Fuente: Veda Everduim

La crisis humanitaria que afecta, por lo menos hace seis años, a Venezuela obliga a mujeres, principalmente jóvenes, masivamente a realizar trabajo sexual como medio para sobrevivir.

Sin embargo, debido al escaso ingreso que esa actividad -que no está prohibida en el país sudamericano-, un número considerable ha optado por ejercerla en otros países, en particular la limítrofe Colombia y la centroamericana Panamá, además de ir más al sur, habiendo llegado a Perú, y hasta a Argentina.

Al informar sobre el fenómeno, la agencia estadounidense de noticias The Associated Press (AP), repodujo testimonios que obtuvo de algunas de estas nuevas trabajadoras sexuales, el denominador común de cuya decisión es la dramática situación socioeconómica, además de política, de seguridad, y de derechos humanos que los venezolanos enfrentan.

De acuerdo con diversos cálculos, de los algo más de 28.6 millones de venezolanos, alrededor de cinco millones han abandonado su país de origen, huyendo de la crisis, principalmente con destino a Colombia -algo más de un millón-, y también a otras naciones sudamericanas -adonde llegan tras extensas caminatas o cubriendo, en autobuses, parte de esos recorridos- tales como Brasil, Ecuador y Perú, y, en menor medida, Argentina y Chile.

Según estimaciones de la Universidad Católica Andrés Bello, más de 90 por ciento de la población está en situación de pobreza, mientras un 74 por ciento registra inseguridad alimentaria, además de que, en cálculos del Fondo Monetario Internacional (FMI), la inflación, este año, podría llegar a 15,000 por ciento.

La dramática situación venezolana se ha agudizado con la incursión de la pandemia mundial del nuevo coronavirus, causante de la mundial pandemia de la Enfermedad Coronavirus 2019 (Coronavirus Disease 2019, Covid-19).

El virus generó, desde mediados de marzo, al 16 de julio, en Venezuela, 10,854 casos -104 de ellos, fatales-, lo que ubica al país en el décimo segundo lugar en America Latina, y el octavo sudamericano, de acuerdo con los más recientes datos de la estadounidense Universidad Johns Hopkins.

Perú, con algo más de 341 mil es el segundo latinoamericano y sudamericano -después de Brasil -con poco más de dos millones de casos, unos 76 mil fallecimientos-, y Panamá, con poco más de 59 mil casos -mil fatales- es el noveno latinoamericano y el primero centroamericano.

Sin que se cuente con cifras oficiales sobre trabajadoras sexuales -el dato más reciente del Ministerio de Salud data de 1997, cuando el total era alrededor de 371 mil-, la hermana Maritza Fernández, quien integra una congregación que implementa programas de ayuda a ese sector poblacional en varias ciudades venezolanas, dijo, a AP, que, el número de esas mujeres ha aumentado considerablemente, a causa de la ausencia de fuentes de trabajo.

También señaló que un porcentaje -que no definió- está integrado por niñas, y que algunas mujeres tienen consigo a su hijas -en general, en el grupo etario de ocho a doce años-, quienes, igualmente, cumplen trabajo sexual.

Según datos de Naciones Unidas, la proporción de mujeres adultas quienes cumplen ese tipo de labor es de uno a cinco por ciento de la población femenina venezolana.

La decisión que están tomando algunas jóvenes venezolanas de entrar en el mundo de la prostitución se da en el peor momento.

Por su parte, el director del Departamento de Enfermedades Transmisibles, de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), Marcos Espinal, aseguró, a la agencia informativa, que las trabajadoras sexuales “se encuentran entre las más vulnerables”, a causa del impacto económico que la pandemia está teniendo en Venezuela.

Entre los testimonios difundidos por AP, figura el de Wilmari, una joven quien aseguró que lleva a cabo, hace dos semanas, una actividad a la que no se acostumbra, y aclaró que “lo tuve que hacer porque no tuve otra opción”.

Excarcelada el 7 de abril -tras varios meses de prisión por consumo de dogas-, su madre la expulsó del hogar, lo que se sumó a que el padre de su pequeño hijo cumple, también, condena de cárcel.

