Yusra Mardini, la nadadora siria quien, a la edad de diecisiete años, optó por alejarse de la guerra que convulsiona a su país de origen, ha andado, desde entonces, un camino colmado de riesgosos obstáculos, barreras para cuya superación se apoya en su firme determinación y su inclaudicable solidaridad.

Habiendo desarrollado, desde los cuatro años, su habilidad deportiva, con el apoyo de su padre -un entrenador de natación- y del Comité Olímpico Sirio, y con exitosa participación, a los catorce años, en los Campeonatos Acuáticos Mundiales de la Fédération Internationale de Natation (Fina), su casa fue destruida durante un bombardeo, y la piscina donde entrenaba sucumbió al impacto de un misil.

La destrucción de ambas instalaciones, lo mismo que la de Siria -en guerra interna desde 2011-, determinó que Yusra y su hermana, Sarah, emprendieran, al igual que elevados números de compatriotas, la ruta del exilio.

Lo hicieron desplazándose, inicialmente, a la limítrofe Turquía, en cuya costa occidental abordaron, junto a otras 18 personas, una precaria embarcación con capacidad para, máximo, siete ocupantes.

Aproximadamente a la mitad del recorrido de aproximadamente 10 kilómetros
-programado para durar unos 45 minutos-, hacia alguna de las islas de Grecia, el motor de la sobrecargada nave se detuvo, y no fue posible reactivarlo.

Ante el peligro de hundimiento, y considerando que, a diferencia suya, varios de sus coyunturales compañeros de viaje no estaban en condiciones de nadar hacia tierra firme, Yusra tomó la iniciativa de lanzarse al agua -no obstante la extremadamente baja temperatura-, para impulsar la embarcación.

Lo hizo, con la ayuda de su hermana y otras dos personas.

La decidida acción resultó exitosa, y, luego de tres horas y media de monumental esfuerzo, todos llegaron a salvo.

Yusra y Sarah continuaron viajando, por tierra -lo mismo caminando que en autobús-, hasta llegar a Alemania, donde se ubicaron en un campo establecido por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur).

En declaraciones reproducidas el 23 de julio, en una nota informativa que Acnur difundió en su sitio en Internet, la joven deportista relató lo ocurrido durante la accidentada navegación entre Turquía y Grecia.

La nadadora -quien, desde abril de 2017, representa a Acnur en calidad de embajadora de Buena Voluntad, la persona más joven quien desempeña esa representación- se refirió a participaciones que suele realizar en diferentes foros internacionales, y a charlas que ofrece en diferentes países.

“Cuento mi historia, porque quiero que las personas entiendan que el deporte salvó mi vida”, dijo, a la agencia especializada internacional.

En condición de refugiada, Yusra logró, en Alemania, continuar entrenando, lo que la condujo a ser seleccionada, en 2015, por el Comité Olímpico Internacional (COI), como integrante de la primera representación del Equipo Olímpico de Atletas Refugiados.

Se trata de una iniciativa materializada, ese año, por Acnur y el COI.

La primera representación del nuevo grupo de atletas -10 integrantes, oriundos de cuatro países, incluida la nadadora siria quien entonces tenía 18 años- participó en los juegos olímpicos llevados a cabo en 2016 en la oriental y costera ciudad atlántica de Río de Janeiro, la antigua capital de Brasil.

El objetivo del equipo consiste, según la descripción oficial, en “generar conciencia en torno a la difícil situación de las personas refugiadas y para enviar un mensaje de esperanza tanto a las poblaciones refugiadas como al mundo”.

Acnur estima que los desplazados -por causas que incluyen conflictos bélicos, discriminación, persecución, fenómenos naturales destructivos, crisis económicas- constituyen una población mundial de algo más de 82 millones.

Cinco años después de Brasil, Yusra continúa integrando el equipo internacional -ahora constituido por 29 atletas de 11 países, generadores de migración, incluida Venezuela-.

La joven siria es, ahora, abanderada del conjunto.

En condición de tal, desfiló, el 23 de julio, en Tokio -conjuntamente con el maratonista eritreo Tachlowini Gabriyesos-, en la inauguración de los juegos que, inicialmente programados para el año pasado, fueron postergados, a causa de la pandemia mundial del nuevo coronavirus.

Estos juegos marcaron un hecho sin precedente, en materia de equidad de género, ya que todas las delegaciones participantes fueron encabezadas, en el desfile de inicio, por una atleta y un atleta.

En el caso de la delegación de deportistas refugiados, ambos deportistas estuvieron al frente de la selección portando, cada uno, la bandera olímpica -cinco anillos, que representan, respectivamente, los cinco continentes, sobre fondo blanco-, bajo la cual participan estos competidores.

El presidente del COI, el alemán Thomas Bach, dedicó, una parte de su discurso de apertura de las competencias, a la multinacional delegación.

“Queridos atletas refugiados: con su talento y espíritu humano, demuestran el enriquecimiento que suponen las personas refugiadas, para la sociedad”, planteó Bach.

“Han tenido que huir de sus hogares, por violencia, hambre, o simplemente por ser diferentes”, expresó.

“Hoy, les damos la bienvenida, con los brazos abiertos, y les ofrecemos un hogar tranquilo”, aseguró, para agregar que “les damos la bienvenida a nuestra comunidad olímpica”.

Al referirse a la condición de los refugiados, en general, Yusra dijo, en las declaraciones reproducidas por Acnur, que ese estatus deriva de una decisión que no se origina en ningún acto voluntario sino que responde a coyunturas nacionales o regionales sin solución -al menos, no inmediata-.

Los millones de estas personas, a nivel mundial, se han visto sin otra opción que huir de sus lugares de origen, por circunstancias ajenas a su voluntad, explicó.

Respecto a su participación lo mismo en juegos olímpicos que en Acnur, señaló, a manera de reflexión, que “es una gran oportunidad para representar a millones, en todo el mundo, para mostrar que esas personas son normales y tienen sueños”.

Yusra expresó, asimismo, que “también, me gustaría recordar que las personas refugiadas siguen en los campamentos, y que, realmente, necesitan nuestra ayuda”.