Recientemente el analista político Claudio Alpízar, comentó en la Revista Petra, que la paridad siempre es muy complicada porque las mujeres que participan en política y con buena calificación en la función pública son muy pocas, más cuando el partido en el poder tiene pocas personas para remplazar las que abandonan el gabinete.

Elizabeth Fonseca, ex Ministra de Cultura, es la tercera mujer que dimite en el gobierno de Luis Guillermo Solís, después de la doctora María Elena López Núñez, del Ministerio de Salud y Gisela Kooper Arguedas del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Telecomunicaciones (MICIT).

Tan solo ocho mujeres, en veintidós ministerios, fueron nombradas jerarcas y ahora solo quedan cinco. ¿Realmente son tan pocas las féminas “desinteresadas” en ocupar cargos públicos de alto mando, que no queda más opción que nombrar hombres, que sí están dispuestos a servirle al país con salarios más bajos que la empresa privada, que pueden afrontar mejor la presión de la opinión pública y tienen mayor capacidad de liderazgo? No lo creo. Me parece que este gobierno se ha esforzado poco en cumplir con el compromiso de lograr la paridad de género en las altas esferas del sector público.

Aunque hay que reconocer que en las Juntas Directivas de la mayoría de las instituciones del Estado, la paridad se dio,- incluso por primera vez dos mujeres alcanzaron el máximo liderazgo como son los casos de Paola Mora y Ruth Montoya, presidentas de Juntas del BCR y Bancrédito respectivamente-, Costa Rica, que en un momento de la historia fue líder en este tipo de representatividad de género en América Latina, ahora esta lejos de ello.

Mientras la presencia de mujeres en el gabinete en Nicaragua es de un 40% y en los parlamentos a nivel mundial ha aumentado, según la Unión Interparlamentaria, UIP, hasta alcanzar un 21,8 % a nivel global y un 25,2 % en América, en Costa Rica continúa en declive.

Mujeres y hombres solidarios todavía esperamos que el compromiso del Presidente Solís de “construir juntos una nueva cultura democrática que conduzca a mayor prosperidad económica” se dé con la inclusión del 50% de la población nacional, que son mujeres.

Esta acción de justicia social no se da por capricho, populismo o boga, sino porque la paridad en la política es considerado por expertos en derechos humanos como el mejor mecanismo para asegurar la representatividad proporcional de los sexos según la población.

El Presidente debe recordar que la paridad no es una concesión a la representatividad de las mujeres, sino un derecho humano y un valor que debe ser el legado de su gestión, como muestra del pleno apego al principio constitucional de igualdad entre mujeres y hombres.

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