A diferencia de las empresas tradicionales, cuya lógica está centrada en la maximización del beneficio económico individual, las cooperativas priorizan el bienestar colectivo de sus miembros y comunidades
Nury Guevara
La cooperación internacional entre cooperativas consistente en un mecanismo estratégico esencial para impulsar el desarrollo sostenible, la equidad social y el fortalecimiento económico en diversas regiones del mundo. Aunque las relaciones internacionales tienden a verse como vínculos predominantemente políticos, su alcance es mucho más amplio e incluye dimensiones culturales, económicas y geográficas que permiten construir redes colaborativas con un impacto transformador. En este contexto, las cooperativas, como estructuras organizativas fundamentadas en principios de solidaridad, democracia y participación, se convierten en agentes clave para la generación de cambio y la promoción de modelos alternativos de crecimiento.
A diferencia de las empresas tradicionales, cuya lógica está centrada en la maximización del beneficio económico individual, las cooperativas priorizan el bienestar colectivo de sus miembros y comunidades. Esta perspectiva ético-social fomenta el desarrollo de prácticas más inclusivas, responsables y orientadas hacia el desarrollo con sentido humano. Cuando se establece cooperación entre cooperativas de distintos países -principio conocido como intercooperación-, se consolidan canales que facilitan el compartir conocimientos técnicos, recursos materiales, experiencias organizacionales y valores culturales, fortaleciendo así a las instituciones involucradas como a los entornos en los que trabajan.
De este modo, el alcance de estas alianzas se traduce en múltiples perspectivas que superan lo económico. De acuerdo con el World Cooperative Monitor 2023, las 300 cooperativas más grandes del mundo generan un volumen de negocios superior a los 2.4 billones de dólares y emplean directamente o indirectamente a más de 280 millones de personas, lo que representa el 10% de la población ocupada mundial. Esto evidencia la capacidad del modelo cooperativo para generar empleo estable y de calidad, incluso en contextos de incertidumbre económica. Además, se fortalece el movimiento cooperativo a nivel global, aumentando su visibilidad como alternativa viable frente a modelos empresariales tradicionales. Es por esta razón que se mejora la oferta de servicios a los miembros mediante la apertura a nuevos mercados, el acceso a tecnologías más avanzadas y la adopción de prácticas innovadoras.
Cadena de valor e intercambio de conocimientos
Asimismo, este tipo de colaboración internacional fomenta la creación de empleos dignos, promueve la empleabilidad local y estimula el crecimiento de sectores que tradicionalmente han estado marginados de las grandes dinámicas comerciales. En América Latina, por ejemplo, cooperativas como Sistema Unimed en Brasil y Coomeva en Colombia han demostrado que la intercooperación puede fortalecer cadenas de valor regionales, mejorar el acceso a servicios de salud y educación, y generar modelos de negocio resilientes.
Es así que el intercambio de conocimientos entre cooperativas de distintos contextos genera un enriquecimiento mutuo. Se comparten mejores prácticas en gestión, comercialización, gobernanza y responsabilidad social, lo que fortalece la capacidad de adaptación de cada organización frente a sus propios desafíos. Estas experiencias también alimentan la resiliencia del sector cooperativo, al permitirle incorporar enfoques diversos para enfrentar crisis económicas, sociales o ambientales. A ello se suma el acceso facilitado a financiamiento conjunto, que permite emprender proyectos colaborativos con impacto regional o global, fortaleciendo la infraestructura organizativa y elevando la capacidad de incidencia política del sector.
La naturaleza de estas relaciones es profundamente social. La cooperación entre cooperativas no responde solamente a una lógica transaccional, sino que se construye a partir de una orientación hacia el bien común. Implica la voluntad de trabajar con personas de distintos orígenes, de generar compromisos a largo plazo, de construir consensos en la toma de decisiones y de asumir responsabilidades compartidas con ética, respeto y solidaridad. Estas dinámicas refuerzan la cohesión social y promueven una cultura organizacional centrada en la equidad, el desarrollo humano y la corresponsabilidad.
Organizaciones como la Alianza Cooperativa Internacional (ACI) desempeñan un papel fundamental en este proceso, al agrupar, representar y fortalecer cooperativas en todas las regiones del mundo. Fundada en 1895, la ACI representa a más de 3 millones de cooperativas que agrupan al menos al 12% de la población mundial. Desde su plataforma de desarrollo, la ICADP, se promueve la colaboración entre cooperativas a través de proyectos conjuntos, actividades de formación, investigaciones participativas y eventos internacionales que sirven como espacios de diálogo e inspiración. También existen redes sectoriales y temáticas que vinculan cooperativas con intereses afines (agrarias, financieras, de consumo, entre otras), y facilitan una articulación más efectiva en función de necesidades específicas.
En línea con lo anterior, algunos ejemplos de esta cooperación se encuentran en el ámbito financiero, donde el Consejo Mundial de Cooperativas de Ahorro y Crédito (WOCCU) ha logrado establecer mecanismos sólidos de intercambio y apoyo entre cooperativas de distintos países. En el sector agrario, las alianzas permiten mejorar el acceso a mercados internacionales y adoptar técnicas agrícolas más sostenibles. En el caso de las cooperativas de consumo, la colaboración fortalece su poder negociador frente a proveedores, generando condiciones más justas para los consumidores.
A modo de conclusión, puede verse que la cooperación internacional entre cooperativas constituye mucho más que una estrategia empresarial: es una vía ética, inclusiva y transformadora para construir sociedades más justas y sostenibles. Al trascender fronteras, el movimiento cooperativo reafirma su papel como protagonista del cambio, demostrando que la solidaridad organizada puede ser una fuerza poderosa para enfrentar los retos del siglo XXI y construir un mundo mejor, basado en valores compartidos y en la confianza mutua.
Foto: Fauxels








