Inspiradoras mujeres han sido rebeldes en sus tiempos y luchadoras por sus convicciones, logrando ofrecer a sus hijas y nietas el mundo que hoy disfrutamos.

Tenía diecinueve años recién cumplidos, cuando escuché las palabras que cambiaron el curso de mi vida: “Mientras vivás bajo mi techo, vivís bajo mis reglas.”  Cuanta verdad con la que me enfrenté en ese momento; mi respuesta fue mirarle a los ojos y decirle: “Tenés toda la razón, gracias por todo lo que me has dado, dejo todo lo material, me llevo todo lo que me has enseñado, y voy a construir mi propio techo”.  Rebelde o luchadora, muchas veces la diferencia entre ambas es tan tenue que no se sabe.

Inspiradoras mujeres han sido rebeldes en sus tiempos y luchadoras por sus convicciones, logrando ofrecer a sus hijas y nietas el mundo que hoy disfrutamos. Sin embargo, las mujeres nos enfrentamos todos los días a escoger si luchar o no, ya que por naturaleza nos preocupa lo que piensen y sientan los demás. ¿Estoy dando suficiente tiempo a mis hijos?, ¿Qué pensará mi esposo si no lo estoy esperando en casa cuando llega de su trabajo?, ¿Cómo hacer para que mis padres comprendan que el mundo es diferente y trabajar está bien?, ¿Si me ascienden que tendré que sacrificar?…

Pero ese día que salí de mi casa, con lo mínimo para sobrevivir, me di cuenta que la razón por la que quería luchar era para que mi historia valiera la pena ser contada. Comprendí la importancia de la convicción, de crecer con cada acto, de aprender de cada error y de fortalecerme con cada uno de mis pasos. No debemos tratar de vivir bajo el radar para evitar el conflicto, no debemos disculparnos por defender lo que creemos.

Dejé mi carrera de medicina, pero mi sueño de hacer algo por los demás nunca se me olvidó. Todos los días me levanto y acomodo mi juego de ajedrez. Soy reina para mi esposo, peón en mi trabajo, torre de mi hogar, caballero de mis hijos y rey de mi vida. Todos los días, salgo a trabajar buscando hacer algo por los demás, que cada gramo de estrés que cruza por mi cuello, se transformé en algo que valga la pena contar. Mi trabajo se convierte en temas de conversación con mi esposo, inspiración para mis hijos y reflexión para mí.  Me di cuenta que el trabajar por los demás llenaba más mi hogar que mi presencia ausente.

Hoy soy ingeniera de mi vida, diseñadora de mi camino y arquitecta de mis sueños. Cada vez que tomo la decisión de luchar, desafío los obstáculos y me rebelo contra lo cotidiano. No debo olvidar escuchar a la gente que me rodea, es tan necesario como el aire, alimentar mi día con el consejo de mi prójimo. Esté de acuerdo o no, este conocimiento incentiva en mí la lucha por empoderar mi sabiduría para poder ofrecer más.

Sentada frente una pantalla, lucho contra la desconcentración de “todo lo que tengo que hacer.” Imploro la fuerza de la vanguardia para empoderar al mundo. Me inspiro en la sonrisa inocente de los niños que creen que todo se puede y me la creo yo también. Acepto que no soy invencible, pero tengo la fuerza necesaria para cambiar lo que me propongo.  Muchas veces, me río en la cara del “multitasking” y me concentro en no desgastarme, necesito la fuerza.

Todo concluye con la magia de ser auténtica, de poder decir al final de cada aventura, triunfo o fracaso, lo logré. Me rebelé ante lo normal e inventé algo nuevo. Luché lo cotidiano y emprendí un sueño. Pero sobre todo, hoy escribí una página en mi vida. Estoy orgullosa de que algún día esta historia sea contada. Vivimos en un mundo de reglas y de techos, pero solo nosotros podemos decidir si vale la pena luchar y rebelarnos para cambiarlas. Lo importante es escoger y tomar la decisión.