protestas -inicialmente, contra la legislación sobre uso obligatorio del hijab (velo religioso femenino que cubre la cabeza y los hombros de quienes lo usan), ahora, contra la misógina dictadura teocrática iraní-.
La consigna «mujer, vida, libertad», lanzada en el inicio de las manifestaciones, mantiene su esencia, en la movilización -en aumento- de las opositoras no violentas quienes, sabedoras de los riesgos implícitos-, caminan, en vía pública, libres de esa prenda.
Al exponer aspectos del silencioso movimiento de resistencia, Pendar, de 51 años -una de las participantes-, explicó, a la organización no gubernamental internacional Human Rights Watch (HRW), que la iniciativa apunta a debilitar uno de los puntos centrales de apoyo del brutalmente represivo y misógino régimen denominado Revolución Islámica.
Instalada, en 1979, la dictadura teocrática es encabezada por un líder supremo
musulmán -actualmente, el ultraconservador ayatola (máximo sacerdote) Ali Khamenei-, la más alta autoridad gubernamental -con rango superior al presidente.
El régimen religioso fue constituido luego de que un proceso denominado Revolución Islámica (1978-1979) derrocó al monarca iraní, el sha (rey) Mohammad Reza Pahlavi -quien gobernó desde 1941 hasta 1979-, para instalar en el poder al ayatola Ruhollah Khomeini -quien estaba exiliado en Francia-.
La dictadura teocrática impuso, en 1983, la legislación que obliga, a las mujeres -y a las niñas, a partir de la edad de siete años-, a usar el hijab -velo religioso que cubre la cabeza, hasta los hombros, de quienes lo usan-.
Llevar incorrectamente puesto el hijab -o no llevarlo-, implica brutal castigo.
Tal es el caso de Mahsa (Jina) Amini, de 23 años, la iraní asesinada, el 16 de setiembre de 2022, luego de su detención, en Teherán, por efectivos de la Gasht-e Ershad (Policía Guía, o Policía Orientadora) -fuerza de seguridad de cumplimiento de la fe, popularmente conocida como “policía de la moral”-.
Los agentes involucrados en el arresto, la acusaron de haber violado la estricta Ley sobre Hijab y Castidad, al llevar inadecuadamente puesto el hijab, debido a que no le ocultaba, completamente, el cabello.
La aplicación de esa arbitraria y abusiva legislación es responsabilidad de la Sede para el Ordenamiento del Bien y la Prohibición del Mal -algo así un ministerio de la moral-, y la severidad en la aplicación de esa ley fue fortalecida, en agosto de 2022, mediante decreto firmado por el masivamente cuestionado presidente Iraní, Ebrahim Raisi.
El propósito específico del velo religioso es el de cubrir el cabello -que, de acuerdo con lo establecido por la costumbre musulmana, las mujeres mantienen largo-.
Según lo determinado por la dictadura, el hijab debe usarse ajustado a la cabeza, de modo que, no hacerlo, implica brutal sanción, ya que, entre otras disposiciones, el código penal vigente en Irán determina que las mujeres cometen un delito si, en público, aparecen sin el hijab.
El asesinato de Amini generó manifestaciones que, protagonizadas, inicialmente por mujeres, en reclamo de respeto a sus derechos, se han convertido en protestas, con participación, también de hombres, contra la dictadura.
En las declaraciones difundidas, el 8 de marzo, en su sitio en Internet, por HRW, la opositora iraní identificada solamente como Pendar, relató el origen del movimiento pacífico que integra.
“En septiembre (de 2022), nos uníamos a las protestas, cada vez que los grupos locales de Teherán convocaban una manifestación”, inició la narración.
“En una de esas protestas, fuimos a la plaza Tajrish (en el norte de Teherán), y fue terrible: las fuerzas de seguridad dispararon a todo el mundo, y detuvieron a la gente de forma muy violenta”, agregó.
“Ese día nos dimos cuenta de la importancia del hijab, para la República Islámica”, precisó.
Desde el punto de vista de la dictadura, “era algo más que ponerse un pañuelo: nos dimos cuenta de que el velo es la identidad de la República Islámica -por así decirlo, y decidimos, juntas, que dejaríamos de llevarlo”.
Pendar dijo que, en tal contexto, varias mujeres lanzaron la revolución no armada -aunque no por ello débil ni menos valiente-: “acordamos dar largos paseos, sin hijab, por las concurridas calles principales, donde solían producirse las protestas”.
“Los sábados y los miércoles eran, y siguen siendo, los días en que la gente se manifiesta, en Teherán”, de modo que “elegimos esos dos días, para nuestro plan, para poder unirnos a la protesta, si la había”, siguió detallando.
