Las mujeres con SIDA tienden a pensar más en el papel que tienen de cuidadoras, que en sí mismas.
Una lágrima solitaria o un deseo urgente de golpear a quien cree que la infectó son reacciones típicas de mujeres heterosexuales cuando se enteran que tienen el virus del VIH y entienden que irremediablemente su vida dará un vuelco de 180 grados.
Otras se quedan mudas. Pero en términos generales mujeres y hombres reaccionan similarmente de acuerdo con sus recursos internos, sus fortalezas, debilidades y su nivel de información y de socialización.
Por lo general una mujer heterosexual se hace la prueba del VIH porque ha tenido prácticas sexuales de alto riesgo (más de tres parejas); porque descubre que su pareja es infiel o porque de casualidad haciéndose otro tipo de estudio arroja un VIH positivo y quiere corroborar.
Al enterarse del resultado, después de la primera reacción “las mujeres tienden a pensar más en el papel que tienen de cuidadoras, que en sí mismas”, afirma el trabajador social Juan Carlos Espinosa, quien lleva más de 15 años trabajando con esta población desde diferentes escenarios. Se refiere a que las mujeres piensan en los hijos, los padres, los esposos o los novios.
Espinosa, quien es coordinador de progresah, una organización de educación preventiva para VIH primario (sin síntomas) y secundario (con sida) de Iniciativa Comunitaria, destaca que el problema en torno a la proliferación de este virus se centra en la falta de información y prevención efectiva.
En el caso del VIH por trasmisión sexual entre heterosexuales las mujeres tienen que ser más proactivas y cuidadosas con sus cuerpos y sus parejas, pero según Espinosa la mujer, que en este caso es víctima de un hombre infiel, es pasiva. “La mujer no habla, no le hace frente al hombre, aún es sumisa”.
Con relación a los hombres heterosexules y el VIH, el trabajador social asevera que entre ellos también hay diversidad de expresiones al recibir el resultado de la prueba. Aunque cuando se la hacen es porque saben que han incurrido en prácticas sexuales del alto riesgo; como múltiples parejas o sexo sin protección.
“Unas lloran, o se quedan calladas, o se quieren ir o caen en negación e insisten en hacerse la prueba nuevamente”, describe. Y todo Espinosa lo atribuye a la falta de información y educación sexual.
Hay personas con alto nivel educativo como doctorados que no necesariamente se interesan por conocer sobre la salud sexual o la prevención del VIH, confirma el trabajador social.
Espinosa enfatiza en que los hombres que tienen más de una pareja sexual parece que no piensan en cuántas parejas tienen esas mujeres a su vez, y de ese estilo de vida surge el contagio a una esposa o pareja que desconoce de su infidelidad. Así es como miles de mujeres heterosexuales se infectan en el mundo.
Y muchos hombres usan condones con otras mujeres pero no con sus parejas formales. “Las mujeres tienen una tendencia a que sea el hombre quien tome la iniciativa de la protección”, argumenta Espinosa.
Estrategias efectivas
Pero no se trata de usar un condón masculino o femenino, subraya, sino de desarrollar estrategias de prevención efectivas. Y en eso, él entiende que el gobierno ha fallado.
Sin embargo el Departamento de Salud de Puerto Rico alega que la estrategia de salud pública que se implanta en la Isla para la prevención y el tratamiento de VIH está fundamentada en la Estrategia Nacional contra el VIH/sida establecida por el presidente Obama en el 2010, que tiene tres objetivos: reducir el número de casos de nuevo diagnóstico infectados con el VIH; aumentar el acceso a la atención médica y reducir las disparidades de salud relacionadas con el VIH.
“En los casos de los programas de tratamiento de VIH en Puerto Rico se han establecido diversos sistemas que se enfocan en identificar todo caso nuevo de diagnóstico de VIH para insertarlo al tratamiento temprano y retenerlo en un centro de cuidado”, asegura el supervisor de Educación en Salud, de la División de Prevención de Enfermedades de Transmisión Sexual (ETS), Manuel González.
Espinosa, también profesor de la Universidad del Sagrado Corazón, recuerda que cuando surgió el sida en la década de 1980 parecía que era una enfermedad de la comunidad homosexual y el gobierno proveyó muchos servicios y esfuerzos para combatirla.
Luego se dejó de hablar del tema y más tarde fue entre los heterosexuales donde el VIH empezó a verse con mayor frecuencia y la estrategia de salud pública no fue la mejor.
“La estrategia no se ha atemperado a la realidad” critica el trabajador social.
Salud, por el contrario, argumenta que los servicios de tratamiento se atemperan a las particularidades culturales de los diversos grupos y poblaciones, conforme se presenta la epidemia en Puerto Rico.
“A través de los Centros de Prevención y Tratamiento de Enfermedades Transmisibles en toda la Isla (nueve clínicas) y la red de proveedores del Programa Ryan White Parte B/ADAP del Departamento de Salud con su red de 50 clínicas y agencias de base comunitaria aseguran el acceso a tratamiento de calidad a la población médico indigente que vive con VIH”, afirma González.
