Según recientes versiones periodísticas, entre los numerosos condenados a ejecución, figura Nasr-Azadani, lo que ha conmocionado a la comunidad futbolística mundial
La traición que la dictadura teocrática de Irán adjudicó al futbolista iraní Amir Nasr-Azadani no parece tanto “a la patria”, ya que deriva del apoyo expresado por el deportista a las manifestaciones que tienen lugar, hace casi tres meses, a nivel nacional.
Generadas por el asesinato policial de una joven, acusada de no llevar correctamente puesto el hijab -velo religioso que cubre cabeza y hombros de quienes lo usan-, las sostenidas protestas se materializaron, inicialmente, en defensa de los sistemáticamente violados derechos de las mujeres.
Al transcurrir días y semanas, las inclaudicables y crecientes manifestaciones, en Teherán -la capital nacional- y otras ciudades del país ubicado en el oeste asiático, pasaron a tener mayor apoyo masculino, y a expresar, además, repudio generalizado a la dictadura instaurada hace algo más de cuatro décadas.
Herido en su totalitario ego patriarcal, el régimen inauguró una fase superior de misoginia criminal: la condena a pena capital de un número aún no determinado -al parecer más de una decena- de manifestantes en detención, y la ejecución -por ahorcamiento- de dos hombres participantes en las protestas impulsadas por mujeres.
Ahora, según recientes versiones periodísticas, entre los numerosos condenados a ejecución, figura Nasr-Azadani, lo que ha conmocionado a la comunidad futbolística mundial.
Señalado por la dictadura de los ayatolas (máximos sacerdotes) de haber cometido “traición a la patria”, al deportista le fue tipificado el delito específico de moharebeh –“enemistad con Dios”, o “o hacer la guerra contra Dios”-, que, de acuerdo con lo indicado por IranWire -medio de comunicación iraní con sede en el Reino Unido-, se castiga con ahorcamiento.
Una de las más fuertes expresiones de repudio a la medida, es la que emitió, el 12 de diciembre -inmediatamente después de conocidas las informaciones-, la Federation Internationale de Associations de Footballeurs Professionnels (Federación Internacional de Asociaciones de Futbolistas Profesionales, Fifpro), entidad con sede en Holanda -el mayor de los cuatro países que constituyen el Reino de Países Bajos, en el noroeste europeo-.
“FIFPRO está en shock y repugnada por las informaciones de que el futbolista profesional Amir Nasr-Azadani enfrenta ejecución en Irán después de haber apoyado los derechos de las mujeres y la libertad básica en su país”, expresó la federación, en la red social Twitter.
“Estamos en solidaridad con Amir y llamamos a la inmediata remoción de su castigo”, agregó la entidad -fundada en 1965, en la noroccidental ciudad holandesa de Hoofddorp-, en el viralizado mensaje inmediatamente visto por casi cincuenta mil personas, y retuiteado casi nueve mil veces.
Nasr-Azadani, de 26 años, es un ex jugador de los equipos iraníes Gol-e Rayhan, Rah-Ahan, y Tractor -que, entre sus integrantes, alinea a un latinoamericano: el brasileño Gustavo Vagenin-.
Otro futbolista detenido por oponerse a la dictadura es Voria Ghafouri, un ex integrante de la selección nacional mayor iraní, informó, el 25 de noviembre, IranWire, que citó versiones periodísticas generadas en el país asiático.
Ghafouri fue detenido bajos los cargos de “insultar a la selección nacional de fútbol”, y “hacer propaganda contra el gobierno”.
El deportista ha criticado al régimen, entre otras medidas discriminatoria de género, por prohibir que mujeres presencien partidos de fútbol masculino, además de que planteó la necesidad de que la dictadura ponga fin a la brutal represión contra las manifestaciones opositoras.
Por su parte, Alireza Beiranvand, portero de la selección participante en la competencia en Qatar, se pronunció, en la red social Instagram, contra las condenas a pena capital impuestas a los manifestantes detenidos, y señaló que es necesario revocarlas.
Además, los integrantes del equipo mayor masculino iraní participante en el torneo mundial expresaron oposición al régimen, y apoyo a las manifestaciones, cuando, en la ceremonia previa al partido Irán-Gales -que los iraníes perdieron, el 25 de noviembre, por goleada de 6-2-,se negaron a cantar el himno de su país de origen.
De momento, no se conoce represalia dictatorial contra los jugadores.
La información sobre la condena impuesta a Nasr-Azadani, se conoció luego de que dos hombres, detenidos y enjuiciados -en procesos violatorios de los derechos humanos- por haber participado en las manifestaciones, fueron ahorcados.
Se trata de Mohsen Shekari, el primer ejecutado por su apoyo a las protestas, quien fue colgado, el 8 de diciembre, de una grúa, en una calle en la ciudad de Mashhad -la capital de la nororiental provincia iraní de Razavi Khorasan, limítrofe con Afganistán y con Turkmenistán-.
En el caso del fisicoculturista y luchador profesional Majid Reza Rahnavard, acusado, también de haber cometido moharebeh, la ejecución se llevó a cabo, de igual manera, y en esa ciudad.
Según versiones periodísticas, el dictatorial Poder Judicial iraní ha condenado a 11 personas a ser ejecutadas por haber participado en las manifestaciones.
El régimen califica, las protestas, como “disturbios”, y, a sus integrantes, como “revoltosos”.
Según organizaciones defensoras de los derechos humanos, la represión contra las manifestaciones ha cobrado la vida a 416 personas -incluidos 51 niños y 27 mujeres-, y a resultado en la detención de miles más.