Argentina, el país que nos hace recordar el Tango, el Gaucho y a Evita, es opacado por los crímenes violentos a mujeres, situación que lo posiciona entre los primeros 20 países con más femicidios en el mundo.
Lucía Pérez, la joven de 16 años asesinada en Mar del Plata, ha consternado a la comunidad internacional por la violencia brutal inhumana y despiadada. La autopsia reveló una gran cantidad de drogas, violación y tortura con una agresividad sexual tan agravante que el cuerpo quedó reventado por dentro por los innumerables golpes aplicados con instrumentos contundentes.
Según la fiscal “se le proveyó de cocaína en abundancia, también de cigarrillos de marihuana y, mermada su voluntad, se la sometió a un vejamen terrible, ya que fue violada vía vaginal y anal, no sólo con el pene del hombre que lo hizo sino también utilizando un objeto romo, como pudo haber sido un palo, lo cual motivó que por reflejo vagal se produjera la muerte de la niña… “el excesivo dolor luego de ser empalada fue la causa principal de la muerte.
La organización ONU Mujeres para las Américas y el Caribe advierte en un informe que el feminicidio y otras formas de violencia contra las mujeres en la región siguen en aumento y la aplicación de la justicia continúa siendo limitada, con 98% de impunidad.
El 17% de todas las víctimas de asesinatos a nivel mundial son a mujeres, más del 50% de ellos se catalogan como femicidios, que es la muerte de una mujer por cuestiones vinculadas al género. De los 25 países del mundo con las tasas más altas de feminicidio, 14 están en América Latina y el Caribe, ocupando el primer lugar Honduras. Es importante destacar que las estadísticas no incluyen los asesinatos que se producen en el contexto de conflictos armados y los ocurridos en la vía pública realizados por desconocidos (frecuentemente precedidos de un ataque sexual) y los suicidios de mujeres agredidas durante o después de transcurrida la relación violenta.
La trágica muerte de Lucía llama la atención a la urgencia de prevenir y castigar este tipo de delito que pareciera epidémico en nuestro continente. Y aunque en febrero de este año en Guatemala, luego de un escabroso y largo proceso se dio el primer caso juzgado y sentenciado por “esclavitud doméstica y sexual” durante el conflicto armado interno que sufrieron 15 mujeres indígenas en un destacamento militar, lo cual creó un precedente a nivel mundial, todavía falta un largo camino por recorrer.
La realidad es que la educación es el arma primaria para prevenir conductas machistas, violentas y aberrantes como la acontecida en Argentina, que todavía en el siglo XXI suscita indolentes, ignorantes e imbéciles comentarios como “ella se lo buscó”, “quien la manda a salir con ese tipo de gente”, “si estuviera en su casa no le hubiera pasado”. ¡Entendamos que ninguna mujer en su sano juicio desea ser agredida, irrespetada, torturada y empalada por uno varios hombres! El que así lo piense, indistintamente de su género, tiene claros indicios de ser un sociópata.
Ante este brutal femicidio lo menos que podemos hacer es solidarizarnos con las mujeres en Argentina que han salido a la calle a manifestar su repudio a las prácticas violentas extremas pero regulares y reconocibles en una escena social, cultural y política llamada patriarcado. En la Revista Petra nos unimos a la consigna “!Ni una menos…”basta de violencia machista, vivas nos queremos!»
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