Existe una forma de violencia de la que poco se conoce y se habla: la exclusión -mediante el desmérito, crítica misógena e invisibilidad premeditada hacia las mujeres miembros de algunas juntas directivas en organizaciones públicas y privadas.
Por “moda” y táctica para transmitir una buena imagen -y no por convicción” algunas organizaciones permiten -en forma limitada y bajo un riguroso escrutinio subjetivo- la entrada de mujeres a juntas directivas. Su posición como miembro del ente es tratada como una “dádiva”, algo parecido a darle un pie de manzana a un esclavo en los Estados Unidos del 1860.
El comportamiento de la mujer en las juntas directivas es calificado de una forma diametralmente opuesta a la de sus pares. Por ejemplo, si la mujer es crítica, es considerada “conflictiva” (el hombre es combativo), si es incisiva, la consideran complicada, mientras que el masculino es audaz; si es fuerte de carácter, argumentan que es una pleitera que genera “anti cuerpos” (él es vertical y transmite poder), si habla poco, dudan de su inteligencia (el hombre es circunspecto) y si interviene con frecuencia en discusiones, entonces parece “una vieja de patio”, mientras que el hombre es “versado”. Si las miembros faltan a algunas de las reuniones, es irresponsable, vs. el hombre que es una persona “sumamente ocupada”.
Y que no se le ocurra a la mujer osar a aspirar a un puesto de mayor jerarquía dentro de la Junta, pues los dioses masculinos del Olimpo son los que determinarán quién y cuándo las débiles y carnales femeninas de la tierra podrán ser invitadas a pasar por la puerta de entrada al monte más alto de Grecia.
Brincan, saltan, se retuercen, sacuden y encalanbran cuando se les habla de adoptar acciones afirmativas para brindarle espacios igualitarios, representativos y decisionales a las mujeres. De inmediato expresan su oposición férrea a los sistemas de cuotas de género, bajo el argumento de que hay que llegar por mérito, y “hay que saber llegar”, como dice la ranchera mexicana El Rey, pero cuando tienen al frente -y a la par- féminas inteligentes y tenaces, se comportan como ordinarios carroñeros, minando de forma solapada y recurrente su liderato, para opacarlas y no permitirle entrar a su “territorio”.
Y así podemos mostrar decenas de ejemplos en los cuales la miopía obtusa de algunos -pocos, pero influyentes- juzgan y violan los derechos de la mujer a participar activamente en organizaciones que influyen directa e indirecta en los destinos políticos, sociales y económicos del país, olvidándose que las Heras, Atenas, Hestia, Deméter, Hebes y Artemisas también fueron dioses del Olimpo, algunas con poderes para combatir y hasta desafiar la muerte.
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