La violencia de género, en el ámbito de la actividad política, presenta, en América Latina, frecuencia ascendente, y Chile no constituye una excepción, planteó la coordinadora de la Entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de las Mujeres (ONU Mujeres) en el andino país sudamericano, María Inés Salamanca.
La creciente presencia femenina en esa área del quehacer de las naciones es coincidente con la negativa actitud machista que predomina en la región, precisó Salamanca, en un artículo de opinión que, con el título “Erradicar la violencia contra las mujeres en política”, fue publicado, el 22 de octubre, por el diario chileno La tercera.
La discriminación -incluido el trato excluyente a causa de origen étnico- de que son objeto las mujeres quienes incursionan en el área política, es inadmisible, por lo que no debe naturalizarse, ni su gravedad debe minimizarse, de acuerdo con lo planteado por la experta.
“La violencia a las mujeres en política se está haciendo cada vez más frecuente, a la vez que ha aumentado la presencia de mujeres en espacios políticos en todo América Latina”, señaló.
“En países de la región abundan los casos de mujeres líderes en políticas y defensoras de derechos humanos que han vivido violencia política en todos los niveles”, denunció, para agregar que “no queremos que este tipo de violencia avance”.
Al respecto, explicó que, “según la Ley Modelo Interamericana sobre cómo Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres en la Vida Política, la violencia puede ser física, sexual, psicológica, moral, económica o simbólica”.
También precisó que “este tipo de violencia atenta no solo contra la vida de las mujeres, sino que también contra el avance como sociedad a una democracia paritaria”.
Por lo tanto, “no puede parecernos aceptable que se haga sentir a las mujeres que la esfera pública y política no es su lugar, que son ajenas, por el solo hecho de ser mujeres, o por sus orígenes, y que no cuentan con las capacidades para desempeñarse en un puesto de liderazgo”, expresó.
“El avance hacia una democracia paritaria requiere que todas las mujeres tengan asegurados sus derechos y puedan ejercer efectivamente su participación política, cuenten con condiciones de igualdad en la toma de decisiones y tengan garantizada una vida libre de violencia en todos los espacios”, puntualizó.
“Por ello, se hace necesario avanzar en normativas legales que garanticen estos derechos, desnormalicen la violencia política y sancionen a quienes se encargan de perpetrar discursos de odio, que no solo dañan a las mujeres, sino que a las democracias”, recomendó, a continuación.
Salamanca hizo, asimismo, alusión a la violencia de género que se ha posesionado en las redes sociales, y a la escasa atención crítica que recibe, panorama por el cual se declaró preocupada.
“Resulta inquietante el poco cuestionamiento que recibe la violencia que se vuelca en estos espacios digitales, pues es un claro reflejo de su naturalización”, indicó.
Al referirse, a manera de ejemplo, al caso chileno, señaló el hecho de que, tanto a nivel parlamentario, como en el espacio constituyente, se percibe presencia femenina en ascenso.
La experta aludió así al hecho de que la proporción de mujeres en el bicameral Congreso Nacional, ha llegado a las actuales 45, del total de 198 integrantes.
El Senado -la cámara alta, que tiene presidenta-, cuenta con 10 mujeres -entre 43 legisladoras-, mientras la Cámara de Diputados y Diputadas registra a 35 parlamentarias
-en el total de 155.
Entretanto, la Convención Constitucional, instalada este año, para redactar la constitución que reemplazará al texto vigente desde la ultraderechista dictadura militar de 1973-1990, presenta, entre sus 155 integrantes, a 77 mujeres -incluidas su presidenta, representante del pueblo indígena Mapuche, y a titulares de cuatro de las siete vicepresidencias-.
No obstante lo escaso de esos porcentajes, Salamanca expresó que, “en el caso de Chile, gracias a una nueva composición del Congreso y una Convención Constitucional paritaria, esto ha significado una mayor participación de mujeres en estos espacios”.
Sin embargo, ello va “acompañado de un aumento de la violencia y acoso, pues más del 70% de las mujeres que componen la Convención Constitucional (CC) han recibido mensajes violentos y de odio”, denunció.
Lo anterior, “además de expresiones de racismo”, agregó, a continuación.
