La historia del cine y la televisión está cargada de relatos que se desarrollan en centros penitenciarios. Incluso algunas de las películas más importantes -o populares- de la cultura cinematográfica han retratado de una u otra manera la vida en una prisión. Pero sucede que la mayoría de estas historias (y basta buscar en Google para darse cuenta que efectivamente son una mayoría con una amplia diferencia) son tratadas desde la perspectiva masculina. Tanto es así que a veces olvidamos que existen estos sistemas penitenciarios para mujeres y ligamos la cárcel directamente con el sexo masculino. Esto es lo que nos ha vendido el cine y la televisión por muchos años, y es ahí precisamente, donde los productores encontraron una ficha segura a la cual apostar, para crear una serie que toca un tema que ha sido abordado hasta el cansancio, pero de una manera fresca. Desde «una mirada femenina».
Basada libremente en el libro «Orange Is the New Black: Crónica de mi año en una prisión federal de mujeres» de Piper Kerman, y otras historias reales, la serie sigue la vida de Piper Chapman (Taylor Schiling), una mujer educada y estable, a la que aparentemente no le hace falta nada y está a punto de casarse, cuando algunas «aventuras» de su pasado le pasan factura y esta termina condenada en la prisión de mujeres en Litchfield, Nueva York, por un delito de drogas.
Si bien es cierto que la serie tiene como «hilo conductor» la trama de Piper, esta deja de ser la única protagonista, cuando comenzamos a conocer a toda la gama de personajes tan carismáticos que ofrece la serie. Mujeres, ¡todas tan diferentes de tantas maneras! dulces, frías, inteligentes, coquetas, locas -literalmente-, blancas, negras, latinas, rusas, transexuales… Todas con grandes historias, tan reales y humanas que, a pesar del tono medio cómico/ dramático o de humor negro que caracteriza a la serie y con el que trata las situaciones diarias vividas en la prisión de Litchfield, también inevitablemente nos confronta con una dura realidad, y hasta nos hace sentir identificadas de alguna u otra manera. Durante las 6 temporadas que tiene la serie (hasta el día de hoy), se cuentan a modo de escenas retrospectivas, cada una de las historias de estas mujeres y de cómo tomaron malas decisiones en las distintas situaciones que plantea el drama, y que constantemente nos invitan a cuestionarnos y pensar en la idea de que cualquiera podría estar ahí:
«Quiero que sepas que, por lo que a mí respecta, tú y yo somos iguales. La única diferencia entre nosotras es que cuando yo tomé malas decisiones, no me pillaron. Podría ser yo la que estuviera aquí vestida de caqui.» (Diálogo de la serie entre una policía y una reclusa).
Partiendo de esto, es fácil sentirse identificado con los personajes y sus aventuras diarias. Eso sí, sin romantizar el hecho, la serie también refleja la violencia y el drama, tanto en el ambiente penitenciario como el interno y el familiar, dejando de lado esa absurda idea que muchos podríamos tener, de que una prisión de mujeres es menos difícil o peligrosa que una prisión para hombres y mostrándonos que, por el contrario, hay situaciones como las que debe vivir una mujer embarazada, o una madre soltera que debe alejarse de sus hijos y abandonarlos en medio de un ambiente hostil; el trato que reciben las mujeres transgénero y la escases de productos para la higiene menstrual -entre otras situaciones- hacen que su estado de aislamiento pueda convertirse en una tortura, incluso en el más «normal» de los casos.
Por otro lado, la serie se ha convertido en todo un fenómeno en la vida real, sirviendo como plataforma para ver a actrices como Uzoamaka Nwaneka «Uzo» Aduba, una actriz de origen nigeriano que ha sido galardonada en varias ocasiones por su interpretación de Suzanne «Ojos Locos» Warren en la serie, y que es, probablemente, uno de los personajes más carismáticos y mejor interpretados que he visto en una serie en los últimos años.
Otro de los detalles destacables es la presencia de personajes latinoamericanas con roles sumamente importantes interpretados por actrices como Selenis Leyva (Gloria), o la dominicana Jackie Cruz (La Flaca).
Cabe destacar también que la serie ha puesto sobre la mesa discusiones tan importantes como el trato que reciben las mujeres trans, gracias al personaje de «Sofía» que es llevado a la pantalla por Laverne Cox, actriz y activista transgénero afroamericana, y el hecho de que las mujeres negras tienen una tasa de encarcelamiento casi tres veces mayor. En el año 2014, las mujeres reales en las que se basan algunas de las historias, se organizaron y pusieron en marcha iniciativas como «Free Her» y la organización sin fines de lucro «Families for Justice as Healing» que luchan por reformar el sistema penitenciario femenino.
Definitivamente Netflix ha logrado crear más que una serie: una voz que grita y expone situaciones e historias de mujeres, llevadas hasta los límites de sus emociones, y eso es algo que vale la pena ver.
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Para concluir, les dejo una frase y una curiosidad que destaco de la serie:
“Tengo miedo de no ser yo misma aquí y tengo de lo que soy. Otras personas no son lo que da más miedo en prisión, Dina. Es enfrentarte cara a cara con lo que realmente eres, porque una vez que estás entre estas paredes, no hay donde correr, aunque pudieras. La verdad te alcanza aquí Dina, y es la verdad la que te hará su perra”. -Piper Chapman.
*Curiosidad:
La introducción de la serie está compuesta de varias tomas en detalle de mujeres que realmente fueron convictas.