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El valor oculto del trabajo de cuidados no remunerado

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Las mujeres y niñas dedican 16.000 millones de horas diarias a los cuidados no remunerados, una actividad que impulsa a las familias, comunidades y economías, pero, este trabajo sigue siendo invisible e infravalorado.

Cada día, las mujeres dedican 16.000 millones de horas al trabajo de cuidados no remunerado en todo el mundo. Limpiar, cocinar, acarrear agua, cuidar de infancias y personas de edad son solo algunas de las tareas esenciales y cotidianas que asumen predominantemente las mujeres y niñas.

Pero imaginemos un mundo en el que las mujeres y las niñas dejaran de trabajar y se declararan en huelga de este trabajo no remunerado. Las comunidades se paralizarían y las economías se desplomarían. Se produciría una emergencia mundial porque este trabajo, que ni los Gobiernos ni las empresas perciben o reconocen, es tan esencial que la vida simplemente depende de él.

A pesar de su papel central en la economía mundial, al trabajo de cuidados no remunerado rara vez se le contabiliza en las estadísticas o se le da el valor que merece. Es invisible en el producto interno bruto (PIB) y los Gobiernos lo pasan por alto, a pesar de que las mujeres realizan más de la mitad del trabajo mundial (52 por ciento), y casi la mitad de ese trabajo no se remunera.

¿Qué es el trabajo de cuidados no remunerado y por qué es invisible?

El trabajo de cuidados no remunerado es la labor diaria que mantiene en funcionamiento los hogares, las familias y las comunidades; se trata de tareas que realizan mayoritariamente las mujeres y niñas sin percibir remuneración alguna por ello. Incluye la crianza de las infancias, el cuidado de familiares mayores o con enfermedades y el apoyo a personas con discapacidad, así como la limpieza, la cocina, la, el lavado y el acarreo de agua o combustible. También incluye la organización de los horarios y la previsión de las necesidades del hogar o de la comunidad, a menudo denominado “carga mental”. En suma, el trabajo de cuidados no remunerado es la fuerza invisible que mantiene la cohesión de los hogares y las comunidades.

El trabajo de cuidados no remunerado trasciende la esfera del hogar e incluye los cuidados realizados de forma voluntaria en la comunidad, como la gestión de cocinas comunitarias, grupos vecinales de cuidado infantil o redes de apoyo informales.

La prestación de cuidados es una actividad con un profundo significado. Muchas mujeres y hombres describen como un privilegio poder criar a sus hijas e hijos, ayudar a sus progenitores y acompañar a sus seres queridos en los momentos vulnerables de la vida. El cuidado es lo que nos une a todas las personas. Genera confianza y un sentimiento de pertenencia, y fomenta familias sanas y comunidades sólidas.

Aunque es esencial para la vida, gran parte de este trabajo diario exige un importante esfuerzo físico y emocional, así como habilidades específicas. Aun así, pasa desapercibido y se da por sentado. Su verdadero valor económico y social permanece oculto y no se contabiliza.

Entre los efectos para las personas cuidadoras están las jornadas largas, esfuerzo físico, tensión emocional, estrés, pérdida de ingresos y una pobreza de tiempo persistente que reduce las opciones y oportunidades de muchas mujeres. Sin embargo, cuando invertimos en sistemas de cuidados que reconocen, reducen y redistribuyen el trabajo de cuidados no remunerado, que recompensan y representan a las personas cuidadoras y dotan a los sistemas de cuidados de los recursos adecuados, toda la sociedad se beneficia y las familias y las economías prosperan.

¿Cuál es el valor económico oculto del trabajo de cuidados no remunerado?

Los cuidados son la columna vertebral de la vida. Alimentan a las familias, fortalecen las comunidades e impulsan las economías. Sin ellos, todo lo demás se detendría.

Si se asignara un valor monetario al trabajo no remunerado que realizan las mujeres, superaría el 40 por ciento del PIB en algunos países, una fracción superior a la de sectores enteros como la industria manufacturera o el transporte. Sin embargo, esta labor esencial sigue siendo en gran medida invisible en las estadísticas y los presupuestos nacionales, y esa invisibilidad es uno de los principales motores de la pobreza y la desigualdad en todo el mundo, con consecuencias de por vida para las mujeres.

Cuando no se contabiliza el trabajo de cuidados, el tiempo, las oportunidades y los ingresos de las mujeres se reducen. La omisión limita las horas de que disponen las mujeres y niñas para el aprendizaje, el ocio y el descanso, al tiempo que las relega a trabajos precarios y mal remunerados.

Cuando el trabajo de cuidados cuenta, las mujeres también. Cuando valoramos esta labor, valoramos a las personas que hacen que el mundo siga funcionando.

¿Por qué el trabajo de cuidados no remunerado sigue considerándose “cosa de mujeres”?

En todo el mundo, las mujeres siguen asumiendo la mayor parte del trabajo de cuidados no remunerado. Las normas sociales siguen considerando los cuidados como “trabajo de mujeres”, mientras que a los hombres se les ve como el sostén económico de la familia. En los hogares, las aulas y los lugares de trabajo, esas expectativas determinan las decisiones: quién se queda en casa cuando un niño o una niña está enfermo, quién acepta un trabajo a tiempo parcial o más flexible, o a quién se elogia por ser una “hija servicial”.

En promedio, las mujeres dedican 2,5 veces más horas diarias al trabajo de cuidados no remunerado que los hombres. Las niñas lo aprenden pronto y dedican 160 millones de horas más cada día al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado que los niños.

Allí donde los servicios públicos y las infraestructuras son escasos, la brecha se amplía. En las zonas rurales, en hogares sin agua corriente ni electricidad, y en familias sin acceso a servicios de cuidado infantil asequibles, las horas de trabajo no remunerado de las mujeres aumentan todavía más.

Esta desigualdad no se limita al trabajo no remunerado. Las mujeres también ocupan la mayoría de los puestos de trabajo remunerados en el sector de los cuidados – como niñeras, empleadas de hogar, cuidadoras de tiempo completo, enfermeras y educadoras infantiles –, pero estos empleos suelen ser informales, mal remunerados y con escasa seguridad, como podría ser la asistencia sanitaria o las licencias remuneradas. Alrededor del 80 por ciento de las personas dedicadas al trabajo de hogar son mujeres, muchas de ellas migrantes, a menudo excluidas de la legislación laboral y vulnerables al abuso y la explotación. Es fundamental fortalecer los derechos de quienes trabajan en el hogar para proteger a los millones de mujeres en este sector.

Foto: Hazel Montero

Fuente: OnuMujeres

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