La experta citó, asimismo, datos del Observatorio de Violencia Política “Mujeres y Política” de la Universidad de Santiago de Chile (Usach), y explicó que, con apoyo de ONU Mujeres, esa entidad analiza, mensualmente, en la red social Twitter, los discursos de características violentas, contra quienes fueron candidatas, así como hacia las mujeres quienes fueron elegidas como convencionales.
“Ha quedado patente el nivel de violencia al que se han debido enfrentar: 67% de candidatas y 74% de las constituyentes ha recibido ataques escritos, como ‘inepta’, ‘feminazi’, ‘momia’, ‘terrorista’, ‘loca’, ‘oportunista’, ‘ignorante’, ‘ladrona’, ‘asesina’”, detalló.
“Este tipo de comentarios daña, descalifica y desacredita las capacidades que tienen las representantes”, advirtió.
Un notorio exponente de la agresión política de género, es el derechista y popularmente cuestionado presidente de Chile, Sebastián Piñera, cuya conducta lo ha hecho merecedor críticas públicas.
En la más reciente de esas situaciones de irrespeto hacia las mujeres, lo ocurrido -el 26 de febrero- tuvo características más preocupantes, ya que el mandatario estuvo acompañado por varios jerarcas.
El incidente tuvo lugar en el marco de una actividad oficial, llevada a cabo en el capitalino Palacio de la Moneda -la sede del Poder Ejecutivo, atacada, la mañana del 11 de setiembre de 1973, durante el cruento golpe de Estado militar contra el presidente socialista Salvador Allende, fallecido, en el lugar, resistiendo, armado, a la insurrección-.
Finalizadas las declaraciones que formularon a periodistas, Piñera y otros altos funcionarios -todos hombres- comenzaron a saludarse, y a dialogar entre sí -el mandatario, omitiendo, además, el uso de mascarilla-, sin poner atención a la participación de la presidenta del Senado, la centroizquierdista Adriana Muñoz, quien, en ese momento, se dirigía a los comunicadores.
En reacción al despectivo comportamiento de Piñera y los demás, la docente universitaria Paula Walker expresó indignación, en un aleccionador artículo de opinión que, titulado “Piñera y el desdén hacia las mujeres”, La Tercera publicó el 3 de marzo -cinco días después del incidente-.
“Perplejidad. Asombro. Enojo. Eso nos pasó a muchísimas mujeres -y a muchos hombres- que vimos cómo el Presidente y su gobierno dejaron plantada (ignoraron) a Adriana Muñoz, presidenta del Senado y segunda autoridad del país”, escribió Walker.
En la conferencia de prensa, participó “un grupo de hombres -Presidente, presidente de la Cámara de Diputados, representante de la Corte Suprema, del Consejo de Defensa del Estado y Contralor de la República- y la presidenta del Senado”, precisó.
“Al terminar (de) hablar ellos, le dieron la espalda a la senadora, no la escucharon, conversaban detrás, se felicitaban entre ellos y hasta se cruzaban por las cámaras”, continuó narrando.
“¿Y nuestra heroína?”, preguntó, para responder: “la presidenta del Senado se mantuvo frente a la cámara, hizo sus declaraciones, estaba incómoda pero no dejó de cumplir con su deber”.
“Se veía discreta, afanada, matea (constante), humilde, certera, clara pero no avasalladora. Movía sus ojos para ver quién estaba a su lado, y cuándo se supo sola hizo lo que hacemos muchas mujeres: apechugar (soportar)”, reflexionó.
Walker también analizó, a partir de ese hecho específico, la conducta con la cual, recurrentemente, el mandatario contradice sus declaraciones oficiales, comportamiento que describió como natural en el funcionario.
“Con respecto a las mujeres, el Presidente ha mantenido un doble discurso. No lo puede evitar”, señaló.
“Es como si no creyera en lo que él mismo dice: ‘Tolerancia cero contra cualquier abuso, discriminación o maltrato contra las mujeres’ declaró el Mandatario en un acto para promover la igualdad de género”, escribió, a continuación.
Pero, “cuando le toca demostrar el respeto que tiene por ellas hace lo contrario: plantar (no poner atención) a la senadora, darle la espalda, ignorarla y disminuirla con su actitud”, agregó.
Al respecto, Walker reflexionó que, “seguro que no habría hecho lo mismo si el presidente del Senado hubiera sido un hombre”.