En agosto, Costa Rica se llena de recuerdos, anuncios publicitarios, flores y regalos para agasajar a las madres, esas mujeres que siempre están al pie del cañón y al parecer son incasables, pero justo sobre eso hago un importante paréntesis: las mamás no son perfectas y también se agotan

Hace un tiempo navegando por las redes sociales encontré una reflexión de la actriz mexicana, Aislinn Derbez sobre su faceta como mamá primeriza y en donde hacía referencia a la maternidad como una etapa hermosa, pero también salvaje. Sin pena ni tapujos invitaba a las mujeres a ser más amables con ellas mismas en ese ciclo de vida que recién iniciaban.
Justo esa meditación me hizo sentir identificada, porque si bien es cierto amo ser mamá, también tengo momentos en donde me duele el cuerpo y el alma, sin embargo, en una sociedad que muchas veces nos “obliga” a ser esas mujeres fuertes que no pueden quejarse, es un poco difícil aceptar que ser mamá también agobia.
Existe un síndrome conocido como el de la mamá cansada o el síndrome de burnout, el cual se da cuando una persona ha estado sometida a un periodo de estrés intenso a nivel físico y emocional, es decir, cualquier mamá puede ser víctima de este síndrome, pero les digo desde mi experiencia, no tiene nada de malo o raro pasar por algo así, porque al final somos simplemente humanas tratando de mantener en óptimas condiciones a otro ser humano.
Debemos hablar, así como lo hizo Aislinn y lo han hecho otras mujeres, sobre la necesidad que tenemos las madres de tomar descansos, de ser empáticas con nosotras mismas, porque si ya lo teníamos difícil por el simple hecho de ser mujeres profesionales, amas de casa y demás roles que ocupamos en la sociedad, maternar suma a un nuevo estilo de vida que trae múltiples montañas rusas.
No nos debe dar pena, ni nos debe ganar la culpa si tenemos deseos de encerrarnos en el baño para estar solas mínimo cinco minutos o si queremos simplemente comernos un chocolate y no compartirlo, eso no nos hace malas madres, al contrario, nos ayuda a entender que, aunque somos madres, seguimos siendo mujeres con derecho a un espacio individual.
También he llegado a entender que soy mi mayor prioridad, si no me amo lo suficiente, ¿cómo podría amar a otra persona? ¿Cómo podría construir algo sano y hermoso si no me siento bien conmigo misma? Meditar desde el amor propio es un paso importante para seguir en este camino maternal.
Este mes en que recordamos a las mamás, también es una oportunidad para dejar de cuestionarlas y encasillarlas en papeles sociales que no necesariamente deben cumplir, es un momento para dejar de romantizar sobre lo que se supone debe ser la maternidad. Cada mujer vive sus etapas de una forma única, no hay una receta perfecta, porque casualmente no lo somos.
Sé que no es sencillo lidiar con la maternidad idealizada, con esa que aparenta ser inquebrantable, pero podemos vivir ese “caos” desde la libertad del amor y los límites sanos: delegar y pedir ayuda no son un signo de debilidad, al contrario, son un símbolo de fuerza.
Por eso, los padres de nuestros hijos y nuestras hijas deben entender que asumir su rol paternal con responsabilidad y amor, no es un acto heroico, es un hecho necesario para evitar el cansancio perpetuo de las madres, ese que puede ser más ligero cuando el trabajo se reparte por partes iguales.
Tomémonos un “break”, tomémonos un cafecito, miremos una película sin remordimientos, porque esos espacios nos devuelven el alma y nos mejoran. Como dijo la creadora de contenido de Mamá sin Caos “No hay ni una sola forma de ser una mamá perfecta, pero hay miles de formas de ser una buena mamá”.