Aunque las razones para ser infiel en un hombre y en una mujer tienen mucha similitud, es importante resaltar que generalmente el hombre busca resultados sexuales y la mujer resultados emocionales.

María, así llamaremos a nuestra entrevistada, es una mujer de treinta y dos años, profesional, casada y con una hija de diez años. Tiene estabilidad económica.  Su esposo ocupa un puesto muy importante en una empresa.  Su casa es muy suntuosa y su hija puede estudiar en una escuela privada.  Ella puede comprarse cuanta ropa, carteras y zapatos desee. Sin embargo, no se siente plena con tanto lujo y un esposo exitoso.  La aventura con su amante es lo que llena su corazón, deseoso de lujuria y emociones.

Para María, en la vida es necesario romper los moldes. No se debe ser sumisa, y hay que vivir la vida y la pasión. El amor desenfrenado, sin censura, sin prejuicios… A eso llama ella una vida plena.

“No basta con el pan de cada día. Una debe ser aventurera. Yo no creo que mi esposo sea un santo; con tanto dinero y un buen vehículo, le aparece cualquier mujer”, afirma María.

Ella cree que su esposo también es infiel, aunque no le consta. Por eso ella prefiere adelantarse y vivir la adrenalina al máximo cada vez que se escapa con su amante, a quien considera guapo, creativo, ardiente, apasionado y morboso. Él es un hombre con novia, que no se atreve a pedirle a ella fantasías sexuales, pero para ese propósito tiene a María, una mujer  madura.

Según comenta la psicóloga Éricka Ávila, “existen varios factores que pueden llevar a una mujer a ser infiel, como por ejemplo la rutina, la falta de afecto emocional, patrones aprendidos, experiencia de vida, represalias, la necesidad de validar su autoestima, la pérdida de atractivo sexual, los cuales se valoran de manera individual dependiendo del caso”.

En el caso de María, se puede decir que es una conducta aprendida, pues ella recuerda reclamos de su padre hacia su madre por un supuesto amor pasajero.

Otra entrevistada, a quien llamaremos Leti, vive “un calvario”, como ella misma lo califica. Su esposo es un hombre machista, que no le permite trabajar, maquillarse mucho ni vestirse como a ella le gusta.

“Debo conformarme con lo que él me da por semana, tener la casa bien limpia, hacer todas las tareas con mis hijos, así como llevarlos y traerlos del colegio, y por supuesto tener la comida preparada para cuando él llega”, dice Leti con voz angustiada.

Esa “otra persona”, como lo llama, la hace sentirse más que un ama de casa. Le da afecto, energía y entusiasmo.  Le hace el amor con pasión y cariño.  Es tan diferente a su esposo, quien no la saca de la rutina de una relación sexual de uno arriba y el otro abajo.

Leti parece tan acostumbrada a su esposo que no se atreve a dejarlo: “El matrimonio es para toda la vida, decía mamá”, aunque no parece tan convencida.

Para “Rosa”, una mujer de 48 años que ha mantenido varias relaciones extra maritales durante sus 26 años de matrimonio, su infidelidad se debe a que su esposo y ella dejaron de tener una vida sexual activa después del nacimiento de su segundo hijo. “Por alguna razón que nunca entendí, él dejó de buscarme sexualmente, a pesar de mis múltiples intentos y finalmente yo dejé de hacerlo. Luego de un periodo de abstinencia sexual salí con una persona y a partir de ese momento siempre he tenido una pareja sexual fuera de mi matrimonio”.

En estas situaciones, la comodidad o la escasez no son factores determinantes para que una mujer llegue a ser infiel. En cada una, con su forma de pensar, las circunstancias que conducen a la infidelidad son distintas. Son mujeres con una historia que algunos querrán juzgar y otros no.

Favicon

kmontoyapetra@gmail.com