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Inicio EMPRENDIMIENTO LUISA CAPETILLO Niñas se educan clandestinamente bajo el régimen talibán

Niñas se educan clandestinamente bajo el régimen talibán

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La educación para la población femenina de Afganistán, a partir de la edad de doce años, es un derecho humano que bajo la dictadura teocrática talibana es inaccesible

La situación amerita solidaridad activa de la comunidad mundial, lo que no está evidenciándose, razón por la cual resulta clave que se tome conciencia de que el compromiso con la enseñanza, una vez asumido, es permanente.

Al esbozar, de esta manera, la situación que las mujeres y las niñas enfrentan, en el país asiático, en materia de enseñanza media y superior, tres afganas plantearon, durante una actividad internacional, que, sin educación, no es posible el empoderamiento económico femenino.

Una dicente y dos activistas en materia de género, expusieron la sistemática violación a los derechos de las mujeres, por parte del régimen afgano, durante sus respectivas participaciones en durante el debate llevado a cabo, el 24 de enero, en la sede de Naciones Unidas, en la oriental ciudad estadounidense de Nueva York, para conmemorar el Día Internacional de la Educación.

En la nota informativa que, sobre el debate, difundió en su sitio en Internet, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación la Ciencia y la Cultura (Unesco) indicó que, “desde septiembre de 2021, el regreso a la escuela de todas las niñas afganas mayores de 12 años se ha pospuesto indefinidamente, dejando a 1,1 millones de niñas y mujeres jóvenes sin acceso a la educación formal”.

“En diciembre de 2022 se suspendió hasta nuevo aviso la educación universitaria para mujeres, lo que afectó a más de 100.000 alumnas que asistían a centros de educación superior públicos y privados”, agregó, en alusión a la toma del poder por los talibanes.

Surgido en 1994, en el marco de la guerra civil afgana (1992-1996), el grupo fundamentalista islámico Talibán estuvo, desde 1996 hasta 2001, en control de aproximadamente tres cuartas partes de los algo más de 652 mil kilómetros cuadrados que constituyen el territorio del país asiático.

La violenta administración talibana -caracterizada por despiadadas violaciones a los derechos humanos, en particular de las mujeres y las niñas- fue derrocada en diciembre de 2001, cuando Afganistán fue escenario de una invasión militar internacional, encabezada por Estados Unidos.

No obstante, esa derrota, el movimiento se mantuvo, desde entonces, en resistencia armada.

Tras el retiro, a mediados de 2021, de las tropas estadounidenses -las fuerzas extranjeras que mantenían la intervención-, la ofensiva talibana logró el objetivo de derrocar al gobierno del presidente (2014-2021) Mohammad Ashraf Ghani, cuando tomó, el 15 de agosto del año pasado, el control de Kabul -por lo tanto, del país-.

Desde que asaltó el poder, la dictadura teocrática impone, brutalmente, la anulación de los derechos de las mujeres, misógina política que el régimen teocrático justifica mediante su arbitraria interpretación del Corán -el libro sagrado musulmán-.

“Hoy en día, una niña afgana que desee acceder al derecho humano fundamental de la educación tiene dos opciones: si tiene suerte, irse al extranjero, o pasar a la clandestinidad”, denunció Shabana Rasikh, fundadora de la Escuela de Liderazgo Afganistán (School of Leadership Afghanistan), al participar en la actividad llevada a cabo por la Unesco.

Las alternativas consisten en “convertirse en refugiada o, de hecho, convertirse en una delincuente, en Afganistán”, reafirmó, para puntualizar: “estamos hablando de una niña de 12 años”.

Rasikh explicó que, a causa de la represión de género imperante bajo la dictadura afgana, debió trasladar la escuela -un internado para niñas que operó, de 2006 a 2021, en Kabul, la capital nacional-, a Rwanda -país ubicado en la zona centroriental de África-, donde la institución educativa desarrolla sus actividades.