“Al principio, nos daba mucho miedo -y nos resultaba difícil-, pero decidimos hacerlo de todos modos, y aceptamos todas sus consecuencias”, agregó.
“A veces, pasábamos al lado de las fuerzas especiales -y teníamos mucho miedo-, pero seguíamos adelante”, aseguró, para puntualizar que, “al principio, la policía nos gritaba y nos decía que nos pusiéramos el velo”, sin embargo, sorprendentemente, al parecer, “poco a poco, se acostumbraron, y, ahora, ni siquiera nos dicen nada”.
Posiblemente la inusual actitud policial responda al hecho de que, en declaraciones que Khamenei formuló, al inicio de enero, en el sentido de que el uso del hijab es obligatorio, aunque también recomendó “no acusar, de irreligiosas y contrarrevolucionarias”, a las iraníes quienes no lo usan.
No obstante, la Fiscalía General formuló, algunos días después, a la fuerza policial, la advertencia de que es necesario “castigar, con firmeza”, toda violación a la legislación sobre el uso obligatorio del hijab, por tratarse de delitos, y destacó que tales faltas son castigadas con penas de prisión que van de 10 a dos meses.
Pendar señaló, asimismo, a HRW, que, “poco a poco, nos fuimos quitando los velos: al principio, nos los atábamos al cuello o a los hombros, pero, en invierno (que inicia en diciembre), ya nos los habíamos quitado del todo”.
“A veces, cuando hacía frío, llevábamos gorros, pero, entonces, nos dijimos que, en otros países, mucha gente no lleva gorros cuando hace frío, así que también dejamos de ponernos gorros en invierno”, indicó.
En cuanto a la receptividad de la población respecto al, movimiento de resistencia pacífica, aseguró que “la sociedad lo ha ido aceptando, poco a poco: ahora veo a muchas mujeres que salen a la calle sin el hijab”.
La activista iraní habló de que algunas personas consideran que la iniciativa del grupo de mujeres no es eficaz, que carece de impacto sociopolítico.
“Muchos de mis amigos me dicen que lo que hacemos es solo un paseo, que no es efectivo ni importante, que si queremos cambiar algo tenemos que ir a las manifestaciones”, indicó, además de, a continuación aclarar que “no comparo esta acción con la de la gente que está en primera línea de las protestas, aunque yo también he formado parte de ese grupo”.
“Veo el valor de manifestarse, pero también creo en la belleza y la importancia de nuestros paseos: hay perseverancia y resistencia, en este acto”, planteó.
“Hemos caminado más de cuatro horas, cada vez, sin hijab y sin gritar consignas”, subrayó, y, de inmediato, reflexionó que “esta continuidad es resistencia y es importante”.
“Ahora, ya se ve mucha gente sin el hijab, sobre todo, en los barrios cercanos a las universidades”, entorno en el cual “las jóvenes y las estudiantes muestran sus cabellos de todos los colores y cortes, y visten con estilo, obviamente en oposición a las normas de la República Islámica…así luchan: con decisión y belleza”, precisó. “También hay otro grupo de mujeres, de mi edad, que están quitándose el velo”.
Simultáneamente a la aprobación, “todavía hay gente que nos mira con desaprobación”, indicó.
“Mi lugar de trabajo está en un barrio relativamente religioso, y todavía hay algunas personas, sobre todo mujeres religiosas (…) que me miran mal, y con indignación, cuando me ven ir así al trabajo, pero a mí me da igual”, agregó, sin precisar su área laboral.
No obstante, la oposición conservadora, “el cambio en la sociedad es muy visible, sobre todo en las mujeres”, señaló, a manera de análisis de la dramática situación sociopolítica y de derechos humanos imperante en el país asiático.
“En parte, esto es así, porque, para ellas, es beneficioso -tras 40 años de represión- que, por fin, pueda haber un cambio y esperanza”.
Al señalar un gradual cambio a nivel social, Pendar dijo que, “ahora, cuando la gente viene a mi lugar de trabajo, ve que nadie lleva hijab”.
“Algunos se sorprenden y se sienten más cómodos con nosotras”, además de que, algunas mujeres, “incluso, dejan de llevar hijab”, dijo.
Al respecto, la revolucionaria iraní dijo que, “cuando veo que tengo este efecto, por pequeño que sea, me siento feliz y satisfecha”, y reflexionó que, “el hecho de que una persona pueda tener un impacto, aunque sea pequeño, es muy valioso para mí”.
Foto: SAAD EMRIS