A la hora de buscar trabajo, pocas cosas me ofenden más como mujer, que la infaltable pregunta: ¿piensa usted tener hijos?
Aunque este cuestionamiento es a todas luces ilegal, esto no significa que en la praxis, no seamos víctimas de discriminación por género cuando vamos a una entrevista de trabajo.
El Código de Trabajo señala que nosotras las mujeres tenemos derecho incluso a mentir sobre nuestro estado de gravidez, y no ser sancionadas por ello posteriormente.
En ese sentido, los tribunales y la Sala IV tienen abundante jurisprudencia que defiende el derecho de las trabajadoras.
La razón que me llevó a escribir esta columna, es que recientemente conversaba con una amiga que había ido a una entrevista de trabajo y el eventual empleador, le lanzó la pregunta sin inmutarse un ápice y sin importarle, que estuviera al frente otra funcionaria de su despacho.
Lo que más le dolió, indica mi amiga a quien llamaremos Sofía, es que esa otra mujer, no solo asintió la pregunta, como si se tratara de un asunto capital para la empresa que ellos representaban, sino que también, quiso profundizar sobre el tema y llegó a preguntar cosas como, ¿qué opinaba su esposo sobre la posibilidad de no tener hijos?, lo cual, fue decepcionante desde todo punto de vista.
Cuando se preguntan este tipo de cosas, se discriminan a las mujeres, por un hecho natural e indispensable, como es el de la reproducción humana y eso es aberrante.
La situación que le pasó a Sofía, me llevó a pensar, que aún nos queda un largo camino por recorrer para educar a la sociedad y a nosotras mismas.
Como mujer, sueño con el día en que hacer ese tipo de preguntas, sean consideradas una afrenta y por tanto, haya una condena general de la sociedad contra las empresas públicas o privadas, que se atrevan a condicionar un puesto de trabajo de esta forma.
No sé cuánto tiempo pasará, pero sí tengo la fe de que algún día, un caso excepcional, llamará la atención de la sociedad y con ello, esta práctica tan detestable sea desterrada de una vez por todas de las entrevistas de trabajo.
Mientras tango, hagamos todas lo que hizo mi amiga Sofía, mintió descaradamente y no se inmutó ni un ápice, como también lo hizo el sinvergüenza, machista y discriminador, con el que le tocó lidiar ese día.
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