Marzieh Hamidi, la exiliada taekwondista afgana nacida en Irán, entiende su especialidad deportiva como una herramienta de empoderamiento personal y de género, como una trinchera para combatir la misógina en Afganistán
Nacida hace 22 años, en Irán -país asiático limítrofecon Afganistán, y también gobernado por una tiranía religiosa-, y refugiada, desde 2022, en Francia, la deportista fue, junto con su familia, perseguida política bajo las dos dictaduras, habiendo exitosamente huidode amos regímenes brutalmente patriarcales.
En declaraciones reproducidas el 23 de marzo, porElle -revista francesa de cobertura internacional, especializada en temas tales como belleza, moda, cultura, Hamidi -naturalizada afgana- relató que, en lo inmediato, entrena para participar en los Juegos Olímpicos de 2024, a desarrollarse en París -la ciudad donde reside.
“Yo, cuando compito, no lo hago para llenar de medallas las paredes de mi salón sino para mostrarle, a los talibanes, que soy libre, que no sólo lucho por espíritu deportivo sino también por mi vida, por mi pueblo, y por todas las mujeres de Oriente Medio”, explicó.
Al relatar su incursión en esta especialidad deportiva, dijo que “fue un verano, en Irán, cuando tenía quince años”.
“Una amiga de mi colegio me propuso que probara con el Taekwondo, que me apuntara a clases con ella (…) tras la tercera clase, me enganché”, agregó.
“Practicarlo me dio poder, paz, confianza”, reflexionó, para precisar que “comencé a competir, a ganar medallas, y mi coach me dijo que, si trabajaba duro, tendría un futuro brillante”
En cuanto al hecho de que nació en Irán, es mujer, y se desempeña como deportista de alta clasificación, expresó que se trata de “una buena combinación, en una sociedad donde la mujer apenas cuenta”.
“Allí, muchas mujeres escogían este deporte para ganar confianza y autoestima, para sentirse poderosas y aprender a defenderse ellas mismas: es otra clase de práctica, es más una lucha personal”, señaló.
Hamidi aludió así a la dictadura teocrática que, instalada en 1979, en Irán, es encabezada por un líder supremo musulmán -actualmente, el ultraconservador ayatola (máximo sacerdote) Ali Khamenei-, la más alta autoridad gubernamental -con rango superior al presidente-.
Al analizar su incursión en el deporte, Hamidi explicó, a Elle, que, “para mí, ir a clases de Taekwondo, en Irán, era un asunto personal, de crecer emocionalmente, de sentirme orgullosa y que mi familia también lo estuviera”.
“Cuando nos fuimos a vivir a Afganistán y los talibanes subieron al poder, la cosa cambio, y se transformó en una lucha (personal)”, relató.
“Y, más aún, cuando vi cómo, al gobierno, corrupto y totalmente dependiente, le importaba una mierda las mujeres, y las mujeres deportistas”, siguió narrando.
“Ahí, me prometí una cosa: ‘Marzieh: tienes que ganar, tienes que convertirte en una campeona, Enseñar al mundo que las mujeres somos fuertes, que somos buenas en el deporte, tienes que ser la primera mujer de Afganistán, en la historia, que gane una medalla de oro olímpica’”, agregó.
“Por eso, mis ambiciones frente, a otros compañeros atletas de aquí, son diferentes”, aclaró.
“Soy una atleta afgana, y no se me permite llevar la bandera de mi país”, planteó, para explicar que, “si quiero participar en los Juegos Olímpicos, tendré que competir bajo los colores del equipo de refugiados”.
“Es una bandera blanca, como la de los talibanes, excepto que, en una, hay anillos olímpicos multicolores, y, en la otra, inscripciones religiosas en árabe”, precisó.
“Quiero demostrar que los refugiados somos más que refugiados”, expresó.
Respecto a ese estatus migratorio, aseguró que, “ser refugiado, no es fácil, y, abandonar tu país, tampoco, sobre todo cuando no puedes regresar ni apoyarlo, como me sucede a mí”.
“Huyes de tu hogar, y empiezas desde cero: tienes que aprender a lidiar con nuevas costumbres, un idioma, una cultura, quieres que te acepten, quieres ser como ellos, y ves que no hay manera, que no te ven como a un igual”, por lo tanto, “existe una dualidad de sentimientos encontrados”, planteó.
“Ser refugiado es querer vivir, de nuevo, con paz y seguridad (…) recuperar la tranquilidad que perdiste en tu país de origen”, siguió expresando, en su reflexión testimonial.
“Abandonas tu tierra por amenazas de muerte, por ver cómo grupos terroristas la están destruyendo, huyes de conflictos, de violencias, de persecuciones por cuestiones de etnia o religión, o por el hecho de ser mujer”, dijo.
“Donde hay una guerra, no hay nada, no hay vida, hay desolación y vacío”, aseguró.
Respecto a su período en Afganistán, narró que, “en Kabul, tras entrenar, me iba para casa, y, en el camino, escuchaba las bombas explosionar, veía cuerpos en la calle”, y puntualizó que, “esa, era mi vida diaria”.
Sobre los desplazamientos de su familia, en el contexto de persecución dictatorial, señaló que “Yo nací en Irán, en 2002 -23 años después de instalada la dictadura de los ayatolas-, y, luego nos fuimos a Afganistán”.
“Cuando llegaron los talibanes, la primera vez (a Afganistán, en 1994), mis padres huyeron, porque mi padre estaba en el ejército que combatía contra ellos”, contó, además.
“Antes de mudarse a Pakistán por seis meses y de ahí saltar a Irán, los talibanes encontraron el (rifle automático AK) kalashnikov, con su nombre grabado, y querían matarlo”, detalló.
“Para mí, los talibanes eran un cuento, algo ficticio, hasta que los vi un día por la ventana, en la puerta de casa (…) pensé que si entraban en casa, veían mis medallas, se enteraban de quién era mi hermana –una cantante de rap con letras subversivas–, nos iban a matar”, recordó.
“Salí (de Afganistán) en noviembre de 2022, primero a Doha (capital de Qatar), y, de ahí París”, adonde“llegué con varias chicas”, agregó.
“Y, cuando pisamos suelo europeo, lejos de todo aquello, nos abrazamos, y comenzamos a llorar: todas, teníamos la misma sensación: habíamos perdido nuestro país para siempre”, señaló.
Respeto a la dramática situación de la población femenina afgana, planteó que “no quiero que seamos una noticia y que, luego, se olviden de nosotras”.
“Si me expongo -con el riesgo que conlleva-, como el resto de mujeres en el país, que tenga un impacto”, subrayó.
Por lo tanto, “quiero que nuestras acciones reciban el socorro internacional, y que cambie esta ley escrita en contra de las mujeres”, agregó, en calidad de exhortación a la comunidad mundial, para plantear que “es la única manera de que recuperemos la libertad”.