Las mujeres recluidas en prisiones en Estados Unidos son castigadas con severidad considerablemente mayor que los hombres, de acuerdo con un informe emitido esta semana por la United States Commission on Civil Rights (Comisión Estadounidense sobre Derechos Civiles, USCCR).
En ese cuadro de situación, las mujeres de la comunidad sexualmente diversa –en particular las reclusas transgénero-, y las mujeres afroestadounidenses, son las más perjudicadas, según lo indicado en el documento de 292 páginas, titulado “Women in Prison: Seeking Justice Behind Bars” (“Mujeres en Prisión: Buscando Justicia Tras las Rejas”) y dado a conocer el 26 de este mes por la entidad gubernamental autónoma.
El texto es fruto de una sesión informativa llevada a cabo el 22 de febrero de 2019, y de una investigación de aproximadamente un año de duración, sobre los derechos de las mujeres encarceladas.
La sesión y el posterior análisis se enfocaron en aspectos tales como la omisión en atender las necesidades médicas de las reclusas, el grado de efectiva implementación de la Prison Rape Elimination Act (Ley de Eliminación de Violaciones en Prisión, PREA), y la precariedad de los programas destinados a cubrir las necesidades de las mujeres luego de su liberación, indicó la USCCR, en el informe.
La comisión precisó que, entre los testimonios que escucho hace un año, figuraron los de ex reclusas.
“Las mujeres en las prisiones de Estados Unidos pueden enfrentar un reto particular en un sistema penitenciario no diseñado para ellas”, planteó.
“Los datos sugieren que las mujeres en prisión presentan necesidades singulares que son diferentes a las de los hombres”, incluidas “necesidades de salud que difieren de las de los hombres, que muchos sistemas penitenciarios están deficientemente preparados para atender”, agregó.
Asimismo, “los datos reflejan que, comparadas con los hombres, las mujeres quienes ingresan a prisión son más propensas a padecer problemas mentales crónicos o severos, probablemente son sobrevivientes de trauma y/o violencia sexual, y presentan más altos índices de abuso de sustancias (adictivas) que sus contrapartes masculinas”, puntualizó.
“Durante su encarcelamiento, las mujeres están significativamente más propensas a ser asediadas y abusadas sexualmente que los hombres”, además de que “las mujeres embarazadas, en prisión, corren el riesgo de (sufrir) prácticas tales como encadenamiento durante el parto-donde ello es legal- o la ausencia de cuidado pre y posnatal, y, generalmente, enfrentan la abrupta separación de sus bebés recién nacidos”, denunció la USCCR.
Al referirse a reclusas pertenecientes a grupos poblacionales específicos, la comisión planteó que las reclusas de la comunidad sexualmente diversa “frecuentemente enfrentan dificultades para recibir el cuidado médico que requieren, además de ser, frecuentemente, sometidas a hostigamiento, abuso y trato discriminatorio, a manos de autoridades penitenciarias y otros reclusos, particularmente si son mujeres transgénero ubicadas en prisiones masculinas”.
En términos generales, “es más probable que las mujeres quienes entran a prisión, más que los hombres, sean la principal cuidadora de sus niños, y tienen más posibilidad de perder la custodia y los derechos maternos”, además de que, “como grupo, tengan menos educación y más bajos ingresos que sus contrapartes masculinas, y estos datos sugieren que las desigualdades son más severas para las mujeres de color en el sistema judicial criminal”, siguió enumerando.
En el caso de las reclusas afroestadounidenses, la comisión señaló que constituyen un 23 por ciento de la población penitenciaria femenina, aunque representan un 40 por ciento de las mujeres en confinamiento solitario.
Respecto a temas tales como disciplina y rehabilitación, la población carcelaria femenina también está en desventaja, indicó.
En el segundo de esos aspectos, precisó que “tienen menos acceso a programas rehabilitadores que atiendan sus necesidades y su habilidad para exitosamente reingresar a la sociedad y evitar la reincidencia”.
En declaraciones reproducidas por la emisora estadounidense National Public Radio (Radio Pública Nacional, NPR), la presidenta de la USCCR, Catherine Lhamon, informó que “lo que vimos (hace un año) fue que las mujeres son sustancialmente más propensas a ser sometidas a prácticas disciplinarias por infracciones menores”, tales como “ser lo que se llama insolente, o desobedecer una orden, o usar malas palabras”.
Además, Lhamon tocó un punto clave, al señalar que, “si la gente –mujeres- están cumpliendo condena de modo más severo que si fuesen hombres, por comportamientos similares, eso es clásica discriminación”.
Y amplió el concepto cuando aseguró que, “además, es contraproducente para el objetivo de asegurar que las mujeres quienes reingresan a la sociedad, como ocurre con la mayoría, logren hacerlo exitosamente”.
Por su parte, y también citada por NPR, la afroestadounidense Lashonia Thompson-El, una ex reclusa quien declaró, en febrero del año pasado, en la sesión informativa, subrayó que, en tales condiciones, resulta complejo lograr la rehabilitación.
Thompson-El, quien pasó 18 años en prisión, relató, a manera de ejemplo, que, tras haberse comunicado telefónicamente, sin autorización, con su hija de 10 años, fue sometida, durante tres meses, a confinamiento solitario.
“Así que, cuando estás en prisión, es difícil tratar de transformar tu vida y rehabilitare y ser fuerte y ser positiva cuando no es posible hablar con tus hijos”, reflexionó.