Ante la imposibilidad de obtener trabajo, por sus antecedentes penales y por la paralización de la economía panameña a causa de la emergencia sanitaria, Wilmari decidió incursionar en el trabajo sexual, el que no está generándole los ingresos que requiere.

“Tengo una situación tan grave que estoy sobreviviendo con lo poco que hago aquí”, explicó, para agregar que al inicio de esta semana había reunido solamente 10 dólares, lo que cubre el costo de “una comidita al día”, y que, “mientras que mi bebé tenga crema de arroz, leche, para mí está bien”.

Respecto a la pandemia, expresó que, por su línea de trabajo, teme contagiarse, pero explicó que es un riesgo que debe correr, ya que “mi hijo lo necesita”, y, “si yo no salgo, quién lo va ayudar?”.

En ese sentido, Espinal señaló que “la decisión que están tomando algunas jóvenes venezolanas de entrar en el mundo de la prostitución se da en el peor momento”, debido a la pandemia.

Otro aspecto del drama de estas mujeres, fue proporcionado por Maryori Mendoza, de 24 años, quien en 2018 decidió dejar el trabajo sexual, debido al embarazo y al nacimiento de su primer hijo.

Sin embargo, la agudización de la crisis humanitaria venezolana la obligó a reiniciarlo.

Al relatar que su ingreso diario, por esos servicios, se ubica en el rango de cinco a 10 dólares por sesión, y que esa suma le permite adquirir algunos alimentos, acepta pagos en comida.

“Para los cinco dólares, son 10 artículos -como arroz, harina, pasta, leche-, y hacemos el trueque”, relató.

Pero esa modalidad de pago no es nueva, ya que otras mujeres vienen aceptándola hace algún tiempo.

Al informar, el 16 de julio del año pasado al respecto, el diario español ABC indicó que autoridades de la red de asistencia social religiosa Cáritas Venezuela “aseguran que en las zonas rurales o urbanas del país hay casos en que las personas en situación de pobreza recurren al intercambio de sexo por dinero o comida”.

También señaló que, a causa de la crisis venezolana, numerosas mujeres han encontrado “una rentabilidad en el negocio sexual en otros países”.

En ese sentido, informó que “una venezolana que se dedica a la prostitución en Perú, y cuya identidad pidió que quedara protegida, explicó a ABC que su profesión comenzó en Venezuela porque el salario mensual -5 dólares- que recibía no le alcanzaba y tuvo que buscar mejores oportunidades para ella y para su hija fuera del país”.

“Un día ‘bueno’ para esa mujer en Perú es recibir mil dólares”, informó el periódico.

“Pero hay días que puedo ganar 500 y otros en los que no obtengo nada”, agregó la venezolana.

Entretanto, en Colombia y Panamá, países geográficamente más cercanos, “se ha disparado la cifra de mujeres prostitutas o simplemente ‘damas de compañía’”, informó ABC.

Ren declaraciones telefónicas al diario, desde Argentina, Elena Reynaga, secretaria ejecutiva de la Red de Mujeres Trabajadoras Sexuales de Latinoamérica y el Caribe, aseguró que “el número de venezolanas (trabajadoras sexuales en el exterior) se ha incrementado muchísimo”, y precisó que “no sabría decir cuántas, porque es muy costoso hacer un censo”.

Al señalar que un número considerable se ha radicado en Argentina, Reynaga aseguró que “las compañeras están por todos lados, y las venezolanas tienen más cerca Panamá y Colombia”.

En el caso del país centroamericano, Irina Ceballos, secretaria de la Junta Directiva de la Organización Mujeres con Dignidad y Derecho de Panamá, aseguró que las venezolanas quienes se establecen en el país centroamericano, “dicen que la decisión que tomaron fue por la crisis de Venezuela”.

“Muchas de ellas son abogados o doctoras, y como están en Panamá no pueden ejercer la profesión que tienen, y optan por el trabajo sexual”, explicó.