La pandemia mundial del nuevo coronavirus plantea la oportunidad de modificar el concepto general de seguridad, abandonan el gasta militar masivo, fortaleciendo la igualdad de género, plantearon dos altas funcionarias de Naciones Unidas.

Las tradicionales nociones en materia de seguridad, con enfoque armamentista, no se traducen en protección, para la población en general -la femenina, en particular- contra los retos conocidos, señalaron, además, la Alta Representante de las Naciones Unidas para Asuntos de Desarme, la japonesa Izumi Nakamitsu, y la directora ejecutiva de la Entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de las Mujeres (ONU Mujeres), la sudafricana Phumzile Mlambo-Ngcuka.

Para poner fin a la tendencia militarista en este campo, es necesario escuchar a las organizaciones de mujeres que, hace décadas, vienen expresándose en contra del armamentismo, aseguraron las funcionarias internacionales, en un artículo de opinión difundido, el 6 de mayo, por ONU Mujeres.

“Para todos nosotros, pero en especial para las mujeres, la pandemia es un recordatorio de que las nociones tradicionales de ‘seguridad’ que impulsa la industria de armamentos no pueden protegernos de los peligros y desafíos a los que nos enfrentamos habitualmente”, señalaron.

En cuanto a esos riesgos, advirtieron que, consecuencia de los nocivos efectos de la emergencia sanitaria, 47 millones de mujeres y niñas están próximas a ingresar al estamento socioeconómico global de pobreza extrema.

En ese sentido, señalaron que “el virus reveló que las diferencias de género no solo persisten, sino que se están agravando, lo que amenaza décadas de progreso, especialmente si las mujeres siguen siendo excluidas de la elaboración de la respuesta a la pandemia”.

“Recuperarse de la pandemia debe significar el fortalecimiento de la seguridad social y económica de las mujeres, incluso a través de mayores inversiones en salud, educación y sistemas de protección social que promuevan la igualdad de género”, escribieron, a manera de recomendación.

“Sin embargo, la seguridad y el bienestar de las personas comunes han quedado históricamente en segundo plano frente a una idea de ‘seguridad’ más limitada y militarizada, que sigue llevando a los responsables de la toma de decisiones a gastar enormes cantidades de dinero para construir arsenales de armas desbordantes”, denunciaron.

La acumulación de armas ha alejado la perspectiva de paz, y, “para avanzar (hacia erradicarlas) será necesario adoptar una visión más amplia de la seguridad, que reduzca la dependencia de los armamentos militares, considere nuestra humanidad común y reconozca el empoderamiento de las mujeres como un factor esencial para la paz y el desarrollo sostenibles”, expresaron Nakamitsu y Mlambo-Ngcuka.

Al aclarar que “estas ideas no son nuevas”, las funcionarias manifestaron que, “por ejemplo, las Naciones Unidas han establecido, como un objetivo principal, la reducción de los presupuestos militares desde su fundación”.

No obstante ello, la erogación mundial en ese rubro está en una espiral ascendente, aseguraron.

Al respecto, denunciaron que “los gastos militares en 2020 alcanzaron los 1,981 billones de dólares, lo que equivale aproximadamente a 252 dólares por persona en un año”.

“En comparación, en 2018 solo se gastaron en promedio 115,95 dólares por persona en ayuda bilateral, de los cuales un escaso 0,2% se destinó directamente a organizaciones de derechos de las mujeres, un porcentaje que no ha cambiado en una década”, puntualizaron.

Ahora, “la pandemia nos ha ofrecido una oportunidad única para ‘reajustar’ nuestro enfoque de la seguridad de manera que también se mejore la igualdad de género”, propusieron.

“Como dos líderes de las Naciones Unidas que trabajan por el desarme y la igualdad de género, creemos que se necesita que sucedan tres cosas”, plantearon, además.

“En primer lugar, debemos abstenernos de evitar las preguntas difíciles”, indicaron, a continuación.

“La seguridad de quién se protege al modernizar o ampliar las armas, como las bombas nucleares, que provocarían una catástrofe humana, con un impacto desproporcionado sobre las mujeres y las niñas, si se utilizan?”, agregaron.

“Para acabar con nuestra adicción global a las armas, los responsables de la toma de decisiones deben adoptar un enfoque de la seguridad más centrado en el ser humano, que reconozca cómo los países han trabajado durante siglos para lograr el desarme como una forma de protegerse a sí mismos, cuidarse mutuamente y evitar el sufrimiento humano innecesario”, continuaron expresando.

“Esto requerirá voluntad política y una revitalización de la diplomacia por encima de la inversión en grandes ejércitos”, aseguraron.

“En segundo lugar, se debe tomar en serio a las voces que reclaman el fin de la militarización desenfrenada”, siguieron enumerando.

“Muchas organizaciones de mujeres llevan más de un siglo oponiéndose al gasto militar desbocado, mientras que los movimientos feministas han sido clave para examinar críticamente si las inversiones de nuestros gobiernos en el fortalecimiento de la seguridad han tenido en realidad el efecto contrario”, precisaron Nakamitsu y Mlambo-Ngcuka.

“Ellos forman parte de un impulso por el cambio multigeneracional y multisectorial”, por lo que “debemos escuchar estos mensajes, fuerte y claro, y crear las condiciones para incluirlos en la formulación de políticas”, aconsejaron.

“En tercer lugar, necesitamos que nuestros funcionarios electos tomen medidas para dejar de gastar tanto dinero en armas”, porque, “si nuestros líderes dan prioridad a las inversiones en protecciones sociales, como el acceso igualitario a la atención de salud y educación de calidad para todos, pueden acercarnos más al logro de los Objetivos Mundiales, incluidos los de igualdad de género”, aseguraron, además.

Las autoras del artículo hicieron, así, referencia a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).

Contenidos en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, aprobada, en 2015, por la Asamblea General de las Naciones Unidas, los ODS consisten en 17 metas, cuyo cumplimiento se prevé, a más tardar, para 2030.

El quinto, se refiere al componente de “Igualdad de Género”, con miras a “poner fin a todas las formas de discriminación contra las mujeres y las niñas”, lo que, simultáneamente, es un derecho humano básico, además de constituir un aspecto clave en materia de desarrollo sostenible.

“Se ha demostrado una y otra vez que empoderar a las mujeres y niñas tiene un efecto multiplicador y ayuda a promover el crecimiento económico y el desarrollo a nivel mundial”, según lo indicado en ese punto.

En cuanto a las inversiones que propusieron, la funcionarias propusieron que se las considere “como lo que son: pagos iniciales para que nuestras sociedades sean más resilientes, igualitarias y seguras”.