Las personas presas políticas participantes en el movimiento Mujer-Vida-Libertad son sometidas a violencia sexual por parte de personal de las fuerzas represoras de la dictadura religiosa instalada hace algo más de dos años en Irán

Tales actos criminales, que permanecen en flagrante impunidad, victimizan a mujeres, hombres, niñas, y niños.

Al denunciar la situación, en el informe que dio a conocer el 6 de diciembre, la organización defensora de los derechos humanos Amnistía Internacional (AI), señaló que obtuvo testimonio de 45 sobrevivientes a esa brutal forma de tortura -26 hombres, 12 mujeres, siete menores de edad-.

En un comunicado que emitió ese día, para informar sobre el estudio -titulado “‘Me violaron violentamente’: la violencia sexual como arma para reprimir el levantamiento ‘Mujer Vida Libertad’” (“‘They violently raped me’: Sexual violence weaponized to crush Iran’s ‘Woman Life Freedom’ uprising”, AI señaló que, principalmente por temor a represalias, no todos los casos son denunciados.

Citada en el largo texto, la secretaria general de AI, la francesa Agnès Callamard, señaló que los testimonios contenidos en el informe de 120 páginas, demuestran que se trata de un patrón general de tortura.

Las denunciadas violaciones a los derechos humanos golpean a quienes han participado o apoyado las manifestaciones de protestas -pacíficas pero brutalmente reprimidas- que siguieron al asesinato policial, en 2022, de la joven iraní Mahsa Zina Amini.

La mujer de 23 años fue detenida, el 16 de setiembre de 2022, en Teherán, por efectivos de la Gasht-e Ershad (Policía Guía, o Policía Orientadora) -temida fuerza de cumplimiento de la fe, popularmente conocida como “policía de la moral”-.

Amini, quien fue acusada de llevar incorrectamente puesto el hijab -velo religioso de obligatorio uso, que cubre la cabeza, hasta los hombros, de quienes lo llevan puesto-, murió a causa del cruel trato que recibió mientras estuvo en custodia policial.

El asesinato fue inmediatamente respondido por la vía de masivas manifestaciones, en Teherán y otras ciudades a nivel nacional, cuyo propósito inicial fue el repudio a la misógina política del régimen, que es brutalmente violatoria de los derechos de las mujeres.

En el marco de las protestas, altos números de participantes quemaron hijabs, además de que se cortaron el pelo -que las mujeres musulmanas usan tradicionalmente largo-, y convirtieron la consigna “Mujer-Vida-Libertad”, en expresión distintiva de las protestas -y en movimiento de liberación-.

Las marchas pasaron, durante los meses siguientes, a tener apoyo y participación de hombres, y se enfocaron también en la condena a las violaciones que el régimen mantiene contra los derechos humanos en general -destacando las garantías de la población femenina-.

No obstante su naturaleza pacífica, las nacionalmente viralizadas manifestaciones fueron brutalmente reprimidas -con saldo de aproximadamente 500 víctimas fatales, alrededor de 20 mil personas detenidas, así como varios hombres enjuiciados y ahorcados por haberlas respaldado-.

La lucha de las mujeres de Irán, contra la misógina dictadura religiosa que, sistemáticamente, viola sus derechos, protagonizó, en 2023, un nuevo revés contra el régimen, al recibir dos reconocimientos.

La prisionera política Nargess Mohammadi, activista de derechos humanos iraní, fue homenajeada, en octubre, con el Premio Nobel de la Paz, mientras Amini y el movimiento Mujer-Vida-Libertad recibieron, en diciembre, del Parlamento Europeo, el Premio Sájarov a la Libertad de Conciencia.

Respecto a la particularmente cruel modalidad de maltrato físico, AI informó que, en el estudio, se documenta, exhaustivamente, que “las fuerzas de seguridad iraníes han usado la violación y otras formas de violencia sexual -equivalentes a tortura y otros malos tratos- para intimidar y castigar a manifestantes pacíficas durante la sublevación” de 2022.

“El informe (…) documenta de forma pormenorizada la atroz experiencia de 45 sobrevivientes -26 hombres, 12 mujeres y 7 menores- que sufrieron violación, violación en grupo u otras formas de violencia sexual a manos de agentes de inteligencia y de seguridad, tras su arresto arbitrario por oponerse a décadas de opresión y arraigada discriminación de género”, agregó.

AI se refirió, así, al régimen religioso que fue constituido luego de que un proceso denominado Revolución Islámica (1978-1979) derrocó al monarca iraní, el sha (rey) Mohammad Reza Pahlavi -quien gobernó desde 1941 hasta 1979-, para instalar en el poder al fundamentalista ayatola (alto sacerdote) Ruhollah Khomeini -quien estaba exiliado en Francia-.

“Hasta la fecha, las autoridades iraníes no han acusado ni procesado a ningún agente por los casos de violación y otra violencia sexual documentados en el informe”, agregó la organización no gubernamental con sede en Londres, y cobertura mundial.

Respecto al estudio, Callamard expresó que “nuestra investigación pone al descubierto el uso de la violación y otra violencia sexual, por parte de agentes de inteligencia y de seguridad de Irán, para torturar, castigar, e infligir daños físicos y psicológicos duraderos, a las personas que se manifestaban, entre las que había menores hasta de 12 años”.