“La realidad es que una mujer sin acceso a la educación es una mujer sin poder de acción, es una mujer sin independencia económica o personal, una mujer que vive de limosnas, completamente dependiente de otros para satisfacer sus necesidades básicas”, reflexionó.

“Primero, los talibanes nos privaron, a las mujeres afganas, del derecho a la escuela secundaria”, y, “después, del derecho a acceder a la universidad”, siguió planteando.

“Ni niñas que se gradúen en secundaria, ni mujeres con títulos universitarios, ni libertad para encontrar trabajo, ni habilidades que aportar a ningún mercado laboral, ningún lugar donde existir más allá de las paredes del hogar, sin independencia, sin libertad, sin voz, sin esperanza: este es el futuro que nos reservan” los talibanes, advirtió, en calidad de denuncia.

Rasikh también formuló una exhortación, a la comunidad internacional, en el sentido de que “invierta, con miras a garantizar que las refugiadas afganas tengan acceso a una educación de calidad en sus países de acogida”.

“Para que cada niña afgana en el exilio se convierta en una mujer afgana instruida y preparada para regresar a Afganistán”, precisó.

Al respecto, Aydin Sahba, activista en la defensa de los derechos de las mujeres, además de estudiante en la escuela de liderazgo, fue intensamente crítica en cuanto a la solidaridad del entorno global.

“Por desgracia, la comunidad internacional, los líderes mundiales, y el mundo, en su conjunto, nos han fallado”, expresó, durante su presentación testimonial.

“Y por ‘nosotros’, me refiero al ‘futuro’, el futuro que todos compartimos juntos”, aclaró, a continuación, para plantear, a continuación, que “quiero que el mundo luche por mis hermanas”.

Ello, “porque por mis hermanas –todas las que se quedaron en el país– merecen la pena (de) esta lucha”, explicó.

“Mientras la crisis actual siga afectando a las vidas de millones de niñas afganas, debemos ser plenamente conscientes de las raíces y las repercusiones, a largo plazo, de dicha crisis, y actuar en consecuencia”, señaló, a manera de recomendación.

“Limitarse a abrir las puertas de escuelas y universidades, ya no es la solución definitiva”, advirtió, para precisar que “la calidad y el contenido de la educación que reciben los niños afganos también deben abordarse”.

Por su parte, la exiliada escritora y también activista afgana Pashtana Dorani, expresó que “es hora de que los líderes mundiales comprendan que la educación, en Afganistán, no es un proyecto de seis meses” sino que “es un compromiso a largo plazo”.

Fundadora y directora de la primera red de escuelas digitales en ese país -denominada Aprender Afganistán (Learn Afghanistan)-, Dorani hizo referencia a lo que describió como “los retos relacionados con el desarrollo de herramientas (educativas), la formación de los docentes, y el acceso a los contenidos pedagógicos en las lenguas locales, tanto en línea como fuera de línea”.

Sobre ese tema, Rasikh planteó la necesidad de “aumentar la inversión en aprendizaje en línea, y encontrar soluciones innovadoras, seguras, y eficaces para llegar a todas las niñas del país”.

“Cuánto vale una chica?”, preguntó, para, de inmediato responder que “lo vale todo, y puede hacerlo todo”.

Durante su intervención, Dorani también formuló algunas sugerencias respecto a la creación de “mecanismos de financiamiento alternativos, y soluciones para apoyar a las comunidades del país que están marcando la diferencia, luchando por sus derechos”.

En el dramático cuadro de crisis sociopolítica y humanitaria que, bajo la tiranía talibana golpea brutalmente a Afganistán, “el acceso a la educación no significa que todas las niñas de Afganistán vayan a tener acceso a oportunidades”, precisó.

En ese sentido, la activista explicó que, “el acceso a la educación, sin ninguna oportunidad, no significa nada”, porque, en tal contexto, “no tienes independencia económica (…) independencia emocional”, como tampoco “derecho a moverte, a viajar, o a hablar libremente”.

Foto: Ali Azad

 

 

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