Las mujeres y las niñas enfrentan barreras estructurales y sociales en las ciudades: no pueden encontrar un baño público, un cambiador de bebés, un lugar para amamantar o un parque seguro para reunirse con amigas
Las ciudades son espacio habitados por mujeres y hombres, pero fueron construida considerando, centralmente, las necesidades urbanas de la población masculina, e ignorando el componente femenino.
Para enmendar esa desigualdad de género, es necesario que las mujeres participen en la planificación de las futuras metrópolis.
Exponente de esa línea de denuncia y análisis, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (Pnud) indicó, en un artículo de opinión que difundió el 3 de octubre, que las barreras estructurales y sociales, que la población enfrenta en los conglomerados urbanos, son considerables.
“En teoría, las ciudades ofrecen oportunidades igualitarias. Están abiertas a cualquier persona”, pero la realidad es que “la mayoría de las ciudades fueron construidas por y para hombres, y con poca o ninguna consideración por las necesidades, aspiraciones o seguridad de las mujeres y de las niñas”, denunció la agencia especializada de la organización mundial.
“Las ‘sanciones’ que pagan las mujeres por vivir en las ciudades incluyen la violencia, la pobreza, el trabajo desigual y no remunerado de cuidados, oportunidades laborales limitadas y falta de poder en la toma de decisiones públicas y privadas”, agregó, en el texto que, bajo el título “Diseñar ciudades adecuadas para las mujeres”.
De esta manera se discrimina contra la mitad de la población, algo que “tiene consecuencias reales para cientos de millones de personas”, señaló, para advertir que, “si no se hace nada al respeto, seguirá haciéndolo a un ritmo creciente”.
Al proyectar la proporción de personas, quienes a nivel planetario están asentadas en espacios urbanos, el Pnud informó que, “hoy, poco más de la mitad de la población mundial vive en ciudades”, previéndose que, “para 2050, ese número aumente a 68%”.
Además, “para 2030, se espera que el mundo tenga 43 megaciudades de más de 10 millones de personas, la mayoría de ellas en el sur global”, pronosticó, para señalar que “esas ciudades no se desarrollarán bien si las mujeres no tienen las mismas oportunidades que los hombres de decidir de qué manera las urbes se planifican y administran”.
Las ciudades constituyen un entorno injusto para las mujeres
La agencia especializada señaló que “Tanto en los países desarrollados como en los países en desarrollo”, mujeres, niñas, e integrantes de la población sexualmente diversa, “enfrentan peligros cuando salen a la calle”, indicó, en el artículo que difundió en el marco del Día Mundial del Hábitat, que anualmente se conmemora, desde 1985, el primer lunes de octubre.
En el artículo, el Pnud informó que en Irlanda, el “55 % de las mujeres se sienten inseguras en el transporte público después del anochecer”, mientras que, en el Reino Unido, “71 % han sufrido algún tipo de acoso sexual público” -factor, el segundo, que, “entre las mujeres de 18 a 24 años, el porcentaje aumenta al 97 %”.
Para demostrar que las ciudades constituyen “un entorno injusto”, el Pnud aseguró que “las mujeres se benefician menos de la vida en las ciudades que los hombres”.
También planteó que “la forma en que las ciudades se diseñan, se construyen, se administran y se mantienen afecta el aprendizaje, el trabajo, el ocio y la participación política y cultural de las mujeres”.
A continuación preguntó: “no puedes encontrar un baño público o un cambiador de bebés o un lugar para amamantar? o un parque seguro y accesible para reunirte con amigos?”.
También formuló interrogantes respecto a si “están las calles anchas atascadas de coches mientras que las aceras son demasiado estrechas? es la infraestructura para bicicletas insegura o inexistente?”.
A continuación explicó que, “si la respuesta a estas preguntas es un sí, entonces es probable que las mujeres no tuvieran una voz significativa en la forma en que se construyó o se administra tu ciudad”
En calidad de ejemplo, agregó que, “en todo el mundo, una de cada tres mujeres no tiene baños seguros e inclusivos”.
Además, “la falta de espacios públicos y parques seguros, así como el alojamiento inasequible, promueven la exclusión y la violencia de género, especialmente para las mujeres mayores y discapacitadas”, precisó.
En materia de simbolismo en el ornato público, denunció que, mediante “estatuas, monumentos o nombres de calles, las ciudades refuerzan constantemente los logros de los hombres”.
Entre otras consecuencias, esto “reduce el interés de las niñas por la política, la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas”, aseguró, además de reflexionar que “la validación visual constante de los líderes masculinos puede generar un escaso sentido de pertenencia para las mujeres”.
Al enumerar aspectos a modificar, para dar lugar a “una nueva forma (urbana) de vivir”, el programa citó un estudio -en cuya elaboración, el Pnud fue entidad coautora- que “analiza la vida urbana contemporánea -como rara vez se ha hecho antes- desde la perspectiva de mujeres de diferentes edades, etnias, orientación sexual y orígenes socioeconómicos”.
En el análisis se ofrecen “formas de hacer que la planificación urbana funcione no solamente para los hombres, considerando la salud y el bienestar, el potencial humano, la seguridad y la equidad”, reveló.
“También explica que las mujeres y las niñas necesitan recursos y oportunidades equitativos que se pueden diseñar a través de políticas socioeconómicas y de planificación urbana inclusivas”, puntualizó.
Por ello quienes tienen la responsabilidad de “formular políticas deben permitir a las mujeres que den su opinión sobre los diseños de las ciudades y la planificación urbana”, recomendó.
Al respecto, aseguró que “los derechos de propiedad de las mujeres, negados en muchos países, son fundamentales para su futuro y libertades”.
Foto: Nout Gons
Foto interna: Margerretta