Conozca la historia de Elena Arce Ramírez,  costarricense que contra cualquier pronóstico se convirtió en una exitosa empresaria, única mujer en Costa Rica en ser propietaria de un comercio dedicado a la venta al por mayor, detal y representación de materiales para calzado.

Marcados por la pobreza, la quinta de nueve hijos, criada por un padre  soltero, que solo tenía tercer grado de escolaridad, pero con un fuerte apego al trabajo y a la honestidad, es el inicio de la vida de Elena Arce Ramírez, presidenta de Masinca, empresa dedicada a la venta al por mayor, detal y  representación en Centroamérica de importantes empresas de oriente de materiales para calzado.

“Éramos tan pobres, que recuerdo utilizar un solo blúmer, que tenía que lavarlo todos los días y a veces usarlo húmedo cuando no se secaba bien, hasta que llegó el momento en que se despedazó en mis manos y ya no tenía que ponerme”, comenta doña Elena con la nostalgia de un pasado que conformó su carácter fuerte, pero sensible.

Cuando era una adolescente su padre le compró una máquina de coser, que le sirvió para elaborar su ropa y ayudarse económicamente. Con lo poco de ingresos que entraban a su hogar, pudo costearse los estudios en taquigrafía, oficinista y contabilidad en un colegio nocturno. Estos estudios técnicos le ayudaron a conseguir buenos trabajos, hasta llegar a una empresa importadora de materiales para calzado.

“Masinca fue fundada hace 29 años con una inversión de $500. Trabajaba  desde la cochera de mi casa, con dos hijos, siendo madre soltera”, afirma la empresaria quien añade que gracias a un buen jefe que tuvo, que le enseñó todo lo relacionado al negocio de zapatería y confió en ella para que lo representara en algunos países de la región, es que hoy tiene un negocio sólido con 12 empleados y con varias propiedades, incluyendo la bodega  en donde esta ubicado el negocio en San José.

Al llegar a Masinca, observé que hacían fila para ser atendidas varias personas, respetando el distanciamiento social a causa del coronavirus. Una de las personas, mientras estaba en la fila atisbando algunos rollos de telas y pieles, le comentó a otra “Es que aquí hay mucha variedad para hacer de todo, zapatos, mascarillas y lacitos”.  En ese momento no entendí a qué se refería la clienta, pues pensé que me encontraba en una distribuidora sólo de materiales para calzado.

“Nuestro público son en su mayoría zapateros y mujeres que hacen manualidades. Le vendemos todo lo que se requiere para hacer un zapato. Ahora, debido a la pandemia, muchas mujeres vienen a comprar telas para hacer mascarillas y lacitos para las niñas”, sostuvo doña Elena. Con este comentario entendí de qué se trataba su empresa.

Con mucho orgullo doña Elena afirma sentirse muy satisfecha con el tipo de negocio que lidera, porque le permite a muchos microempresarios ganarse la vida dignamente. A ellos le vende hasta un cuarto de tela y unidades de lo que necesiten como suela de zapatos, hebillas y tacones, pues no exige compra mínima. “Yo soy bendecida. No puedo quitarme eso de la mente”, comenta doña Elena, quien recuerda que fue criada con amor y rigor.

Con tres hijos varones profesionales, muchos viajes de trabajo y placer hasta el lejano oriente y una vida holgada, la empresaria concluye la entrevista brindándole a las nuevas emprendedoras tres importantes consejos: Tengan confianza en ustedes, sean honradas mil por mil y oigan consejos y aprendan de ellos.

Salí de la oficina de esta empresaria satisfecha por haber conocido a una gran mujer, cuyo trabajo es ejemplo de liderazgo femenino, tenacidad y resiliencia.

Aquí, desde mi computadora, -mientras escribo-, recuerdo que antes de entrar a la entrevista llamé a Alexander, uno de sus hijos, para preguntarle el nombre de su mamá. Comprendo ahora porque emocionado me respondió con un orgulloso y simple “Se llama Elena”, nombre que la describe perfectamente, de origen griego (Helena), que significa antorcha, brillante, deslumbrante, resplandeciente…