Nadia Murad Basee Taha, ganadora del Premio Nóbel de la Paz 2018, es la voz viviente de las víctimas de violencia sexual.  

Con 25 años de edad, Nadia Basee Taha, se ha convertido en la activista más conocida en derechos humanos. La  iraquí de ascendencia kurdayazidí, Primera Embajadora de Buena Voluntad para la Dignidad de los Supervivientes de Trata de Personas de las Naciones Unidas, ha cumplido la misión de concienciar sobre el tráfico de personas y se ha mantenido cercana a las comunidades de refugiados y supervivientes de violencia, escuchando los testimonios de víctimas de trata y genocidio.

En 2018 fue galardonada con el Premio Nobel de la Paz que compartió con Denis Mukwege “por sus esfuerzos para erradicar la violencia sexual como arma en guerras y conflictos armados”.

Cuando tenía 19 años, siendo estudiante en el pueblo de Kojo en Sinjar, al norte de Irak, combatientes del Estado Islámico acorralaron a la comunidad yazidí del pueblo, asesinando a 600 personas, incluyendo a seis de sus hermanos y hermanastros. Fue en ese momento que la tomaron como esclava junto a otras mujeres jóvenes.

Murad fue una de las más de 6.700 mujeres yazidí que han sido tomadas como prisioneras por el Estado islámico en Irak, retenida como esclava, golpeada, quemada con cigarrillos y violada.

Tras múltiples atropellos y violaciones, ella fue capaz de escapar y pudo salir clandestinamente del área controlada por el Estado Islámico, permitiéndole llegar a un campamento de refugiados en Duhok, en el norte de Irak.

En febrero de 2015 dio su primer testimonio a reporteros del diario belga La Libre Belgique y fue una de las 1.000 mujeres y niños que se beneficiaron de un programa de refugiados del Gobierno de Baden-Württemberg, en Alemania, que se convirtió en su nuevo hogar.

Ese mismo año Murad informó el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas sobre la trata de humanos y comenzó a liderar iniciativas para proporcionar apoyo legal y asistencia a las víctimas del genocidio, a pesar de que recibe serias amenazas a su seguridad a raíz de su trabajo.

En el libro de su autoría “Yo seré la última: Historia de mi cautiverio y mi lucha contra el Estado islámico”, publicado en el 2017, describe en primera persona el calvario que vivió y cómo hizo para salir adelante. Párrafos como el siguiente describe su sufrimiento: “El mercado de esclavas abría por la noche. Podíamos escuchar la conmoción que había abajo, donde los militantes se registraban y se organizaban. Cuando el primer hombre entró en la habitación, todas las chicas comenzaron a gritar. Fue como la escena de una explosión. Gemíamos como si estuviéramos fuertemente heridas, retorciéndonos y vomitando en el suelo. Pero nada de eso detuvo a los militantes”.

En septiembre de 2016 Murad fue nombrada Primera Embajadora de Buena Voluntad para la Dignidad de los Supervivientes de Trata de Personas de las Naciones Unidas, en octubre de ese mismo año recibió el Premio Vaclav Havel de Derechos Humanos del Consejo de Europa y el Premio Sájarov a la Libertad de Conciencia.

Actualmente Murad es fundadora de la Iniciativa Nadia, una organización dedicada a ayudar a mujeres y niños víctimas de genocidio, crímenes de guerra y tráfico de personas, brinda apoyo para reconstruir sus vidas y comunidades.​

Su impactante vida lo resume el siguiente párrafo: “Caminaban alrededor de la habitación, mirándonos fijamente, mientras nosotras gritábamos y suplicábamos. Al principio, gravitaban en torno a las más lindas, preguntando, ‘¿cuántos años tienes?’, y examinando sus cabellos y sus bocas. ‘¿Son vírgenes, no?’, le preguntaban al guardia, que asentía y decía, ‘¡Claro!’, como un comerciante orgulloso de su producto. Los militantes nos tocaban donde querían, pasando sus manos sobre nuestros senos y sobre nuestras piernas, como si fuéramos animales”.

Murad afirma que “La violación ha sido usada a lo largo de la historia como arma de guerra”, por lo que espera que al contar su historia de forma honesta esta se convierta en la mejor arma contra el terrorismo.