Comenzó a implementar buenas prácticas ambientales en la finca ganadera de su familia, cuentan con la Bandera Azul Ecológica y gracias a su trabajo, en abril de 2016 se convirtieron en la primera hacienda ganadera de Costa Rica en ser nombrada Carbono Neutro

Ella no trabaja detrás de un escritorio ni con traje de ejecutiva, esta joven de 34 años mete sus manos en la tierra y se desenvuelve en un ambiente prácticamente de hombres, pero nada ni nadie la intimida, hablamos de María José Retana.

Retana es ingeniera agrónoma, desde pequeña sintió el llamado del campo, su familia siempre ha tenido finca, era feliz hablando con los trabajadores y  ayudándoles a sembrar chayotes, rábanos y zanahorias.

Su padre Fernando Retana tenía una planta empacadora de carne, así que ella llegaba a trabajar, primero en la parte de empaque al vacío, desde ese momento su atención se centró en todo lo relacionado con creación de procesos.

Decidirse por una carrera fue sencillo: ingeniería agrónoma, la cual cursó en la Escuela de Agricultura de la Región Tropical Húmeda (EARTH), no solo le gustó el programa de estudios, sino la forma de trabajo y como los alumnos tienen que vivir en el campus, era su forma de independizarse.

Terminada la universidad realizó una pasantía en una hacienda en Brasil, luego regresó al país para ser parte del negocio familiar, ya que los Retana no solo tienen una empacadora, también fincas, las carnicerías y restaurantes Don Fernando.

Manos en la tierra

María José se encarga de la parte ambiental, primero realizó un estudio para mejorar las condiciones del ganado, sembraron cercas vivas para evitar los mosquitos, cambiaron la dieta de los animales, buscaron formas de tratar los desechos, crearon abonos orgánicos para mejorar los pastos, incluso implementaron el modelo de bienestar animal  inventado por  la doctora Temple Grandin para evitar que el ganado sufra en el matadero, ya que estudios revelan que si el animal está estresado, su carne tiene un sabor diferente.

“Nosotros estamos en el negocio de la comida, mis papás nos dijeron que tenemos una responsabilidad y un compromiso con las personas, por eso todas estas prácticas de mejoramiento en la finca son parte del mismo”, expresó Retana.

En una sesión de trabajo en la Corporación Ganadera (Corfoga) conoció a Julio Rodríguez, doctor en carnes, con quien hizo amistad, entre las conversaciones surgió la idea de involucrar primero a la finca en el tema de Bandera Azul Ecológica y luego, buscar la certificación Carbono Neutro.

Lograr esta distinción no es nada sencillo, ya que el trabajo previo es intenso, además de las auditorías que los expertos realizan, pero ya había camino recorrido gracias a María José y en abril de 2016, la finca de la familia Retana se convierte en la primera del país en obtener la certificación.

Esta joven amante del hicking divide su tiempo entre San Carlos, donde también forma parte de la Asociación de Ganaderos y  las oficinas ubicadas en San Rafael Arriba de Desamparados, aquí tiene una huerta y hasta donde la producción lo permite, abastece a los restaurantes, aunque también vende al menudeo.

“Conmigo trabajan dos personas, aquí sembramos lechugas, culantro, zapallo, cebollinos, tomate pera y tomate cherry que se usan en las ensaladas del restaurante, también tenemos albahaca, romero, estamos pensando en incluir plantas medicinales”, indicó.

Los cultivos están debidamente identificados, además hay cartelitos que contienen la información de en qué semana se sembraron, mientras que en una pizarra hay una proyección para saber  cuándo se pueden recoger y otra vez sembrar, en la huerta de Desamparados también implementa los invernaderos y la reutilización de artefactos como pilas o recipientes de plástico para sembrar, aplicando así las tres R: reducir, reciclar y reutilizar.

Prueba de fuego

La vida de la Ingeniera Retana tiene un antes y un después, a la edad de 11 años, el 13 de junio de 1993, sufrió un accidente que le provocó una lesión importante en el cráneo, estuvo en coma, los pronósticos no eran buenos, los médicos decían que en caso de recuperar la conciencia iba a quedar como un vegetal.

“Dos meses después desperté, pude decir mamá, ese fue el mejor regalo del Día de la Madre, antes del accidente yo era zurda y tuve que aprender a escribir con la derecha, mi lado izquierdo quedó paralizado, la edad me ayudó mucho, iba a la escuela en silla de ruedas y con enfermera, me hicieron adecuación curricular y pasé quinto grado”, recuerda.

Las terapias intensas no minaron su espíritu, el apoyo de sus papás Rosario y Fernando y de sus tres hermanos fue determinantes para retomar su vida y aceptar los cambios que trajo consigo la lesión, se graduó de la escuela y del colegio  Lincoln.

Con la familia como apoyo

23 años después del accidente las secuelas siguen, su voz quedó afectada, así como su vista, pero nada detiene a esta ingeniera quien con una voluntad impresionante y el apoyo de su familia logró salir adelante.

Ama lo que hace, aprende más conversando con quienes trabajan en el huerto que en un aula, aunque no descarta estudiar en el extranjero, lo cierto es que María José Retana es una enamorada del campo, los cultivos y las semillas, de convivir con sus colegas y compañeros de finca y de cada día aprender de estos maestros que la vida le puso en su camino, siempre de la mano de Dios.

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 María José Retana es ingeniera agrónoma graduada de la Universidad EARTH y no descarta hacer una especialización en el extranjero.