Fuente: dw.com

La lucha de las mujeres en activa y desafiante oposición al régimen talibán, violentamente establecido, a mediados de agosto, en Afganistán, necesita respaldo internacional, ante la represión de que es objeto, de acuerdo con el análisis de organizadoras de protestas.

Las manifestaciones continuarán, sin perjuicio de las condiciones planteadas por el Ministerio del Interior (Seguridad) de la administración interina anunciada el 7 de setiembre, plantearon dos de las líderes del movimiento femenino, en declaraciones reproducidas, cuatro días después, por el medio de comunicación Deutsche Welle (DW), de Alemania.

Mahbobe Nasrin Dockt y Basira Taheri, activistas afganas, reaccionaron, así, a la advertencia formulada por el ministerio -evidentemente dirigida a las opositoras-, eliminando el derecho a manifestación pacífica -un derecho humano-.

“Por razones de seguridad, a partir de ahora las protestas, en Afganistán, están prohibidas”, advirtió la entidad, en su primera declaración desde que la administración fue anunciada.

También restringe la libertad de reunión -otro derecho humano-.

En este sentido, “toda reunión pública debe reportarse por adelantado al Ministerio del Interior”, de acuerdo con lo dispuesto oficialmente.

Además, “las autoridades de seguridad deben ser informadas al detalle sobre las consignas que serán utilizadas”, según lo indicado en el anuncio.

“Las violaciones a estas reglas serán castigadas”, advirtió la dependencia gubernamental, en clara alusión a las marchas de mujeres, manifestaciones pacíficas que vienen llevándose a cabo, desde la instalación del régimen, lo mismo en Kabul -la capital nacional- que en otras ciudades afganas.

El nuevo ministro del Interior es Sarajuddin Haqqani, hijo y sucesor de Maulvi Jalaluddin Haqqani, quien fundó la Red Haqqani.

Se trata de una agrupación guerrillera que, tras haber recibido, durante la década de 1980, financiamiento de la estadounidense Agencia Central de Inteligencia (CIA), fue designada, en 2012, por Estados Unidos, como organización terrorista.

Sarajuddin Haqqani, es buscado por el estadounidense Buró Federal de Investigación (FBI).

Tras el amenazante anuncio ministerial, Dockt declaró, a DW, que “seguiremos manifestándonos por nuestros derechos, también sin autorización”.

“El Ministerio del Interior aún no comienza realmente a hacer su trabajo”, agregó, para preguntar: “a quién debemos, entonces, presentar nuestras solicitudes?”.

“También es obvio que, cuando vean el objetivo de nuestras protestas, no nos darán permiso”, vaticinó Dockt, organizadora de protestas en Kabul, en el desarrollo de una de las cuales -la llevada a cabo, y brutalmente reprimida, el 8 de setiembre- fue detenida.

La activista denunció, asimismo, que autoridades de seguridad “introdujeron mis datos, en un sistema (electrónico), y me advirtieron que no organizara más protestas”.

“Pero no me dejaré intimidar”, advirtió, para reflexionar que, “si no luchamos, estamos perdidas”.

Por su parte, Taheri relató la violencia talibana contra la manifestación realizada el 7 de setiembre -una de las que ha organizado en la ciudad de Herat, capital de la occidental provincia de igual nombre, a su vez fronteriza con Irán y Turkmenistán.

“Era una reunión pacífica”, comenzó a narrar la activista, quien, ese día, fue golpeada por los atacantes.

“Muchas mujeres dieron breves discursos”, mientras, “frente a nosotros, estaban los talibanes, con armas en sus manos, vigilándonos”, agregó.

“De pronto, comenzaron a disparar -primero al aire y luego a nosotras-, sé que varias mujeres resultaron gravemente heridas”, denunció.

En cuanto al fundamentalismo religioso del movimiento extremista Talibán, Taheri aseguró que “sus valores, no son nuestros valores”.

“Los combatientes talibanes han pasado casi toda su vida en algún lugar remoto, lejos de la civilización, y solo han aprendido a luchar”, continuó explicando.

“Muchos, no saben leer ni escribir, ni tienen idea de lo que significa vivir en una ciudad”, agregó, a manera de ilustración específica.

La opositora se refirió, además, a los avances logrados, en materia de género, durante las dos décadas -de 2001 a 2021- que los talibanes no estuvieron en el poder.

“La sociedad afgana ha cambiado mucho, en los últimos 20 años”, subrayó, para plantear, como una advertencia, que “no permitiremos que los talibanes nos quiten nuestros derechos”.

Al respecto, y también citada por DW, una activista de Kabul quien solicitó no ser identificada, dijo que “los talibanes buscan el reconocimiento de la comunidad internacional, pero esta debería defendernos y apelar por nuestros derechos”.

“La presión exterior los hará ceder”, reflexionó.

Las tres afganas hicieron, así, alusión a la violenta misoginia talibana, que virtualmente anula los derechos de las mujeres.

Reflejo de ello es el hecho de que el gabinete del gobierno interino carece, completamente, de integrantes femeninas, además que el Ministerio de Asuntos de las Mujeres fue eliminado.

Un punto en el cual los talibanes enfocan, con particular violencia, su extremismo, es la educación, uno de los derechos cuyo ejercicio prohíben a las afganas.

Respecto al tema del acceso de género al sistema educativo nacional, la joven afgana Malala Yousafzai, activista por ese derecho, planteó, en un artículo de opinión que publicó, el 17 de agosto, en el diario estadounidense The New York Times, la urgente necesidad de ayudarlas.

“En este momento crucial, debemos escuchar las voces de las mujeres y niñas afganas”, quienes “piden protección, educación y la libertad”, expresó la promotora de la educación para las niñas en Afganistán, activismo que le significó, en 2012-cuando tenía 15 años- un atentado talibán, a balazos, del que, siguiendo un complejo y prolongado proceso médico, en Europa, logró recuperarse.

“No es demasiado tarde para ayudar al pueblo afgano, en particular, a las mujeres y los niños”, pero “no tenemos tiempo que perder”, planteó Yousafzai, quien, en 2014
-a la edad de 17 años-, se convirtió en la persona receptora más joven, hasta ahora, del Premio Nobel de la Paz -y de cualquiera de los galardones Nobel-.

“Las niñas y mujeres jóvenes afganas están de nuevo en una situación en la que he estado: desesperadas por la idea de que otra vez no se les permita estar en un salón de clases o sostener un libro”, precisó.

Surgido en 1994, en el marco de la guerra civil afgana (1992-1996), el grupo Talibán estuvo, desde 1996 hasta 2001, en control de aproximadamente tres cuartas partes de los algo más de 652 mil kilómetros cuadrados que constituyen el territorio afgano.

La violenta administración talibana -caracterizada por las brutales violaciones a los derechos humanos, en particular de las mujeres y las niñas- fue derrocada en diciembre de 2001, cuando Afganistán fue escenario de una invasión militar, encabezada por Estados Unidos.

No obstante esa derrota, el movimiento se mantuvo, desde entonces, en resistencia armada.

Tras el reciente retiro de las tropas estadounidenses -las fuerzas extranjeras que mantenían la ocupación en el país asiático-, la ofensiva talibana logró el objetivo de derrocar al gobierno del presidente (2014-2021) Mohammad Ashraf Ghani, cuando tomó el control de Kabul, el 15 de agosto de este año.