“Quedé traumada, no quiero volver a tener más hijos” 

Daniela Mendieta, madre que sufrió violencia obstétrica

Empiezan las contracciones

Daniela Mendieta, madre primeriza oriunda de Desamparados, no cabía de la felicidad cuando se enteró que la hora del parto había llegado. Al ser las nueve de la noche, Mendieta no aguantaba más y las contracciones eran cada vez más seguidas.

El tiempo transcurría, los minutos y las horas pasaban, los dolores eran cada vez más fuertes y la joven de 21 años tenía dos centímetros de dilatación. Tres horas más tarde, los doctores se percatan que la futura mamá de Amanda, no pasaba de esa cantidad de centímetros y deciden aplicarle por primera vez el suero.

Vómitos, nervios, sed y ansiedad, era una de las sensaciones que pasaban por la cabeza de Mendieta mientras continuaba con el suero aplicado una hora después. Las agujas del reloj no se detenían y la joven seguía batallando por tener a su hija en brazos, sin embargo, no era posible. Ocho horas más tarde, y con más de 600 minutos intentando parir a su niña, se le abren membranas sin anestesia alguna, y Mendieta seguía luchando, callada y sin decir nada por miedo a la reacción de los doctores que agredían verbalmente a una niña de 13 años que se encontraba pariendo a la par de su camilla.

Con gran desesperación y cansancio de tanto esfuerzo, Mendieta aprovecha la oportunidad y con las pocas fuerzas que tenía, le pregunta a un doctor, el cual consideró ser el único ángel que tuvo durante todo el proceso, si podían realizarle una cesárea, a lo que el doctor le agarra sus manos frías y en tono bajo le contesta: “Al Estado no le sirve porque salen muy caras”.

¡Momento de reventar fuente!

Una vez reventada la fuente, la preocupación de la joven aumentaba al recordar las palabras dichas por su primo y doctor sobre el cuidado que debía tener posterior a este evento, el cual está científicamente comprobado que, si no se saca a la criatura en menos de seis horas, el bebé puede morir a causa de asfixia.

Y, es así como esas palabras nunca fueron olvidadas por Mendieta.

Ocho horas después, la joven entró en pánico y decidió llamar a su primo, debido a que no veía interés alguno por parte de los doctores quienes comían a un costado de sus camillas, mientras tanto ella, y como el resto de mujeres que se encontraban en sala de parto, luchaban por tener a sus bebés en los regazos.

“Ya yo ni consideraba a los doctores ni a nadie, ya gritaba como loca porque no aguantaba”, son las palabras que la joven decía luego de que le reventaran la fuente.

Hora del parto

A pesar de todos los métodos aplicados a Mendieta, nunca se logró que llegara a los ocho centímetros de dilatación, y es así como con solo seis centímetros, decidieron pasarla a sala de parto. Diversas poses le aconsejaron a la joven para que pujara, pero no podía, y los doctores seguían insistiendo que por nada del mundo le aplicarían la cesárea.

Al cabo de unos minutos, llega la encargada del parto, quien según comentó la madre, nunca estuvo presente en ningún momento al lado de los enfermeros, y es hasta 22 horas después de haber llegado al hospital, que Amanda asoma la cabeza, sin percatarse la madre, que la estaba estripando con sus glúteos.

“Mamá le está aplastando la cabeza, levántese, levántese”, gritaban los enfermeros y la encargada del parto, quien decidió irse porque no soportaba los gritos de la joven madre.

Falsa Alarma

A los pocos minutos de parir a la bebé, Mendieta, con una mirada que causaba entre rencor y arrepentimiento, relató que en ningún momento los doctores le entregaron a la niña, sino que  ocurrió a las horas después.

El tiempo seguía su curso, y llega la hora en que la joven al fin logra tener a su hija en brazos. Aprovecha el tiempo y le da de amamantar.

No obstante, se acercan los doctores a su camilla junto con la trabajadora social y un psicólogo, quienes pidieron Mendieta, de manera educada y con tranquilidad, que abandonara la sala y entregara a la bebé por unos minutos a los enfermeros.

Amanda es arrebatada de los brazos de su madre, con nerviosismo y sin saber lo que pasaba, le cuentan a Mendieta que era VIH positivo, por lo que no podía darle de amamantar a su niña. Con una voz quebrantada y con el corazón partido, ella entra en llanto y llama a su esposo. Vuelta loca le dice hasta de lo que se va a morir.

El tiempo transcurría en el hospital, y ya era el cuarto día de Mendieta internada. La preocupación se notaba en el rostro triste y decaído de esta pobre mujer, quien no supo lo que fue darle calor de madre a su recién nacida, Amanda.

Luego de todo este duro proceso, vuelven a llegar los doctores y se encuentran con Mendieta, esta vez, para comentarle que había ocurrido un error con los resultados.

La madre primeriza nunca olvidará las pesadillas, violencia física y psicológica propiciada por doctores que no tuvieron la profesionalidad de tratarla con respeto y mucho menos con cuidado. Por lo que hasta el día de hoy llora al recordar ese triste episodio que tuvo que enfrentar en una de las experiencias “más lindas que vive toda mujer”. Y sin duda alguna finaliza diciendo: “Quedé traumada, no quiero volver a tener más hijos”.

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La violencia obstétrica es una transgresión a la salud, autonomía y respeto hacia la mujer embarazada por parte de los profesionales en salud mediante un trato inhumano y degradante durante el proceso de embarazo y parto.