No podemos permitir que nuestras calles se conviertan en una pesadilla para miles de mujeres cuyos cuerpos se ven como un terreno donde otros tienen derechos a decir y hacer.

Hartas de vivir día a día el acoso callejero el grupo peruano Paremos el Acoso Callejero, lanzó en noviembre del año pasado la Campaña “Silbale a tu Madre”, en la que varias mujeres se disfrazan utilizando pelucas y atuendos atractivos y caminan (con una cámara oculta que les sigue) por lugares en donde suelen estar sus hijos acosando a mujeres. Ellos reaccionan –como de costumbre- dirigiéndoles frases vulgares y estas los sorprenden y regañan en plena calle, algunas hasta propinándoles golpes por las palabras subidas de tono que les lanzaron.

Esta Campaña, que se viralizó por todo el mundo y que instamos a que vean en silbaleatumadre.com, fue el último eslabón de presión para que el Congreso de la República del Perú aprobara en marzo de este año el proyecto de Ley para prevenir y sancionar el acoso sexual en espacios públicos, marcando un hito no solo en este país, sino también en América Latina.

El acoso sexual callejero, -que en ese país viven 7 de cada 10 mujeres y que creemos que Costa Rica tiene estadísticas similares-, ha sido tema de discusión nacional en estos días debido al  joven que denunció y compartió el video en redes sociales la imagen de  un sujeto que grababa con su celular las piernas y el trasero de una chica que transitaba por el bulevar de San José y que posterior a su denuncia resultó herido de múltiples puñaladas.

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ACOSO SEXUAL CALLEJERO

Más allá de lamentar la situación en la que se encuentra el joven que hizo la denuncia y que ahora se debate entre la vida y la muerte, es importante destacar que la presunta grabación del cuerpo de la mujer, así como emitir silbidos, comentarios sexuales, masturbación pública, seguimiento, tocamientos (meter la mano), exhibicionismo (mostrar los genitales), jadeos y besos, entre otros, es acoso sexual y por lo tanto, un tipo de violencia hacia la mujer que no se debe tolerar.

Este tipo de acto lascivo es aceptado por los hombres que asumen que es su derecho dirigirse a las féminas de la forma en que quieran  y por las mujeres, que pocas  veces se defienden y asumen que el acoso callejero es parte de ser mujer y a lo que hay que someterse porque “así son los hombres”. Los halagos y piropos pueden existir desde el respeto, provenientes de personas con las que tengamos vínculos de amistad, y no por cualquiera que se encuentre en la calle.

El acoso callejero no debe verse como algo “culturalmente” inofensivo, y tampoco puede justificarse y  responsabilizarse a la mujer por ser la que elige la ropa, las rutas y horarios que supuestamente propician este tipo de comportamiento. Este es un acto de violencia hacia la mujer porque le afecta psicológicamente, ya que disminuye su sensación de seguridad en el espacio público, evidenciado en el temor a transitar solas por las calles, la modificación de los horarios, las demoras innecesarias al evitar ciertas zonas consideradas inseguras, además de generar dependencia de otras personas a quienes les piden compañía y protección en las calles.

No podemos permitir que nuestras calles se conviertan en una pesadilla para miles de mujeres cuyos cuerpos se ven como un terreno donde otros tienen derechos a decir y hacer. El cuerpo de la mujer no es de dominio público.

Y si algún hombre quiere vivir la humillación a la que son sometidas las mujeres en el acoso callejero, entonces, como dice la campaña: “Sílbale a tu madre”.

mbatistapetra@gmail.com