Rosalina Jarolin es una campesina quien, en su comunidad en el suroccidente paraguayo, ha superado barreras de género, constituyéndose, a partir de intenso esfuerzo personal, en líder para mujeres y hombres
Durante su infancia, en la localidad de Itá, donde nació Rosalina Jarolin, en el Departamento Central -provincia que limita con Argentina-, ayudó -al igual que sus ocho hermanos- en las tareas familiares de cultivo de arroz en pequeña escala.
A instancia de su padre, se capacitó como costurera, para confeccionar ropa, y, así, generando ingresos propios, superar la precariedad monetaria de su familia.
Pero, tras una dramática coyuntura, regresó al trabajo de campo, actividad con la cual se constituyó en líder comunitaria -y en referente para las mujeres de su entorno-.
El esfuerzo de Jarolin fue reconocido por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), que la declaró, el 23 de setiembre, Líder de la Ruralidad de la Américas 2022, además de otorgarle el Premio Alma de la Ruralidad, correspondiente a este año.
El IICA, con sede en la localidad de Coronado, en la periferia noreste de San José -la capital de Costa Rica- reconoce, así, a los agricultores quienes, al aportar a la seguridad alimentaria, desarrollan su actividad en armonía con la biodiversidad.
Al relatar, en su sitio en Internet, la historia de Jarolin, la agencia especializada continental destacó la capacidad de liderazgo de la campesina sudamericana.
“Rosalina se crió en una familia humilde, dedicada a la producción de arroz”, en Itá, comenzó a narrar el instituto.
“Eran nueve hermanos que colaboraban con los padres (…) en un trabajo poco tecnificado que exigía gran esfuerzo”, agregó.
“Por eso sus padres se ocuparon de que estudiara corte y confección, de manera que pudiera ganarse la vida como modista y no estuviera expuesta a tantos sacrificios”, explicó.
De modo que “aprendió de muy joven los secretos del oficio de modista y durante muchos años se dedicó a la confección de ropa”, indicó el IICA, para precisar que “fueron circunstancias inesperadas de la vida las que la llevaron a recuperar el contacto con la tierra y la producción agrícola”.
“Cuando ya estaba casada, un accidente sufrido por su marido, que le dejó secuelas y le impidió seguir trabajando en tareas agrícolas, fue el episodio que la llevó a tomar coraje y cambiar la tijera por el trabajo en la huerta”, de acuerdo con el relato, según el cual, lo hizo “sin detenerse porque sus (cuatro) hijos eran chicos en edad escolar”.
La entidad del sistema Interamericano señaló, además, que Jarolin experimenta fuerte afinidad con la actividad que retomó.
“Hoy siente que, al haber vuelto a la agricultura, redescubrió su verdadera vocación”, indicó.
Ello, “no sólo porque todos los días produce frutas -como melón y fresa- y hortalizas -como tomate, pimiento, melón, zapallito y pepino- sino porque es una verdadera líder en su comunidad”, aseguró.
Al respecto, el IICA informó que la iteña es cofundadora de la Asociación Curupicayty, oenegé que reúne a agricultoras y agricultores del lugar.
La organización -que cuenta con personería jurídica y registro fiscal- está integrada por 53 personas, incluidas 24 mujeres.
Quienes forman parte de la asociación, procuran, con el liderazgo de Jarolin, mejorar las prácticas de comercialización de lo que producen, como medio para mejorar la calidad de vida de sus respectivas familias.
Al referirse a su actividad cotidiana, la campesina relató, al IICA, que su jornada inicia a las cinco de la mañana.
También dijo que posee cinco hectáreas, de las que usa algo menos de 50 por ciento para producir frutas y hortalizas.
Además de atender su cultivo, la emprendedora rural visita otras propiedades, para mantenerse informada de cómo los demás productores desarrollan sus respectivas parcelas.
Por la tarde, suele desplazarse a Asunción -la capital nacional-, a unos 38 kilómetros al este de Itá.
En esa ciudad, atiende el puesto de venta que la Asociación Curupicayty administra en el Mercado Central de Abasto, el establecimiento mayorista donde diariamente se comercializa alimentos frescos.
“Es muy importante poder vender los alimentos en forma directa, sin intermediarios”, porque, “si los agricultores no nos unimos y nos organizamos, el que se lleva la ganancia más importante es el intermediario”, reflexionó.
“Pero no todos los agricultores pueden ir al mercado a atender el puesto, porque a algunos les falta el carisma para ser comerciantes”, señaló.
En ese sentido, la líder comunitaria iteña considera que “hay que saber tratar a los clientes, y se debe tener paciencia y perseverancia”
E indicó que, a los jóvenes, “siempre les digo que amen trabajar la tierra, y que valoren a la gente que se dedica a la agricultura, porque son los que ponen los alimentos, día a día, en la mesa”.
“Muchos jóvenes se van del campo a estudiar en las ciudades y ya no quieren volver”, pero “yo creo que nosotros, que somos del campo, tenemos que incentivarlos para que, por más que tengan una profesión, amen la vida rural”, aseguró.
La emprendedora rural considera que, para lograr esto, resulta esencial crear oportunidades para los habitantes de las áreas rurales.
“A veces, no es fácil, para los pequeños productores, tener rentabilidad y vivir bien”, puntualizó, para subrayar que, “por eso, es importante que, en todos los países, existan instituciones que trabajen para darles herramientas, a los agricultores familiares, de manera que tengan una mejor calidad de vida”.
“De eso dependerá que los jóvenes quieran trabajar la tierra, y que salvemos a la agricultura familiar”, advirtió.
La dirigente campesina dijo, respecto a su desempeño, que, “como mujer, cumplo un doble rol, porque hago las tareas en la casa y llevo adelante mi familia -aunque mis cuatro hijos ya son grandes-, y también trabajo en la huerta”.
“El amor por la agricultura lo llevo en la sangre, y por eso sigo adelante, siempre produciendo y buscando la mejor manera de comercializar nuestros productos, en forma colectiva”, agregó, en alusión a su desempeño como líder comunitaria.
“Hemos recibido un importante apoyo tanto del IICA como del Ministerio de Agricultura y Ganadería de Paraguay, que nos han capacitado y nos han dado herramientas para que nos vaya mejor”, aclaró.
“Pero lo que me pone más contenta es que, en nuestra asociación, hay jóvenes -mujeres y hombres- que trabajan, con mucho empeño, para mantener viva a la agricultura familiar”, subrayó.
En cuanto a la participación femenina en las actividades agrícolas de su comunidad, Jarolin relató que, “antes, en nuestra comunidad, las mujeres eran amas de casa, y sólo se dedicaban a los quehaceres del hogar y al cuidado de los hijos”.
“Por eso, no tenían ingresos propios”, aclaró, para agregar que, sin embargo, “hoy en día, muchas mujeres trabajan en la producción, y son independientes”.
En la visión de la líder campesina, “las mujeres no tenemos que permitir que se nos quiten los espacios que conquistamos, y tenemos que aprovechar las oportunidades”.