Los trabajos de Enheduanna son los primeros en llevar el nombre de quién los escribió, convirtiéndose así en la persona más antigua en firmar su obra.
Foto: Bajorrelieve sumerio con una representación de Enheduanna.
Mesopotamia «la tierra entre ríos» es a menudo citada como la cuna de la civilización. En épocas más cercanas al despertar de la humanidad, en el territorio abrazado por los ríos Tigris y Éufrates, que ahora conocemos como Iraq, florecieron algunas de las primeras ciudades: Sumeria, Acadia y Asiria. Si bien se han datado algunos yacimientos más antiguos, como Jericó (Palestina) o Çatalhöyük (Turquía), la importancia histórica de Mesopotamia radica en que sobre sus planicies nacieron la astronomía, el cálculo, y por supuesto, la literatura.
A pesar de que varias ciudades-estado comenzaron a extenderse a lo largo de estas tierras, no fue hasta la llegada de los acadios que el mundo atestiguó lo que pasaríamos a llamar imperio. Su primer gobernante, Sargón I o Sargón el Grande, es considerado el primer emperador de la historia, nacido aproximadamente en el año 2270 a. C. y quien logró dominar casi toda Mesopotamia.
Entre el linaje de Sargón se encontraba Enheduanna, Suma Sacerdotisa del dios Sin (o Nannar, la Luna), nacida cerca del 2285 a.C. Su nombre ha logrado sobrevivir al paso del tiempo gracias a distintas referencias que aún perduran: discos de alabastro con su nombre, así como sellos y estatuas representando su imagen. Cosechó gran importancia en la vida social-política-religiosa debido a que, aparte de ser sacerdotisa y princesa, fue autora de poemas e himnos escritos en su mayoría en honor a la Luna. Se añade a su labor un detalle transcendental: su nombre aparece en cada texto que se le atribuye. Si bien se tiene conocimiento de algunos escritos que son más antiguos que los de la princesa, como las “Instrucciones de Shuruppak” (Sumeria), los “Himnos del templo de Kosh” (Sumeria) o inclusive los “Textos de las pirámides” (Egipto), los trabajos de Enheduanna son los primeros en llevar el nombre de quien los escribió, convirtiéndose así en el ser humano más antiguo en firmar su obra, en otras palabras, la primera escritora.
Muchos de sus himnos han sobrevivido gracias al medio que solían emplear en aquellos tiempos para conservar las leyes y los mitos: tablillas de arcilla. Las mismas, de escritura cuneiforme, se siguieron usando con fines religiosos en los distintos templos después del fallecimiento de su autora, razón por la que existen copias posteriores de su trabajo.
A continuación un fragmento de “Exaltación a Inanna” (la diosa del amor).
Oh, mi señora, la Anunna, los grandes dioses,
aleteando como murciélagos delante tuyo,
se vuelan hacia los farallones.
No tienen el valor de caminar
delante de tu terrible mirada.
¿Quién puede domar tu furibundo corazón?
Ningún dios menor.
Tu malevolente corazón está más allá de la templanza.
Señora, tu sedas los reinos de la bestia,
tú nos haces felices.
Tu furia está más allá de la templanza,
¡Oh hija mayor de Suen!
¿Quién te ha negado alguna vez reverencia,
señora, suprema sobre la tierra?
Tras la muerte de Sargón I aconteció una serie de revueltas a lo largo del imperio; varios pueblos dominados, especialmente los sumerios, intentaron desprenderse del yugo acadio, y no le fue fácil al nuevo emperador, Rimush (hermano de Enheduanna), controlar la situación. Como consecuencia, ella fue expulsada del templo de Nannar por un tiempo, aunque pudo regresar después cuando la situación se apaciguó.
Ella escribió sobre este suceso:
Fue en tu servicio
Que entré por primera vez
En el templo sagrado,
Yo, Enheduanna,
La más alta princesa.
Portaba el canasto ritual,
Cantaba tu alabanza.
Ahora he sido arrojada
Al lugar de los leprosos.
Llega el día,
Y la luminosidad
Es oculta a mi alrededor.
Sombras cubren la luz,
La entapizan en tormentas de arena.
Mi bella boca sólo conoce la confusión.
Aún mi sexo es ceniza.
Por lo tanto, el primer escritor de la historia… fue una escritora, Enheduanna, pionera en uno de los más grandes y gloriosos actos de la humanidad que permite rozar la inmortalidad.