La agresión sexual que sufrió, por parte de un oficial de rango superior, convirtió en pesadilla, la ilusión con la cual una suboficial ingresó al Ejército Mexicano

De la peor manera, la víctima -cuyo rango actual es el de sargento primero auxiliar de informática-, aprendió el brutal significado real que tiene el lema de esa fuerza armada: “siempre leales” –émulo de la consigna de los marines estadounidenses, quienes son “semper fidelis” (“siempre fieles”), lo que, coloquialmente abrevian a “semper fi” (pronunciado “semper fai”)-.

Es la desnaturalización del concepto de lealtad -o fidelidad-, al convertirlo en instrumento de la irracional obediencia implícita en la brutal disciplina militar, el patrón de conducta que impone la anulación de derechos humanos, la represión de sentimientos, la robotización de las personas.

En diálogo con el diario español El País, la mujer -identificada, para protegerla de más represalias, solamente como AFJ-, relató su dramática historia en esa fuerza armada.

Al hacerlo, aseguró que el hecho de haberse atrevido a denunciar, en el ámbito militar, la agresión machista que sufrió, le ha significado revictimización -desde procedimientos disciplinarios hasta discriminación, pasando por amenazas-.

En la nota informativa que publicó en junio, el medio de comunicación indicó que AFJ ingresó, en 2012, al ejército del país latinoamericano.

En ese momento -a la edad de 20 años-, estudiaba Administración y Gestión Financiera -en la Universidad Politécnica del surcentral estado de Morelos-, contexto en el cual realizó tareas de servicio social en el Hospital Militar de la ciudad de Cuernavaca -la capital morelense-, de acuerdo con la versión periodística.

Atraída por lo que percibió como la disciplina y el respeto con los que se desempañaban los integrantes del ejército con quienes interactuó, la joven decidió incorporarse a la fuerza armada, precisó el periódico europeo.

“Desde entonces, yo soñaba con pertenecer al ejército”, relató a El País, indicando, asimismo, que, por esa razón, abandonó la universidad.

Su incorporación a la vida militar fue en calidad de “soldado raso de informática”, y, tras un período de servicio en la ciudad de Morelia, la capital del occidental y costero estado de Michoacán, fue trasladada, en 2019, a la ciudad de Tapachula -en la región del Soconusco, que forma parte del sudoccidental estado de Chiapas-, en la frontera sur mexicana -el límite terrestre de 958 kilómetros, con Guatemala-.

La agresión machista que narró al diario, ocurrió el 23 de abril de 2022.

Esa mañana, acudió al Departamento de Archivo, en la instalación del ejército a la que estaba asignada, en Chiapas, para recopilar información referida a impresiones de materiales realizadas en una zona militar específica.

Mientras dialogaba, al respecto, con un soldado de esa dependencia, un hombre se le acercó, por detrás, y, tomándola fuertemente por las caderas, inició la agresión.

“Recorrió todo mi cuerpo, de la cintura hacia arriba, pero, de verdad, lo hizo con saña, restregándose”, comenzó a relatar.

“Me agarró los senos, me los apretó y movió con movimientos circulares” agregó.

“Acercó su pene contra mi cuerpo, y me subió, como que me dio el llegue (la embestida), lo que conocemos como llegue, me subió: zas!”, detalló a continuación.

“Me volteé, y el teniente coronel Dorian me soltó”, siguió narrando.

“Se empezó a reír y me dijo: ‘Ay, perdón, te confundí con Karina’, y se fue, riendo”, ante lo cual “yo me quedé atónita, blanca, no supe qué hacer”, dijo AFJ.

La suboficial precisó que “vi cómo se encontró a otro (…) y le dijo riéndose: ‘Ay! Ya la cagué, ya la regué (me equivoqué)’, y se metieron en su oficina”.

“Yo no me llevo (no tengo contacto) con él”, aclaró, para indicar que “no me gusta llevarme, porque se dan malas interpretaciones”, y reflexionó que “es triste, pero así es”.

Las joven reveló que, “cuando iba en la secundaria, me pasó lo mismo, y me juré, a mí misma, que ya no me iban a hacer ese tipo de cosas de nuevo”, y aseguró que, por esa razón, el incidente con Dorian, le generó una sensación de decepción respecto a sí misma.

También indicó que, al día siguiente del abuso cometido por el teniente coronel, dirigió,  por escrito, una denuncia, al Centro de Justicia Militar, en Chiapas, y agregó que, “a las dos horas de enviarla, bajó un comandante, a comunicarme que no iba a proceder”.

“Me dijo: ‘no lo voy a meter, porque, con este parte, le vas a arruinar la carrera militar al jefe’”, precisó.

La arbitraria decisión, impulsó, a AFJ, a acudir a instancias militares administrativas superiores.

Así, remitió su denuncia a la Comandancia General de la Séptima Región Militar -con sede en Tuxtla Gutiérrez, la capital de Chiapas-, a la Dirección General de Derechos Humanos, y al Observatorio para la Igualdad entre Hombres y Mujeres en el ejército y la Fuerza Aérea Mexicanos.

