La periodista y activista de sociedad civil Malalai Maiwand, fue asesinada a balazos, crimen que el grupo terrorista Estado Islámico (EI) se adjudicó casi de inmediato.
Maiwand, de 30 años de edad, era, además de comunicadora, integrante del Centro para la Protección de Mujeres Periodistas Afganas (Centre for the Protection of Afghan Women Journalists, Cpawj).
El crimen fue condenado a nivel nacional e internacional, expresiones entre las cuales figura el comunicado emitido por la organización internacional Reporteros Sin Fronteras (Reporters Sans Frontères, RSF), que exigió, al gobierno afgano, protección para los periodistas.
RSF indicó que “condena el asesinato selectivo de la periodista afgana Malalai Maiwand (…) y exhorta a las autoridades afganas a garantizar la seguridad del personal de los medios de comunicación, en lugar de hacer poco para protegerlos”.
La organización gremial internacional aludió así a la fatal agresión, a balazos, ocurrida el 10 de diciembre, en la ciudad de Jalalabad, la capital del oriental provincia de Nangarhar, fronteriza con Paquistán.
El ataque tuvo lugar mientras Maiwand se desplazaba, en automóvil, desde su lugar de habitación hacia la sede del privado canal de televisión Enekaas TV, para el cual la profesional se desempeñaba, hacía ocho años, como presentadora de noticias, según versiones de medios afganos e internacionales.
El conductor del vehículo, Tahar Khan, también falleció a causa de heridas de bala que recibió durante la agresión.
Citado por la emisora alemana Deutsche Welle (DW), EI reivindicó, en jun comunicado, la acción criminal.
Tras describir a los asesinos como “soldados”, el grupo terrorista afirmó que los atacantes “tuvieron como objetivo a la periodista leal al régimen afgano Malala Maiwand en la ciudad de Jalalabad, con una pistola, lo cual llevó a su muerte”.
Entre las manifestaciones de condena, figura lo expresado por el presidente afgano, Ashraf Ghani, quien definió el asesinato como una acción “terrorista”, y afirmó que “los ataques a nuestros periodistas, son un crimen inhumano e imperdonable”.
Afganistán, un país calificado, por organizaciones internacionales de derechos humanos, como uno de los más peligrosos, a nivel mundial, para el ejercicio del periodismo, figura entre las peores posiciones en el Índice Mundial de Libertad de Expresión, producido anualmente por RSF.
En el ranking de este año, Afganistán figura en el lugar 122, entre 180 países estudiados, con calificación de 37.70 -en la escala de cero a cien puntos, en la cual el número más bajo indica el mejor desempeño-.
El país asiático figura en la penúltima de las cinco categorías -roja-, entre los países con “mala” gestión en materia de libertad de expresión.
En el comunicado de ocho párrafos, RSF citó a Reza Moini, su representante jefe para Irán-Afganistán.
“Malalai Maiwand era más que una periodista común”, expresó Moini.
“Su compromiso con el Cpawj, la convirtió en un modelo para para muchas mujeres periodistas afganas”, señaló el representante de RSF, para agregar que “su asesinato es aún más impactante y horrible, porque se llevó a cabo en el día en que el mundo está celebrando el Día de los Derechos Humanos”.
Moini aludió a la anual conmemoración, el 10 de diciembre, que coincide con la fecha en la cual, en 1948, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
El crimen contra Maiwand “se une a la larga lista de ataques selectivos contra periodistas afganos, y es un cruel recordatorio de la urgente necesidad de que las autoridades afganas den pasos inmediatos para garantizar y reforzar la seguridad de los profesionales de los medios”, planteó.
En términos generales, RSF informó, en un comunicado que emitió el 11 de diciembre, que, a nivel mundial, “el número de mujeres periodistas en prisión ha aumentado en 35%, de 31, hace un año, a 42, ahora”.
Por su parte, Farida Nikzad, directora del Cpawj, describió a la periodista como “una mujer valiente y activa”.
Expresó, asimismo, que “fue una de las primeras activistas de Cpawj”, y que “no tenía miedo a reportear los hechos y decir la verdad, en una región que está, constantemente, bajo presión de los enemigos de los derechos de las mujeres y la libertad de expresión”.
El centro comenzó a operar el 7 de marzo de 2017, un día antes de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer.
La organización fue constituida con el objetivo central de “combatir las variadas formas de presión social y material que las trabajadoras de los medios enfrentan en Afganistán”, informó, entonces, RSF, en un comunicado.
“También apunta a ser un foro donde las periodistas, especialmente aquellas quienes operan en regiones remotas, puedan obtener e intercambiar información y contactos que puedan asistirlas en su trabajo”, agregó.
Citada en ese comunicado, Nikzad -cofundadora, junto con RSF, del Cpawj-, subrayó que “la creación de este centro tiene la intención de enviar un fuerte mensaje, no solamente a las periodistas mujeres afganas sino a todas las mujeres del país”.
La directora de la organización hizo, así, referencia a la fuertemente patriarcal sociedad de Afganistán, donde la violencia de género, traducida en diversas formas de agresión machista, es una realidad cotidiana, agudizada por las situaciones de conflicto armado interno que han afectado a esa mediterránea nación asiática.
“Queremos apoyar a las mujeres periodistas, tanto en zonas de guerra como dentro de las organizaciones noticiosas para las cuales trabajan, para que defiendan lo mismo sus derechos como su seguridad física”, precisó.
Nikzad agregó que, “para ese objetivo, necesitamos que el gobierno y los propietarios de los medios se comprometan a hacer su parte en lo que es una batalla clave para la sociedad afgana”.