Ayudar a las mujeres y a las niñas en Afganistán, tras el regreso del grupo extremista religioso Talibán, constituye una tarea urgente, planteó Malala Yousafzai, la joven activista por los derechos de ese sector de la población afgana.
Aún hay tiempo para hacerlo, aseguró Yousafzai, en un artículo de opinión publicado, el 17 de agosto, por el diario estadounidense The New York Times.
“En este momento crucial, debemos escuchar las voces de las mujeres y niñas afganas”, quienes “piden protección, educación y la libertad”, expresó la promotora de la educación para las niñas en el país asiático, posición que le significó, en 2012-cuanxo tenía 15 años- un atentado talibán, a balazos, del que, siguiendo un complejo y prolongado proceso médico, logró recuperarse.
“No es demasiado tarde para ayudar al pueblo afgano, en particular, a las mujeres y los niños”, aseguró.
Sin embargo, “no tenemos tiempo que perder”, advirtió, en alusión al contexto sociopolítico generado, repentinamente, el 15 de agosto, cuando el terrorista movimiento afgano derrocó al gobierno del presidente (2014-2021) Mohammad Ashraf Ghani, y asumió férreo control del país asiático.
El grupo Talibán regresó así a una posición de poder, en Afganistán, dos décadas después de haber sufrido una derrota militar.
Surgido en 1994, en el marco de la guerra civil afgana (1992-1996), el movimiento tuvo control, desde 1996-hasta 2001, de aproximadamente tres cuartas partes de los algo más de 652 mil kilómetros cuadrados que constituyen el territorio nacional.
La criminal administración talibana fue derrocada en diciembre de 2001, cuando se llevó a cabo una invasión militar, a Afganistán, encabezada por Estados Unidos.
No obstante esa pérdida, el movimiento se mantuvo, desde entonces, en resistencia armada y, tras el reciente retiro de las tropas estadounidenses -las fuerzas extranjeras que aun ocupaban Afganistán-, la ofensiva talibana logró el objetivo de derrocar al gobierno de Ghani, al haber ingresado, esta semana, a Kabul, la capital nacional.
En alusión al período transcurrido desde la caída del primer gobierno talibán de facto, Yousafzai escribió que “millones de mujeres y niñas afganas recibieron educación en las últimas dos décadas”.
“Ahora, el futuro que les prometieron está peligrosamente cerca de desaparecer”, advirtió, a manera de vaticinio.
Ello, debido a que “los talibanes -quienes mientras tuvieron el poder hace veinte años prohibían que casi todas las niñas y mujeres asistieran a la escuela y aplicaron castigos draconianos a quienes los desafiaron-, han vuelto a tener el control”, explicó la activista.
“Como muchas mujeres, temo por mis hermanas en Afganistán”, expresó.
“Las niñas y mujeres jóvenes afganas están de nuevo en una situación en la que he estado: desesperadas por la idea de que otra vez no se les permita estar en un salón de clases o sostener un libro”, precisó.
“Algunos miembros de los talibanes han dicho que no le negarán a las mujeres y a las niñas la educación”, indicó, en referencia a declaraciones de dirigentes del grupo quienes, según observadores internacionales, han tratado, desde que tomaron el poder, de presentar una improbable imagen menos radical.
“Pero dados los antecedentes de los talibanes de reprimir violentamente los derechos de las mujeres, los temores de las afganas son bien fundados”, planteó Yousafzai, quien, en 2014 -a la edad de 17 años-, se convirtió en la persona receptora más joven, hasta ahora, del Premio Nobel de la Paz -y de cualquiera de los galardones Nobel-.
La activista es la segunda nacional de Afganistán quien ha obtenido una de esas distinciones, luego de que, en 1979, su compatriota el teórico físico Mohammed Abdus Salam fue acreedor al Premio Nobel de Física.
En cuanto a la brutal represión talibana de género, Yousafzai escribió que “ya estamos escuchando reportes de estudiantes que han sido rechazadas por sus universidades y trabajadoras expulsadas de sus oficinas”.
Pero “nada de esto es nuevo para el pueblo de Afganistán, que ha estado atrapado durante generaciones en guerras indirectas de potencias globales y regionales”, reflexionó, en alusión a conflictos enmarcados en el contextos geopolíticos, incluida la Guerra Fría (1947-1991), que enfrentó, como actores centrales, a Estados Unidos y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS, 1922-1991).
“Los niños han nacido para la batalla, las familias han vivido durante años en campos de refugiados, miles más han huido de sus hogares en los últimos días”, denunció, a continuación.
“Los rifles kalashnikov que llevan los talibanes son una carga pesada para el pueblo afgano”, expresó, para agregar que “los países que han utilizado a los afganos como peones en sus guerras de ideología y codicia los han dejado llevar solos esa carga”.
La joven activista hizo, igualmente, referencia a su caso.
En el presente contexto afgano, “es inevitable pensar en mi infancia”, comenzó a narrar.
“Cuando los talibanes tomaron mi ciudad natal en el (norteño) valle Swat en Pakistán en 2007 y poco después prohibieron que las niñas recibieran educación, escondí mis libros bajo mi largo y grueso chaúl (rebozo) y caminé a la escuela con miedo”.
Al respecto, puntualizó que, “cinco años después, cuando tenía 15 años, los talibanes intentaron matarme por alzar la voz sobre mi derecho a ir a la escuela”.
En alusión a la criminal represión de género por la que se caracteriza el modus operandi talibán, una estudiante universitaria afgana identificada únicamente como Khadija, aseguró, en declaraciones que la agencia informativa española Efe reprodujo el 16 de agosto: “los talibanes son como animales, no entienden el Corán (libro sagrado del Islam)”.
La joven destacó, además, el hecho de que, como parte de la conducta violentamente misógina que caracteriza a sus integrantes, el movimiento religioso terrorista considera que “las mujeres no deberían educarse”.
En cuanto a la nueva irrupción de los talibanes en el poder, Khadija vaticinó que “se acabó todo, para nosotras”.