Ambas ramas militares operan en la jurisdicción de la Secretaría (Ministerio) de la Defensa Nacional (Sedena), mientras la Armada de México (la fuerza naval nacional), depende de la Secretaría de Marina.

Solamente el observatorio respondió, pero indicando que “carece de facultades para conocer sobre las conductas que usted refiere”.

Ello, no obstante lo establecido en el acuerdo presidencial del 9 de diciembre de 2011, que creó ese organismo.

En el penúltimo de los 10 considerandos, se indica que el observatorio tiene la “capacidad para planear, detectar, evaluar e implementar acciones encaminadas a mejorar las condiciones de igualdad de mujeres y hombres, que cuente con la participación de expertos en políticas de igualdad de género”.

Además, el primero de los siete artículos -dos de ellos, transitorios-, indica que se trata de una “instancia especializada de apoyo para la planeación, detección, evaluación e implementación de acciones dirigidas a prevenir y eliminar cualquier forma de discriminación por motivos de género y asegurar la igualdad de oportunidades para las mujeres y los hombres en el Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos”.

Según lo establecido en el segundo artículo, la cuatro funciones del observatorio consistente en “detectar las situaciones que vulneren la igualdad entre mujeres y hombres en el Ejército y Fuerza Aérea”, además de “evaluar y proponer las acciones necesarias para prevenir y eliminar cualquier forma de discriminación por motivos de género”.

Asimismo, “impulsar medidas y políticas que aseguren la igualdad entre las mujeres y los hombres del Ejército y Fuerza Aérea”, y “evaluar el cumplimiento y eficacia de las acciones y políticas implementadas para prevenir y eliminar cualquier forma de discriminación y asegurar la igualdad entre mujeres y hombres”.

De acuerdo con lo narrado por AFJ, a El País, luego de una comunicación de la Dirección General de Derechos Humanos, la comandancia militar decidió, el 26 de abril, otorgar, a la víctima, “todas las facilidades para que acuda a la Unidad Médica de Consulta Externa para que reciba la atención médica y psicológica que requiera, así como cualquier otra medida para su protección, sin que pase desapercibido que su denuncia ya fue debidamente canalizada a la Agente del Ministerio Público Militar”.

Sin embargo, la actitud de omisión machista, persistió, razón por la cual, la joven suboficial, formuló, el 7 de mayo, un nuevo planteamiento, a la comandancia, en sentido de que, el sistema estaba revictimizándola.

Seis días después, volvió a dirigirse a esa autoridad militar, indicando que “han transcurrido 19 días naturales desde que se cometió el hecho denunciado sin que se me haya recibido mi entrevista así como tampoco se me ha designado por parte de la autoridad ministerial asesor jurídico ni se han decretado las medidas de protección”.

Ahora de inmediato, el Estado Mayor le informó que su caso estaba radicado en Fiscalía General de Justicia Militar, cuya sede se ubica en la Ciudad de México (CDMX) -la lejana capital nacional, en el centro del país-.

AFJ agregó que, a partir de esa decisión, se intensificó el hostigamiento, traducido en acciones tales como seguimiento -lo que la obligó a cambiar de domicilio-, amenazas por escrito contra su vida, exclusión social por parte del personal militar en su centro de trabajo, acusación formal -sin fundamento- en el sentido de que cometió supuestas faltas

-insubordinación, deslealtad, sustracción de documentos oficiales-.

Sumado a todo lo anterior, sus superiores inmediatos comenzaron a cuestionarla en cuanto a ética militar, y a amenazarla con expulsarla de la fuerza armada, indicó.

La suboficial aseguró que su vida se ha convertido en “algo que nadie se puede imaginar”.

A manera de ejemplo, denunció que “el comandante de la séptima región dijo que las personas que trabajábamos dentro, y denunciábamos, éramos gente desleal, que no merecíamos estar en el ejército, que lo que pasaba en el ejército se tenía que quedar en el ejército”.

“También me han dicho que cómo me atrevo a denunciar, que si no me da vergüenza”, siguió narrando a El País.

“Vergüenza le hubiera de dar, a él!”, expresó, a continuación, para agregar que “yo me estoy defendiendo”.

“Lo que él hizo, es un abuso sexual agravado, de un servidor público a otro”, subrayó.

Respecto a los hechos de violencia sexual en filas del ejército, El País citó datos de la Sedena -revelados por el diario El Sol de México-, según los cuales, durante el período 2006-2021, 582 denuncias fueron formuladas -pero solamente 33 agresores fueron procesados judicialmente-.

El medio de comunicación español aclaró, en lo que tiene que ver con las denuncias, que “expertos consideran que esos números son solo la punta del iceberg, porque la mayoría de las víctimas no ser atreve a denunciar”.

No obstante la agresión sexual de la que fue víctima, y del hecho de que las fuerzas armadas son entidades machistas por naturaleza, AFJ dijo, respecto al ejército de México,  que “la institución es la más noble y buena, son las personas la que la han corrompido”.

En ese sentido, explicó que decidió revelar, a El País, lo ocurrido, porque “quiero que quede todo por escrito”, a causa de que “temo que la situación vaya más allá, y me violen o me desaparezcan”.

Foto: Roman Odintsov