La pandemia también nos pone de manifiesto la necesidad de sumar, de proponer y de construir; porque lo cierto es que se requiere el concurso de cada uno para salir adelante.
En tiempos como los actuales donde la situación sanitaria nos obligó a distanciarnos de nuestros amigos, y familia; donde ir al cine o a cenar en un restaurante parece una apuesta riesgosa; y donde el confinamiento nos acompaña cada día, nada parece fácil. Son tiempos en los que viajar parece una decisión lejana, y donde las vacaciones con la burbuja seducen, aunque no lo suficiente; son tiempos en los que las noticias nos invaden de miedo y donde algunos gobiernos hacen el agosto al exhibir su poder disfrazado de liderazgo y dirección. Sin embargo, más allá del impacto inicial frente a un enemigo silencioso, lo cierto es que, gracias a la pandemia, afloran lo mejor y lo peor que tenemos como sociedad.
Hemos visto muchas empresas, personas y organizaciones colaborando desde el día uno para ayudar no solo a su gente, sino a los más necesitados. Miles de empresas incursionando en el comercio electrónico y apostando por la innovación. También hemos visto una gran cantidad de servidores públicos que hacen gala de su puesto, que trabajan con convicción y dedicación para estar a la altura de la pandemia. Pero también, la pandemia nos enseña cómo otros, hacen gala de los egoísmos y de las miopías, y que siguen defendiendo una realidad que ya no existe y que merece volver a dibujarse.
La pandemia también nos pone de manifiesto la necesidad de sumar, de proponer y de construir; porque lo cierto es que se requiere el concurso de cada uno para salir adelante. La crisis sanitaria está siendo atendida, pero y, ¿la económica? Lo que prevalece hoy es un ambiente donde la confianza parece quedar de lado; donde hay miles de teorías de conspiración, unas más descabelladas que otras, pero que confunden y hay gente que lo capitaliza, a costas del sufrimiento de otros. Y lo que no podemos olvidar es que detrás de los números fríos económicos, hay miles de familias que sufren, miles de personas que necesitan claridad y una hoja de ruta.
Una de las manifestaciones de la pandemia es que en Costa Rica tenemos dos sectores productivos; el motor dinámico que son las empresas amparadas a regímenes especiales, que promueven investigación y desarrollo, encadenamientos y valor agregado nacional. Son las empresas que miran hacia el futuro y que emplean recurso humano muy valioso para el desarrollo del país. Pero también tememos el sector de la economía tradicional, que son las empresas que atienden el mercado interno; y que emplean a miles de personas con niveles menores de calificación, pero no por ello menos importante. Es un sector que da sustento a cientos de familias en todo el territorio nacional y que aporta con sus beneficios a sostener la carga estatal. Es claro que, si reconocemos una realidad tan dinámica y positiva como la primera, es hora de emular lo bueno de ese modelo para atender a la otra economía, la tradicional. Este es el momento de dibujar esa ruta ganadora que nos permita aspirar como país a eliminar la pobreza extrema y duplicar el ingreso per cápita, con educación de calidad para todos.
En tiempos de pandemia nadie gana; pero unos pierden más que otros. Y es fundamental comprender que con un desempleo del 21%; donde una de cada cuatro mujeres no tiene trabajo; donde el subempleo y la informalidad crecen porque hay necesidades que cubrir; es necesario que los hacedores de la política pública comprendan la enorme importancia de facilitar el quehacer de los negocios, y nunca obstaculizarlos. Es fundamental promover el uso de los protocolos, los ambientes responsables y las conductas formales. Comprendo el tema sanitario, y es claro que cada uno de nosotros tenemos una enorme cuota de responsabilidad para evitar los contagios, pero ¿cómo esperan las autoridades que coman y paguen las casas de habitación las miles de familias que se ven afectados con los cierres de negocios? ¿Con qué dinero esperan las autoridades que se paguen impuestos si no hay actividad económica?. ¿querrán los bancos empezar a recoger casas, carros y maquinarias ante el no pago de las deudas? Este es el momento oportuno para promover una política pública de impulso a la formalidad. En una economía donde hay miles de empresas, es una economía que será dinámica, donde habrá competencia y donde la innovación se impondrá. Una economía dinámica es una generadora de empleos y riqueza.
Este es el momento de pensar en el país donde deseamos vivir en los próximos años. Y para ello, es urgente pensar en declarar de interés público la formación de empresas. Y esto pasa por crear líneas facilitadoras de hacer empresa, formas novedosas de contratación formal de talento humano, y de acceso al crédito. Es el momento de pensar en el modelo de Estado que esperamos y el costo de ese aparato estatal y la forma de pagarlo.
Pero también es el momento de reconocer lo malo del pasado, y lo urgente que resulta rectificar. Es el momento de hacer política pública que permita potenciar los negocios. De seguir apostando por la calidad de la educación y de impulsar de forma decidida la cobertura de internet para que desde los hogares los niños y jóvenes sigan estudiando y los adultos, trabajen. No podemos darnos el lujo de repetir la experiencia de la década de los ochentas donde tuvimos una generación perdida. Es hora de sumar no de dividir. Es hora de trabajar y producir, no de obstaculizar.
Los tiempos que soplan no son favorables, pero como país podemos atenuar los impactos y lograr mejorar los beneficios. Porque si no, los resultados serán devastadores, no solo en los números macroeconómicos –ya de por sí comprometidos-, sino en la realidad que viven cada una de las familias de este país.