Las restricciones de género impuestas por el fundamentalista régimen talibán, en Afganistán, impiden el desempeño de las trabajadoras en el sector de la asistencia, lo que está agudizando la crisis humanitaria que afecta al país asiático, denunció la organización internacional no gubernamental Human Rights Watch (HRW).

Esas disposiciones impiden que familias en situación de necesidad -principalmente las encabezadas por mujeres- se vean privadas de recibir la ayuda que necesitan, de acuerdo con lo que indicó, en un comunicado, la entidad con sede en la nororiental ciudad estadounidense de Nueva York.

La dramática situación que golpea a Afganistán, como suele ocurrir en situaciones de esa naturaleza, afecta, principalmente, a la población femenina, puntualizó HRW.

Numerosas familias están vendiendo a sus niñas, para obtener dinero con el cual subsistir, agregó, en el texto difundido, el 4 de noviembre, en su sitio en Internet.

“Las reglas de los talibanes que prohíben, a la mayoría de las mujeres, operar como trabajadoras asistenciales, están empeorando la crisis en Afganistán”, denunció, en el texto de quince párrafos.

“Las restricciones, a nivel nacional, significan que la ayuda llegará a menos familias en necesidad, particularmente los hogares encabezados por mujeres”, planteó, a continuación.

“La actual crisis de Afganistán, como la mayoría de las crisis humanitarias, puede esperarse que cause el mayor daño a mujeres y niñas”, advirtió.

“Los pasados 20 años de guerra en Afganistán resultaron en más 100,000 muertes entre los combatientes, muchos de los cuales dejaron viudas e hijos”, señaló.

“Las viudas lucharon para sobrevivir aun antes de la actual crisis económica, y de las restricciones impuestas por los talibanes al acceso de las mujeres al trabajo remunerado”, precisó HRW.

“Además, las mujeres con discapacidades, lo mismo casadas que soleteras, son frecuentemente vistas como una carga para sus familias, y están en mayor riesgo de violencia tanto dentro como fuera del hogar”, explicó.

La organización fundada en 1978, destacó el componente clave que significa el trabajo femenino, en el área de asistencia humanitaria.

En ese sentido, indicó que se trata de una labor trascendental, en el marco de la segregación de género impuesta como regla en la patriarcal sociedad afgana.

“Las trabajadoras asistenciales en Afganistán desempeñan un papel importante en alcanzar y evaluar las necesidades de las mujeres y las niñas, y los hogares de conducción femenina, especialmente porque la sociedad está, con frecuencia, profundamente segregada según género”, expresó.

En cuanto a ese punto, detalló que “la falta de trabajadoras asistenciales también significa que las mujeres con discapacidades tienen menos acceso a los servicios de rehabilitación”.

También mencionó que, en una provincia, “los talibanes no están permitiendo que las trabajadoras asistenciales trabajen”, mientras en otras, “solamente están autorizadas para trabajar en evaluaciones -recolección de información sobre necesidades de personas- pero no en otras etapas, como entrega de asistencia”.

“En 16 otras provincias, los talibanes han dicho que las trabajadoras asistenciales deben estar acompañadas por un mahram (familiar masculino) cuando estén fuera de la oficina”, agregó.

Al respecto, HRW explicó que “el trabajo más crucial que las trabajadoras asistenciales frecuentemente realizan es frecuentemente fuera de la oficina, reuniéndose con personas en necesidad, incluyendo mujeres y niñas, evaluando sus necesidades, determinando los factores de riesgo que enfrentan, y asegurándose de que la asistencia llega a quienes más la necesitan”.

“Requerir que las trabajadoras asistenciales, en estas labores, sean acompañadas, obliga a que un familiar masculino se convierta en un segundo trabajador no remunerado o -muy frecuentemente- resultará un requisito imposible que obligue a la mujer a dejar su trabajo”, continuó explicando, como advertencia.

HRW señaló que el autoritario régimen afgano también limita el tipo de labor que las trabajadoras asistenciales pueden cumplir.

En 11 provincias, “están autorizadas a trabajar solamente en programas de salud y educación, bloqueándolas de otras áreas de ayuda humanitaria, tales como distribución de alimentos otras necesidades, agua, salubridad, medios de supervivencia”, denunció, además.

En ese sentido, destacó que se trata de acciones “en las cuales la participación de las mujeres es esencial”.

“Otro aspecto clave de la programación de ayuda es la protección y la asistencia a las personas, predominantemente mujeres y niñas, quienes pueden estar frente a violencia de género”, lo que significa que, “sin trabajadoras, esta tarea es virtualmente imposible”, planteó.

A manera de síntesis, HRW denunció que, “desde que asumieron el poder en Afganistán, el 15 de agosto, los talibanes han, sistemáticamente desmantelado los sistema, establecido en el país, para prevenir y responder a la violencia de género”.

Surgido en 1994, en el marco de la guerra civil afgana (1992-1996) -tras la ocupación militar (1978-1992) por parte de la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS)-, el grupo Talibán estuvo, desde 1996 hasta 2001, en control de aproximadamente tres cuartas partes de los algo más de 652 mil kilómetros cuadrados que constituyen el territorio afgano.

La violenta administración talibana -caracterizada por las brutales violaciones a los derechos humanos, en particular de las mujeres y las niñas- fue derrocada en diciembre de 2001, cuando Afganistán fue escenario de una invasión militar, encabezada por Estados Unidos.

No obstante esa derrota, el movimiento se mantuvo, desde entonces, en resistencia armada.

Tras el retiro, en agosto, de las tropas estadounidenses -las fuerzas extranjeras que mantenían la ocupación en el país asiático-, la ofensiva talibana logró el objetivo de derrocar al gobierno del presidente (2014-2021) Mohammad Ashraf Ghani, cuando tomó el control de Kabul, el 15 de agosto de este año.