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Ester

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La mujer hebrea que vivió en Persia, el mayor imperio de esa época, ha sido por siglos ejemplo de belleza de espíritu, lealtad, amor  y dedicación.

Se cuenta que la belleza de Ester era tal que logró atraer el corazón de un emperador. Pero su apariencia física no era la única cualidad de esta mujer, también ejemplo de belleza de espíritu, lealtad, amor y dedicación; valiente y fiel a los suyos. Dotada tan sólo con el poder de la paciencia, Ester y su primo pudieron desviar un intento de destrucción a su pueblo.

Ester es un personaje bíblico del Pacto Inicial (Antiguo Testamento, o bien, el Tanaj). Su nombre hebreo era Hadassa, que significa: mirto (planta cuyas hojas tienen forma de estrella). Fue una mujer hebrea que vivió en Persia, el mayor imperio de ese momento, aproximadamente un siglo después de que Nabucodonosor (II) conquistara el reino israelita del sur, o sea Judá, para anexarlo al imperio babilónico (caldeo).

Aunque el nombre del Creador no es mencionado en el libro de Ester, es claro que los acontecimientos se llevaron a cabo con el fin de hacer cumplir el convenio entre el Creador y su pueblo elegido. El libro de Ester comienza con un insólito «concurso de belleza» que se realiza en la corte de Asuero, el poderoso rey persa, con el fin de encontrar a alguien que reemplazara a la reina Vasti después que ésta provocara la ira del rey al negarse mostrarse con la corona real en público. Al formar parte del harén del rey Asuero recibió el nombre de Ester, cuyo significado se deriva del nombre bíblico de origen asirio-babilónico para “estrella” o “astro”.

La historia se desarrolla durante un período de cuatro años a partir del año tercero del reinado de Asuero, el cual algunos estudiosos asocian con Jerjes I, quien sucedió a Darío I en el 485 a.C. y gobernó durante veinte años sobre 127 provincias, desde la India hasta Etiopía. Gracias a su belleza, Ester se ganó el favor del rey, convirtiéndose en la nueva reina de Persia, aunque por mandato de Mardoqueo, su primo y padre adoptivo, ocultó por un tiempo su origen hebreo.

En el contexto en que transcurren los acontecimientos cierto número de judíos se encontraba aún en Babilonia pese a que habían sido declarados libres para regresar a Jerusalén. Mardoqueo trabajaba en el palacio del rey. Cierto día escuchó un plan para matar al rey por parte de dos oficiales de la corte, y se lo dice a Ester para que le informe a Asuero. Éste último condena a muerte a los traidores y desde entonces Mardoqueo consiguió la confianza del rey.

Después de esto el emperador convierte a Hamán en primer ministro, pero al ver que Mardoqueo no se inclinaba ante él se llenó de ira, y más aún al darse cuenta que era judío. Hamán se las arregló en hacerse con el permiso del rey para un plan de destrucción del pueblo judío que habitaba dentro del imperio, avisándole a los sátrapas de estar preparados para aniquilarlos en una fecha estipulada.

Est 3:9-15 Si le parece bien a Su Majestad, póngase por escrito un edicto para que se los destruya, y yo les pagaré a los administradores diez mil talentos de plata para que los depositen en la tesorería real”. 

A petición de Mardoqueo, Ester se decidió en actuar, pero muy prudentemente no le avisó al rey inmediatamente; más bien le dijo que iba a organizar un banquete y que invitara al visir, avisándole que tenía una importante solicitud que hacerle. Esperó hasta el segundo día del banquete para comentarle a Asuero de su solicitud.

Est 7:3 “Si Su Majestad quiere hacerme el favor, y si a Su Majestad le parece bien, ¡que se me conceda mi vida por mi deseo, y la de mi pueblo por mi solicitud! 

Est 7:4 Porque hemos sido vendidos, mi pueblo y yo, para ser destruidos, masacrados, y exterminados. Si hubiéramos sido vendidos para ser esclavos y esclavas, yo habría callado; pues el adversario no es digno de que se moleste el rey”.

Entonces el rey le preguntó a Ester sobre quién era ése que se atrevió a organizar tal plan, a lo que ella respondió que esa persona se encontraba en la mesa, que se trataba de Hamán. La ira de Asuero fue tal que condenó a Hamán a morir en la horca que éste último ordenó levantar para Mardoqueo. De esta manera se salvó el pueblo judío gracias a las intervenciones de Ester y de su primo, utilizando la inteligencia en lugar de la fuerza.

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