El concepto tradicional de matrimonio, según la cultura patriarcal que impera en Afganistán -fortalecida con la reciente toma del poder por parte del movimiento fundamentalista islámico Talibán-, significa para mujeres -y niñas- una relación de servitud.
Sin embargo, un proceso de empoderamiento de género -sin perjuicio de lo extremadamente difícil que sea, en tal contexto-, puede marcar el inicio del cambio.
La posibilidad de lograr ese objetivo es parte de la visión presentada por Malala Yousafzai, defensora afgana de los derechos de la población femenina, en el artículo de opinión publicado, el 11 de noviembre, en la edición británica de Vogue, la revista estadounidense especializada en moda y estilo de vida, publicación de cobertura internacional.
Casada dos días antes, en la surcentral ciudad inglesa de Oxford -en cuya universidad se graduó, algo más de dos semanas después- Yousafzai se refirió, en el comentario, a la educación familiar que las niñas reciben, en el sentido de que el matrimonio es mejor, para ellas, que la vida independiente.
Convencida de que no se casaría en su juventud, Yousafzai, de 24 años, se ha desempeñado, desde su adolescencia, en la promoción del derecho, de niñas y adolescentes afganas, a la educación, activismo que llegó a poner, en serio riesgo, su vida.
A la edad de 15 años, fue blanco, en 2012, de un atentado talibán, a balazos, del que, siguiendo un complejo y prolongado proceso médico, en Europa, logró recuperarse.
Dos años después, se convirtió en la persona receptora más joven, hasta ahora, del Premio Nobel de la Paz -y de cualquiera de los galardones Nobel-.
“‘No quiero casarme, o, al menos, hasta que tenga 35 años,’ me escuché, a mí misma, lanzar esas palabras (…) muchas veces, durante los pasados años, cuando se me preguntaba sobre relaciones”, escribió Yousafzai, en el artículo de opinión que Vogue tituló “‘Encontré un mejor amigo y un comp0añero’: la boda de Malala en sus propias palabras” (“‘I Found A Best Friend And Companion’: Malala’s Wedding In Her Own Words”).
“Yo no estaba contra el matrimonio, pero estaba siendo cautelosa sobre su práctica”, aclaró, a continuación.
“Yo cuestionaba las raíces patriarcales de la institución, las concesiones que se espera que las mujeres hagan después de la boda, y cómo las leyes referidas a las relaciones son influenciadas por las normas culturales y la misoginia, en muchos rincones del mundo”, agregó.
También reveló que “yo temía perder mi condición humana, mi independencia, mi condición de mujer -mi solución era evitar casarme-“.
“No podía llamarme, a mí misma, feminista si no tuviese reservas”, expresó, para citar datos de la organización no gubernamental internacional Girls Not Brides (Niñas no novias), según los cuales, a nivel mundial, 12 millones de menores se casan anualmente.
“Para la mayoría de estas niñas, el matrimonio no es una sociedad gratificante: es servitud”, denunció.
“Al crecer en el norte de Paquistán, se enseñaba, a las niñas, que el matrimonio era un sustituto de una vida independiente”, comenzó a relatar.
“Si una no estudiaba, no conseguía un trabajo, ni construía un lugar para una misma, tenía que casarse, pronto”, agregó.
“No pasó sus exámenes? No consigue trabajo? Cásese!”, planteó, a continuación.
“Muchas de las niñas con quienes crecí, se casaron aun antes de haber tenido la oportunidad de decidir, por sí mismas, sobre una carrera”, siguió narrando.
“Una amiga, tuvo un hijo habiendo apenas cumplido 14 años”, dijo, y también indicó que, “algunas niñas, abandonaron la educación porque sus familias no podían cubrir el gasto de mandarlas a la escuela”, además de que “algunas empezaron la escuela, pero no les fue lo suficientemente bien como para llenar las expectativas de sus familias”.
En tales casos, “sus padres decidieron que su educación no valía el costo”, de modo que, “para estas niñas, el matrimonio significa que sus vidas son consideradas un fracaso”, expresó.
“Todavía están en edad escolar, pero ya saben que nunca tendrán oportunidad de lograr sus sueños”, reflexionó.
Al respecto, se refirió a una entrevista, en julio, para una nota de tapa con la edición británica de Vogue.
A una pregunta sobre relaciones, “respondí como lo había hecho tantas veces antes”, porque, “conociendo la oscura realidad que muchas niñas enfrentan, me resultaba difícil pensar en el concepto de matrimonio”, dijo.
De modo que “dije lo que había dicho tantas veces antes: que, quizá, era posible que el matrimonio no fuese para mí”, expresó, a continuación.
“Pero, qué tal si hubiese alguna otra manera?”, preguntó, para responder que, “con educación, sensibilización, y empoderamiento, podemos empezar a redefinir el concepto de matrimonio, y la estructura de las relaciones, ju7nto con muchas otras normas y práctica sociales”.
“La cultura es hecha por gente, y la gente puede, cambiar, también”, expresó, a manera, nuevamente, de reflexión.
Yousafzai escribió, de inmediato, que “mis conversaciones con mis amigos, mentores, y mi ahora compañero Asser me ayudaron a considerar cómo yo podría tener una relación
-un matrimonio-, y permanecer fiel a mis valores de igualdad, justicia, e integridad”.
La activista hizo así referencia a su esposo, Asser Malik, con quien se casó, el 9 de noviembre, en Oxford, donde se graduó, días después, en economía, filosofía, y política.
En un artículo de opinión publicado, el 17 de agosto, por el diario estadounidense The New York Times, respecto al tema del acceso de género al sistema educativo afgano, la joven activista por ese derecho, planteó la urgente necesidad de ayudarlas.
“En este momento crucial, debemos escuchar las voces de las mujeres y niñas afganas”, quienes “piden protección, educación y la libertad”, expresó, además de asegurar que “no es demasiado tarde para ayudar al pueblo afgano, en particular, a las mujeres y los niños”, pero advirtió que “no tenemos tiempo que perder”.
“Las niñas y mujeres jóvenes afganas están de nuevo en una situación en la que he estado: desesperadas por la idea de que otra vez no se les permita estar en un salón de clases o sostener un libro”, precisó.
También subrayó que, “dados los antecedentes de los talibanes, de reprimir violentamente los derechos de las mujeres, los temores de las afganas son bien fundados”.