De otra parte, el trabajador social se preocupa de que como cada día los jóvenes de ambos sexos experimentan sexualmente más temprano, de igual forma corren el riesgo de infectarse. Esas jovencitas cuando se enteran que tienen el virus les arropa el temor a su futuro. Entre otras cosas “se preguntan si podrán tener bebés…” así como se preocupan por su desarrollo profesional.
Y para él no es lo mismo la reacción de una mujer que se haya criado en la Capital, a una que proceda de un pequeño pueblo del interior del país, donde hay un estilo de ver la vida menos abierto a la comunicación y abunda la ignorancia respecto a los temas sexuales.
Prevención y atención oportuna
Con eso en mente, el gobierno de Puerto Rico busca abarcar a todo el país a través de dos fases: una que llama nivel primario, cuenta con una línea telefónica, que orienta a hombres y mujeres sobre diversos temas relacionados a las enfermedades de transmisión sexual y el VIH de acuerdo al área geográfica donde viven. Para eso cuentan con nueve Centros de Prevención y Tratamiento de Enfermedades Trasmisibles y un centro Satélite de pruebas de ETS y VIH alrededor de la Isla donde pueden realizarse las pruebas, se les ofrece tratamiento y material educativo.
También en colaboración con el Departamento de Educación han desarrollado módulos de prevención de ETS y VIH para que los maestros se salud y ciencias integren los temas de prevención en el currículo escolar.
Además en torno a las mujeres embarazadas, González advierte que se realizan pruebas rápidas de VIH en 39 salas de partos a las que llegaron a término de su embarazo y no presentaron una prueba de VIH en el parto. De esta forma, se ha controlado la trasmisión perinatal conjuntamente con un tratamiento efectivo para aquellas mujeres que viven con VIH. Desde el 2010 no hay casos de trasmisión perinatal de VIH. Otro servicio que se ofrece, según el supervisor de Educación en Salud es el de pruebas de cernimiento. “Tanto personal del programa como a través de agencias auspiciadas se ofrecen pruebas de cernimiento para VIH, Sífilis y Gonorrea”, indica.
El nivel secundario de prevención, según González , entre otras cosas, consiste en proveer intervenciones de modificación de conducta que van dirigidas a orientar sobre temas de prevención de ETS/VIH para reducir la transmisión del VIH, con el auspicio del Centro para el control de enfermedades de Atlanta (CDC por sus siglas en inglés.
“Estos servicios que se otorgan a través de ocho clínicas distribuidas a través de la Isla se les ofrece tanto a personas que están en alto riesgo de infección por VIH y ETS como a personas que viven con VIH”, sostiene el funcionario.
Pero Espinosa insiste que hay pocos servicios para mujeres fuera del área metropolitana. Por eso además de los esfuerzos de Salud, entiende que debe haber más alianzas y solidaridad entre las mujeres, entre las vecinas, que se hable del tema, con información correcta. No empece, censura que los dogmas y el fundamentalismo limiten el acceso a la información.
Por otro lado, puntualiza además que la prevención requiere que se eduque en términos trigeneracionales .
Quiere decir que la sexualidad sea tema de conversación entre las abuelas, las madres y las hijas. Eso puede conducir a que las jóvenes sean más juiciosas e inteligentes a la hora de tener relaciones sexuales. Sin embargo reconoce que en las familias se le da más importancia a la sexualidad del niño que a la de la niña.
Señala sobre casos de jóvenes que se conocen, se convierten en parejas sexuales, están tres o cuatro meses usando protección sexual y luego abandonan la práctica. Eso es parte del desconocimiento, la ausencia de información seria y profunda sobre la enfermedad; y es por donde se cuela el contagio.
Sin embargo, a su juicio, hay algo positivo en el VIH/sida de 2015 con relación al de la década del 1980.
“Ya no se puede hablar de una enfermedad terminal, porque hay medicamentos que impiden que aparezcan los síntomas”, asegura y para ejemplificar dice que hay cuerpos con VIH que parecen de gimnasio (por lo bien que se ven).
Pero para Salud la preocupación continúa. “Luego de 30 años de trabajar con el VIH todavía en nuestra sociedad persiste el estigma y discrimen contra las personas que viven con VIH y contra aquellos que viven con sida”, afirma el supervisor de Salud.
También lamenta que aún prevalezca en la Isla una actitud de no enfrentar los temas relacionados a la sexualidad, y que los grupos de base de fe insistan en mantener valores tradicionales basados en los estereotipos tradicionales de lo que debe ser un hombre o una mujer.
“El gobierno ha tratado de romper con los temas tradicionales hasta ahora proponiendo una campaña de orientación sobre identidad de género además de tener una política de tolerancia a la diversidad” asegura González.
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