Últimamente me han llegado invitaciones a charlas y cursos sobre empoderamiento femenino. He visto afiches y publicaciones sobre el tema en los distintos medios de comunicación. En “Buen Día” y “Giros” invitan a conferencistas de distintas áreas de acción, psicólogas, administradoras, empresarias, con el fin de brindar su opinión y asesoría sobre cómo desarrollarnos laboral y personalmente. Entonces me pregunté: ¿cuál es el relleno de estas charlas y cursos?

Al comenzar a reflexionar sobre el asunto pensé: ¿quién necesita un taller para lograr ese balance de vida con el que justifican su realización, cuando las mujeres poseen la capacidad de desarrollarse por sí mismas dentro de cualquier ámbito? Es decir, los humanos, sin importar el género o la clase, tienen la capacidad de emprender en toda idea que se propongan, sea de índole profesional, intelectual, académica o personal. En general pienso que la capacidad de cada persona está ligada a ella y no a un curso o taller, que si bien se puede aprender mucho y mejorar con ayuda de estos, no me parece positivo hacer hincapié en la diferenciación de género pues a mi parecer es otra manera de ensanchar la brecha social.

Es ahí donde a veces pienso que el tema de igualdad o de equidad se está convirtiendo en una moda, si es que de hecho no lo es aún. Siempre habrá personas que utilicen las luchas y las situaciones del momento para lucrar y beneficiarse.

Sin embargo, al no encontrar el relleno de esa clase de cursos me dispuse a leer y conversar con amistades y conocidos para así tener un mayor panorama y lograr encontrar ingredientes gratos para el relleno de ese pastel.

Después de este proceso llegué a la conclusión de que estos talleres tal vez no sólo buscan el beneficio económico, entonces regresé a mi pregunta inicial: ¿quiénes necesitan de estas actividades?

Existen niñas que nacen en familias sumamente machistas, con patrones de vida establecidos y condenadas a comportarse de cierta manera. Mujeres que piensan que la única razón de su existencia es casarse y dar vida. Mujeres abandonadas por sus esposos o viudas que deben salir adelante con sus hijos. Mujeres que quieren estudiar, ser universitarias, trabajar en una oficina pero realmente no tienen idea de qué pasos seguir pues carecen de bases de información básicas que otorga la educación. Hay mujeres que sueñan con ser artistas, escritoras, deportistas o cocineras. Mujeres que desean construir edificios, manejar camiones o pilotear un avión. Ser profesoras, enfermeras, agricultoras o incluso amas de casa pero bajo su propia decisión.

Para ellas, para tantas que han nacido con limitaciones económicas, sociales o familiares, pero con gran capacidad y anhelo de ser lo que el alma les dicta, pero que se sienten desorientadas a causa del contexto en el que fueron criadas, el mundo de los talleres y de las capacitaciones de empoderamiento que otorgan organizaciones comprometidas e instituciones representan una infinidad de posibilidades de vida que pueden llegar a tener dentro de sus propios contextos.

Fue de esta manera que destruí mi tedio hacia los cursos de desarrollo laboral y personal, los cuales creía que fomentaban los estereotipos de diferencias entre mujeres y hombres.

Al final el queque tiene el relleno que cada quien guste ponerle.