En la década del 60 emergió  la “segunda ola” del feminismo que incidió en la discusión pública de la desigualdad de género en el trabajo, el rol de la mujer en la familia, la sexualidad y los derechos de las mujeres en la reproducción, como parte de las numerosas protestas de los jóvenes que criticaban más agudamente las acciones de sus gobernantes.

En Mayo del 1968 se desató en París la revuelta estudiantil y huelga general más grande de la historia de Francia, con importantes sucesos que se extendieron a muchos países del mundo, hasta llegar a  Argentina.

Fue en esos años de avanzada y lucha tenaz por los derechos de la mujer  que Joaquín Salvador Lavado Tejón, alias Quino, creó a Mafalda, con la claridad de que “tenía que ser una niña”.

En una entrevista a Quino, la periodista Agustina Rabaini le preguntó ¿por qué Mafalda nació mujer?, el respondió: “Cuando empecé a dibujarla, pensé en Mayo del 68 y dije: “Tiene que ser una nena”. ¿Y una nena que hiciera qué?  Mafalda tenía que preguntar lo mismo que yo me sigo preguntando cuando veo las noticias: ¿Por qué siguen destruyendo el planeta? Pero además, siempre lo he dicho, las nenas son más despiertas que los varones”.

Esta niña inocente -pero dotada de abundante sabiduría- en varias ocasiones cuestionó el rol de su madre, pues nunca estuvo de acuerdo que abandonara la universidad cuando se casó con su padre para convertirse en la típica ama de casa argentina de clase media de los años sesenta, que dedicaba la mayor parte de su tiempo a cocinar, lavar, planchar y hacer las compras.

En una de las tiras, Mafalda,  viendo trabajar incansablemente a su madre en los quehaceres domésticos le pregunta: “La capacidad para triunfar o fracasar en la vida ¿es hereditaria? De ahí su preocupación por superarse, de cuestionar todo, de estudiar y obtener un título para no reproducir la conducta de su madre, a quién ama, pero no entiende la razón de  su sacrificio.

Como feminista racional  Mafalda profundiza en el trabajo de la mujer reproduciendo en su mente las estampas comunes del trabajo doméstico como coser, limpiar  y tender ropa, y  con ingenuo cinismo declara: “Claro…lo malo es que la mujer en vez de jugar un papel, ha jugado un trapo en la historia de la humanidad”.

Pero su crítica aguda y doliente hacia la enajenación de la mujer a través del trabajo en la casa y su renuncia a la superación personal  asciende a la cúspide cuando en una de las viñetas la pequeña niña observa detenidamente a su mamá de espalda lavando ropa y le pregunta ¿qué te gustaría ser si vivieras?”.

Para Mafalda la labor de su madre es lo más parecido a la esclavitud, por lo tanto aquella mujer que dejó sus sueños por atender el hogar, que no estudió y que aceptó por imposición social convertirse en ama de casa, sencillamente “no vive”.

En otra viñeta, luego de que Mafalda observa los utensilios de limpieza del hogar debidamente acomodados, le pregunta a su madre ¿qué futuro le ve a ese movimiento por la liberación femenina de la mujer?, y a reglón seguido ella misma responde “Nada, olvídalo”, cuando ve a su madre en cuclillas trapeando el piso, con la ropa sucia y ajada, reconociendo  que la mujer que la engendró no tiene la menor idea de lo que significa “liberación femenina”.

Y así sucesivamente Mafalda, continua su reflexiva diatriba de pensamiento acerca de la desigualdad de la mujer, preguntándose “porque una mujer no puede llegar a Presidente de una nación” y  lamentándose porque “lo malo de la familia humana es que todos quieren ser el padre”, como forma de exteriorizar su desconformidad por la estructura patriarcal de la sociedad.

Bajo lo que pareciera ser chistes crueles o críticas indolentes de Mafalda, Quino manifiesta en forma genial su apoyo a la defensa de los derechos de la mujer desplegando “el absurdo de situaciones conocidas”, con el objetivo de que la sonrisa que provoca los pensamientos, preguntas y reclamos de esta cándida niña  se convierta en un medio de enfrentarse a la cruda realidad en la todavía  millones de mujeres viven.

mbatistapetra@gmail.com