Lo que decimos puede parecer extraño pero si queremos ligar o relacionar género con ciencia, desarrollo y responsabilidad social debemos aproximarnos a las categorías que van de la colectividad o sociedad al individuo y de vuelta a la sociedad.

Nos encontramos nuevamente ante un tema tan apasionante como tan disímil en opiniones, aproximaciones y políticas públicas.

No hay duda que la igualdad de género es preocupación permanente de instituciones públicas y privadas, de figuras de la política, la opinión pública, organizaciones profesionales y la sociedad civil, comprometidas con el desarrollo y la integración, además de impulsoras de los derechos humanos de la ciudadanía.

Nos cuesta creer la regresión en temas que creíamos superados; y sorprendió oír esta semana a un diputado del Parlamento Europeo que las mujeres debían recibir sueldos más bajos porque son débiles y menos inteligentes que los hombres. Ni que decir del mal ejemplo del presidente estadounidense Trump.

Se trata de un largo camino, pero la gran enseñanza es que no se puede bajar la guardia, que no hay rutas concluidas, sino caminos en los que es preciso seguir avanzando.

En cuanto a ciencia y desarrollo en referencia a las mujeres y su lucha, tenemos la necesidad de:

  1. Reafirmar y apoyar el enfoque de derechos humanos, educativos y culturales de las mujeres.
  2. Incluir y desarrollar un componente sobre el acceso a la ciencia y la tecnología.
  3. Ser coherente en la adopción de políticas nacionales y regionales.
  4. Promover el acceso, inclusión, diversidad de intereses, proyectos y economías creativas de las mujeres.
  5. Proteger y gestionar el patrimonio cultural, material e inmaterial especial de las mujeres.
  6. Promover una cultura de responsabilidad social (mediante la promoción de principios, valores, actitudes, comportamientos, relaciones sociales y participación responsable, hacia el mejoramiento continuo del bien común, como medio para avanzar a una sociedad más justa y sostenible).

Si definimos responsabilidad como la Capacidad de compromiso o de cuidado de una persona consigo misma y con todo lo de alrededor”, surge que la responsabilidad es un valor que depende del estado de conciencia de las personas (su noción de ser), que les permite reflexionar, administrar, orientar y valorar las consecuencias de sus actos (en el plano de lo moral).

Una vez que pasa al plano ético (puesta en práctica) se establece la magnitud de dichas acciones y cómo afrontarlas de manera más positiva e integral, ya en un conjunto mayor y en su entorno.

Lo que decimos puede parecer extraño pero si queremos ligar o relacionar género con ciencia, desarrollo y responsabilidad social debemos aproximarnos a las categorías que van de la colectividad o sociedad al individuo y de vuelta a la sociedad.

En cuanto a responsabilidad social, su mirada estratégica ha variado considerándose ahora un instrumento de competitividad sostenible y desarrollo humano integral, por lo que no sólo se verá lo que genera la empresa sino también sus impactos y los intereses de posibles afectados.

Al hablar de intereses de posibles afectados (y obviamente afectadas) se trata de personas de carne y hueso, gente en sociedad, por lo que la norma requiere un comportamiento transparente y ético, más al tratar de garantizar derechos fundamentales, que debe extenderse a las relaciones entre seres humanos.

En el ámbito regional, la CCC-CA ha avanzado en definir una política de igualdad de género, liderada por el Consejo Regional de Igualdad de Género (CRIG), que ha llevado a un impactante Proyecto de Certificación de Igualdad de Género en las Cooperativas, con resultados excelentes que incluye un proceso de capacitación e inducción previo a la auditoría de certificación.

Su razón es poder transformar objetivos en práctica para que nuestras cooperativas no sólo generen prosperidad, bienestar y calidad de vida, sino también desarrollo económico y social local a través de la transferencia de conocimientos e instalación de capacidad en sus estructuras participativas.

Las políticas, herramientas y mecanismos que aseguren igualdad de hombres y mujeres no se pueden limitar a su propia red, sino que debe incidir en las demás, en cuanto a su composición de género y a la necesidad de impulsar la real incorporación y participación de la mujer.

Ello es así porque las personas y sus organizaciones se desenvuelven en sus sociedades, y si esas sociedades no han alcanzado su plena madurez en derechos humanos y civiles, incluyendo igualdad para los sectores vulnerables, con más razón tienen que poner correctivos y medidas afirmativas a lo interno. Hay muchos mitos y desinformación que hay que ir superando.

A través de acciones concretas se deben brindar elementos esenciales para que dirigencias, gerencias y bases estén en condiciones de lidiar con un tema tan significativo; y poder adoptar decisiones que lleven a la igualdad en todo nivel.

Las empresas operan hoy en un mercado global, por lo que deben ampliar su habilidad para competir, incrementar su rentabilidad reduciendo costos operativos y resistiendo presiones, pero fiel a sus principios y valores, sin dejar de lado la igualdad entre personas.

La CCC-CA y el CRIG son plataformas que promueven conocimiento porque se ha demostrado que sí funciona para generar riqueza, empleos e inversión local, evitar la incompetencia y asegura la viabilidad institucional, prestación de servicios y promoción de la igualdad. Hay condiciones maduras para requisitos especiales en el funcionamiento político y operativo que dé apertura de espacios reales para la participación efectiva de la mujer en la sociedad civil, mercados y los procesos científicos y tecnológicos.

Planteamos cumplir con la responsabilidad de asegurar un trato igualitario entre géneros y en especial a la mujer. Más si se busca la construcción de un orden social, económico y político basado en el desarrollo sostenible y principios de justicia social e igualdad de oportunidades.

Pero una cosa son las declaraciones y otra la realidad. Estamos conscientes que la mujer ha sido objeto de marginación y explotación y que aún en este siglo XXI prevalecen condiciones que afectan la realización plena de la mujer como sujeto y objeto de su propio destino.

Deben ofrecerse opciones para alcanzar nuevas posiciones basadas en la participación y que aseguren la presencia de la mujer en la solución de problemas, desde un proceso de análisis y discusión, así como su incorporación al quehacer científico y tecnológico.

Dicha integración no es sólo cuestión ideológica y de igualdad, sino de desarrollo económico. La meta es elevar su ingreso, mejorar sus condiciones de vida y su mayor actividad en la comunidad.

Para lograrlo, es necesario cambiar actitudes, proporcionar oportunidades de educación y entrenamiento, y su incorporación con derechos a actividades académicas y productivas, propiciando su liderato y la confianza en sí mismas y su autoestima.