La participación de mujeres en negociaciones de paz, a nivel mundial, resulta exageradamente baja, denunció la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (Acnudh), la chilena Michelle Bachelet.
Ello incide, negativamente, en la viabilidad de los acuerdos resultantes, advirtió, además, al participar en un debate que se llevó a cabo, el 18 de enero, en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, en la sede de la organización mundial, en la nororiental ciudad estadounidense de Nueva York.
Las deliberaciones realizadas en el organismo internacional se centraron en la violencia, contra las mujeres, en los procesos de paz y seguridad en el entorno global.
Al participar en el encuentro, Anniken Huitfeldt, canciller de Noruega -país en ejercicio de la mensualmente rotativa presidencia del consejo, y organizador del diálogo-, formuló un llamado, a la comunidad internacional, a incrementar esa participación.
Bachelet planteó que, durante los 27 años comprendidos desde 1992 hasta 2019, las mujeres representaron solamente 13 por ciento de los negociadores, y apenas seis por ciento de los mediadores, en procesos de pacificación.
Asimismo, en tan discriminatorio contexto, la participación femenina fue de tan sólo seis por ciento de quienes firmaron los acuerdos producidos por esos diálogos, según las cifras reveladas por la funcionaria internacional.
Al respecto, la comisionada lanzó la advertencia de que “las decisiones, en materia de paz, que no reflejan las voces, realidades, y derechos de las mujeres, no son sostenibles”.
“Debe haber una defensa clara, y una inversión significativa, en las mujeres defensoras de los derechos humanos y constructoras de la paz”, dijo, a manera de recomendación.
Por otra parte, Bachelet, una ex presidenta de Chile (2006-2010, 2014-2018), expuso la necesidad de eliminar la brecha digital, ampliar el apoyo financiero, e intensificar la exigencia de rendición de cuentas por ataques e intimidación contra las mujeres.
“El trabajo de abordar la discriminación, la desigualdad, la negación del espacio cívico de las mujeres, y la violencia de género, también debe ser una prioridad para la construcción de la paz”, reflexionó.
La comisionada destacó, al respecto, el papel que corresponde al Consejo de Seguridad, en el esfuerzo de “construir la paz, por y para las mujeres”.
Al poner en evidencia la escasa proporción de incidencia femenina en las negociaciones y los acuerdos de paz, Bachelet indicó que la pandemia del coronavirus -estallada al inicio de 2020- se sumó a la serie de crisis políticas y situaciones bélicas que se desarrollan en diferentes escenarios, a nivel mundial, para agudizar las limitaciones que ese sector poblacional tradicionalmente enfrenta, en materia de derechos.
“Eso fue antes de que estallara la pandemia, y antes de que una ola de conflictos, cada vez más intensos, transiciones políticas antidemocráticas, y crisis humanitarias desastrosas se apoderaran de muchas sociedades, reduciendo aún más los derechos de las mujeres”, denunció.
En tal contexto, “la situación a la que, ahora, se enfrentan las defensoras de los derechos humanos, es mucho peor, como lo son las perspectivas de una participación plena -no simbólica-, de las mujeres, en la configuración y construcción de la paz”, señaló, a continuación.
A manera de ejemplo, presentó el caso de Afganistán, donde, a partir de la toma del poder
-a mediados del año pasado- por el fundamentalista y terrorista movimiento islámico Talibán, los derechos de las mujeres virtualmente desaparecieron.
Surgido en 1994, en el marco de la guerra civil afgana (1992-1996), ese grupo estuvo, desde 1996 hasta 2001, en control de aproximadamente tres cuartas partes de los algo más de 652 mil kilómetros cuadrados que constituyen el territorio del país asiático.
La violenta administración talibana -caracterizada por brutales violaciones a los derechos humanos, en particular de las mujeres y las niñas- fue derrocada en diciembre de 2001, cuando Afganistán fue escenario de una invasión militar, encabezada por Estados Unidos.
Sin perjuicio de ello, el movimiento se mantuvo, desde entonces, en resistencia armada.
Tras el retiro, este año, de las tropas estadounidenses -las fuerzas extranjeras que mantenían la ocupación en el país asiático-, la ofensiva talibana logró el objetivo de derrocar al gobierno del presidente (2014-2021) Mohammad Ashraf Ghani, cuando tomó, el 15 de agosto, el control de Kabul -por lo tanto, del país-.
Durante su participación en el debate en el Consejo de Seguridad, Bachelet subrayó, entre otras medidas misóginas adoptadas por el régimen, la exclusión de mujeres del gabinete ministerial.
En ese dramático cuadro de situación, “las mujeres afganas han sido excluidas de la toma de decisiones que afectan a sus vidas y familias”.
Además, “se les ha impedido ejercer, plenamente, su derecho a participar en todas las esferas de la vida cívica y pública”, subrayó.
“La negación de los derechos fundamentales de las mujeres y las niñas, está dañando enormemente la economía, y el país en su conjunto”, agregó, en referencia a la crisis sociopolítica, humanitaria, y financiera que golpea al país.
En materia de violaciones a las garantías fundamentales, denunció que, desde la toma del poder por los talibanes, “muchas defensoras de los derechos humanos, periodistas, abogadas, y juezas afganas se han visto obligadas a huir o a esconderse”, en general, a causa de “repetidas amenazas”.
En vista de la crisis que, en particular, en el área de los derechos humanos -y, específicamente, de las garantías de género- tiene lugar en Afganistán, la comisionada formuló, al Consejo de Seguridad, una exhortación a responsabilizar a los causantes de tal situación, así como a trabajar “para permitir las condiciones para una paz sostenible”.
Al respecto, formalizó un llamado, a todos los Estados integrantes del organismo mundial, a “que utilicen su influencia con los talibanes, para fomentar el respeto de los derechos humanos”.
En el ejercicio, además, de la presidencia del debate, Huitfeldt, se refirió a la seguridad de las participantes en esfuerzos pacificadores, así como de las promotoras de esos derechos, a nivel mundial.
“Existen deficiencias persistentes en la creación de entornos seguros y propicios para que las mujeres constructoras de paz, y defensoras de los derechos humanos, puedan desempeñar su labor”, denunció la canciller noruega.
También instó a “trabajar con miras a alcanzar el objetivo compartido de garantizar la participación plena, equitativa, y significativa, de las mujeres, en todas las etapas de los procesos de paz”.