“Los espeluznantes testimonios que recabamos, apuntan a un patrón general de violencia sexual utilizada, por las autoridades iraníes, como principal arma de represión de las protestas y la disidencia, para aferrarse a toda costa al poder”, agregó.

“Fiscales y jueces de Irán no sólo fueron cómplices, al ignorar u ocultar las denuncias de violación de personas sobrevivientes, sino que además utilizaron ‘confesiones’, presuntamente obtenidas mediante tortura, para presentar cargos falsos contra sobrevivientes e imponerles condenas de muerte o prisión”, denunció, a continuación.

“Las víctimas -privadas de un recurso efectivo y de resarcimiento-, se enfrentan a la impunidad institucionalizada, el silenciosamiento, y múltiples cicatrices físicas y psicológicas, que son profundas y duraderas”, precisó, además.

En ese sentido, AI señaló que “algunas personas sobrevivientes eran mujeres y niñas que se habían quitado el hiyab, en un gesto desafiante, así como niños y hombres que habían salido a la calle para expresar su indignación ante décadas de opresión y discriminación de género”.

“Es difícil calcular la incidencia de la violencia sexual (…) ya que se denunciaron menos casos de los reales debido al estigma y el miedo a represalias”, indicó.

“Sin embargo, la documentación exhaustiva de 45 casos (…) en más de la mitad de las provincias de Irán indica -junto con los relatos de sobrevivientes y otras personas detenidas, sobre más casos de violación y otra violencia sexual contra decenas de manifestantes bajo custodia-, que las violaciones documentadas forman parte de un patrón general”, agregó.

“Amnistía Internacional comunicó sus conclusiones a las autoridades iraníes el 24 de noviembre pero no ha recibido respuesta hasta la fecha”, de acuerdo con lo informado en la declaración de prensa.

“De las 45 personas sobrevivientes cuyos casos se documentan en el informe, 16 fueron violadas: seis mujeres, siete hombres, una niña de 14 años y dos adolescentes varones de 16 y 17 años”, precisó la organización.

“Seis de ellas -cuatro mujeres y dos hombres- sufrieron violación en grupo a manos de hasta 10 agentes varones”, además de que “agentes del Estado violaron a mujeres y niñas vaginal, anal, y oralmente, y a hombres y niños, anualmente”, siguió denunciando.

“Los agentes llevaron a cabo las violaciones con sus órganos sexuales y sus dedos, o con porras metálicas y de madera, botellas de cristal, y mangueras”, revel+ó, a continuación.

“Las violaciones se cometieron en centros de detención y furgones policiales, así como en escuelas y edificios residenciales reutilizados ilegalmente como lugares de detención”, agregó.

Al citar algunos de losbtestimonio contenidos en elminforme, AI mncionó el caso de Farzad, quien narró que “agentes vestidos de civil nos pusieron de cara a las paredes del vehículo y nos aplicaron descargas eléctricas en las piernas”.

“Me torturaron a golpes (…) que me causaron rotura de nariz y de dientes, me bajaron los pantalones y me violaron (…) me estaban destrozando, vomitaba mucho, y sangraba del recto”, dijo.

Por su parte, una mujer identificada como Maryam, denunció que fue violada en grupo, en un centro de detención, y relató que uno de los atacantes le dfijo: “todas uastedes son adictas al pene, así que te hicimos pasar un buen rato”, para agregar: “no es eso lo que quieren de la liberación?”.

AI precisó, en el comunicado, que documentó, además, “los casos de 29 personas que habían sobrevivido a otras formas de violencia sexual distintas de la violación”.

“En estos casos, los agentes del Estado habitualmente agarraban, manoseaban, y daban puñetazos y patadas en el pecho, los genitales, y las nalgas a las víctimas”, comenzó a detallar.

“Las obligaban a estar desnudas -a veces, delante de cámaras de vídeo-, les aplicaban descargas eléctricas, y les clavaban agujas o aplicaban hielo en los testículos -a hombres- y les cortaban el pelo o arrastraban violentamente por el cabello -a mujeres-, además, los agentes amenazaban a las personas sobrevivientes de violación o a sus familiares”, siguió revelando.

“La violación y otra violencia sexual fueron acompañadas con frecuencia de tortura y otros malos tratos, como palizas, azotes, descargas eléctricas, administración -por vía oral o inyección- de medicamentos no identificados, privación de comida y agua, y condiciones de reclusión crueles e inhumanas”, informó, a continuación.

“Además, las fuerzas de seguridad negaban asistencia médica, sistemáticamente, a las personas sobrevivientes, incluso cuando había lesiones derivadas de la violación”, agregó.

En el comunicado, también se explicó que “la inmensa mayoría de las personas sobrevivientes contaron, a Amnistía Internacional, que no habían presentado denuncia, tras su liberación, por miedo a sufrir más daño, y porque estaban convencidas de que el poder judicial era un instrumento de represión y no de reparación”.

En tal contexto, “al comparecer ante las autoridades fiscales, para ser interrogadas cuando aún estaban bajo custodia, seis personas sobrevivientes mostraron las cicatrices de las torturas sufridas, o se quejaron de abusos, pero fueron ignoradas”, indicó AI.

También informó que “tres personas sobrevivientes presentaron denuncia formal tras su liberación, pero dos tuvieron que retirarla cuando las fuerzas de seguridad amenazaron con secuestrar o matar a sus familiares, y la tercera fue ignorada durante meses, además de que un alto funcionario le dijo que había ‘confundido’ un registro corporal con violencia sexual”.