La libertad de expresión no existe en Siria, como tampoco el ambiente de seguridad necesario para el ejercicio del verdadero periodismo profesional, de acuerdo con lo indicado por la Asociación de Periodistas de Siria

El marco de la guerra interna que golpea a Siria desde 2011, a ese país árabe del oeste asiático, precisó el periódico.

Las comunicadoras son particularmente afectadas en el marco de la guerra interna que golpea a Siria desde 2011, aseguró la nota informativa publicada en El País, titulada “Mujeres periodistas en Siria: atrapadas en ambas partes del conflicto”.

El conflicto bélico local -que enfrenta al gobierno presidido, desde 2000, por Bashar al-Assad, quien entonces reemplazó a su padre, Hafez al-Assad, quien gobernó en 1971-2000, contra organizaciones opositoras armadas- inició cuando manifestaciones antigubernamentales pacíficas fueron reprimidas por fuerzas militares.

Las protestas, a su vez, fueron parte de las masivas manifestaciones antigubernamentales -lo mismo pacíficas que armadas- que tuvieron lugar, al inicio de la década de 2010, en varios países árabes y que, enmarcadas en lo que fue denominado como “la primavera árabe”, causaron crisis políticas en esas naciones -incluida la caída de algunos regímenes-.

De acuerdo con cifras referidas específicamente a Siria, dadas a conocer por El País -en el artículo en que difundió testimonios de mujeres periodistas-, “desde mediados de marzo de 2011 hasta ahora, 462 periodistas han sido asesinados en Siria, incluidos 20 extranjeros”.

“La asociación documentó 1,421 casos de violencia contra profesionales (de la comunicación), hombres y mujeres, en Siria desde 2011 hasta 2021”, señaló.

“Durante la preparación de este reportaje, medios locales informaron de que 16 periodistas y activistas,

hombres y mujeres, fueron detenidos por las (militares) Fuerzas Democráticas Sirias en la ciudad de Raqqa, y de que la policía civil (…) también golpeó a un grupo de periodistas que cubría una protesta de médicos en la ciudad de Al-Bab”, de acuerdo con la versión periodística.

Raqqa y Al-Bab están ubicadas en la norteña zona fronteriza con Turquía, la primera en la ribera norte del histórico río Éufrates.

El País informó que la represión militar y policial implementada en ambas ciudades fue condenada, en redes sociales, bajo la identificación #جريمة_ليست_الصحافة) que, en árabe, significa: la prensa no es delito).

De acuerdo con lo denunciado por la asociación, “en Siria, en resumen, no hay libertad de expresión, ni condiciones adecuadas para el trabajo periodístico profesional, ni seguridad”.

Según la organización gremial, ese país “es una gran prisión para la prensa”. Entre los testimonios incluidos en la nota informativa, el periódico español relató que, “en secreto y bajo un seudónimo, la periodista Nour Al-Ahmad trabaja con los medios sirios locales para cubrir lo que sucede en su ciudad, Daraa”.

“Ubicada en el sur de Siria, es el lugar que vio nacer la revolución de 2011”, y, actualmente, “es escenario de una grave inestabilidad, falta de seguridad y asesinatos constantes”, precisó, para agregar que, “con mucho cuidado, la periodista informa diariamente, y documenta eventos y violaciones contra los derechos humanos en uno de los medios donde trabaja”.

El medio de comunicación narró que “Al-Ahmad empezó su trabajo en el periodismo cuando fue testigo de las batallas y bombardeos que sufrió su ciudad en 2016”.

“Ella era activista voluntaria en organizaciones de la sociedad civil, y le pidieron que preparara un reportaje para prensa”, siguió relatando.

“Tras escribirlo, decidió comenzar a trabajar en este campo y recibió cursos intensivos de periodismo en SMO, el ya desaparecido medio con el que colaboraba”, precisó.

“La periodista tenía más libertad para informar mientras la oposición tuvo el control de su ciudad, pero la situación cambió por completo cuando” fuerzas progubernamentales “lanzaron una campaña militar sobre Daraa en junio de 2018”, agregó.

“Desde entonces, el régimen sirio amplió su control a otras áreas, obligando a muchos periodistas a abandonar la ciudad, o bien ocultar sus identidades y trabajar en secreto para no ser arrestados”.

El País indicó, asimismo, que, a mediados de 2021, “cuando se disponía a obtener un pasaporte, la llevaron a la División de Seguridad Política -una agencia de inteligencia siria afiliada al Ministerio del Interior en el régimen de El Asad- y allí fue objeto de un interrogatorio que duró horas”.

“Las preguntas se centraban en su trabajo y los seudónimos que utilizaba”, señaló el diario, además de aclarar que “la periodista tiene miedo a dar más detalles por temor a que se revele su identidad y corra el riesgo de ser arrestada nuevamente después de la publicación de este reportaje”.

Al-Ahmad dijo, al periódico, que, durante su detención, “firmé una orden de aprehensión, y es posible que me vuelvan a citar, y tenga que venir obligatoriamente”.

Luego de detallar que, fue puesta en libertad mediante contactos de su esposo con “algunas personas influyentes”, la periodista aseguró que “no puedo describir esa situación, pero lo único que sé es que escapé de la muerte, y comencé una nueva vida”.

El país indicó que la comunicadora “vive en su pueblo, que está bajo el control de las ramas de seguridad del régimen de El Asad y otros bloques”.

“Se ha comunicado con varias organizaciones para solicitar una salida segura para ella y su familia, pero asegura que no ha recibido ayuda”, según la versión periodística.

Al revelar que recibió presión familiar para lograr algún acuerdo con el régimen de Al-Assad, abandonar el periodismo, la profesional dijo que rechazó esos planteamientos.

Ello, porque “no puedo renunciar a mi humanidad, bajo ninguna circunstancia”.

Foto: ACNUR