Cuestionan si es o no la madre de su hijo, cuando conversa con sus papás lo hace con cuidado pensando si hay micrófonos en su casa. Se trata de Yoani Sánchez, periodista nombrada como “la cubana más famosa que no se apellida Castro”.

Delgada, piel muy blanca, cabello negro y largo y con una voz que denuncia el atropello de los derechos humanos y clama por una Cuba libre, hablamos de Yoani Sánchez, periodista, bloguera y filóloga cubana que es uno de los personajes más famosos de Latinoamérica.

Esta comunicadora de 40 años creció en una Cuba llena de carencias, solo tiene hermanas, su papá era maquinista y la enseñó a arreglar cosas, comenzó armando y reparando relojes, luego lo hizo con la lavadora y la refrigeradora de su casa, unos “armatostes” soviéticos como ella los describe.

1994 fue un año determinante en su vida, ya que mientras muchos de los compatriotas se tiraban literalmente al mar para llegar a territorio estadounidense, ella armaba su primera computadora, la cual sus papás bautizaron “Frankenstein”, ahí comenzó a escribir.

Ingresó a la universidad para estudiar Periodismo, en ese aparato tan rudimentario creó su primer periódico llamado “Letra a letra”.

“En ese momento solo existían los medios oficiales, los que hablaban del gobierno, de todo lo que hacían, pero nadie hablada de esa Cuba triste, abandonada, de los miles que se tiraron al mar”, comentó Sánchez.

En abril de 2007 nació el blog Generación Y, donde la periodista pudo contar lo que otros no se atrevían o querían que la gente supiera.

 Moralidad cuestionada

Con un acceso bastante limitado a la tecnología, Sánchez logró crear esa página que poco a poco se convirtió en una molestia para el régimen de los Castro, junto a una amiga periodista narraban lo que costaba una libra de café o un trozo de pescado, lo duro que era sobrevivir en una sociedad que nunca vio el cambio prometido.

Pero más que cuestionar la información, el régimen ponía en duda su moralidad: “yo como mujer tenía que estar callada y trabajar con el gobierno, esta es una dictadura machista, de pelo en pecho, entonces resulta que como denunciaba cuestionaban hasta si soy o no la madre de mi hijo, a él le digo que cuando quiera nos hagamos un examen de ADN”, contó entre risas.

Ya en su blog narraba la vida del mercado ilegal, el cómo se conseguían alimentos y medicinas para sobrevivir, los días de trabajo que se necesitaban para adquirir lo básico.

Sabía que su vida ya no era la misma, que desde cualquier esquina la estaban vigilando o que en su casa podía haber micrófonos. En una ocasión que fue con una amiga suya a una manifestación, ella le dijo “voy a mandar un tuit diciendo que nos arrestaron”, esto lo hacían mediante mensajes de texto.

Ella lo escribió, lo dejó en la bandeja de salida y cuando iban caminando les salieron unos sujetos mal encarados, sin uniforme, segundos antes de subirlas al carro su amiga manda el mensaje y cuando iban por medio camino, sonó el celular del chofer y dijo “tenemos que bajarlas, ya lo saben”.

 Voz de cambio

Nada la detiene, es dueña de un periódico llamado 14 y medio, en 2008 recibió el premio Ortega y Gasset, en ese mismo año Times la seleccionó como una de las 100 personas más influyentes del mundo.

Yoani es una de las voces de cambio en una sociedad comandada por una dictadura llena de testosterona, como la describe, pero al igual que ella, muchas féminas también pueden ser agentes de cambio.

“A veces no solo se trata de vencer los prejuicios sociales y las posturas que le exigen a la mujer ocuparse más de la casa, hijos y labores, también se trata de un proceso de enseñarnos a nosotras mismas porque muchas veces justificamos esos roles, nos acomodamos a ellos y se lo transmitimos a nuestras hijas y eso no puede ser”, expresó a Revista Petra.

Es importante que las mujeres dejemos de ponernos límites, dejar de decir que manejamos peor, que la tecnología no se nos da, esos solamente son prejuicios que nos han inculcado y que tenemos que romper.

“Yo todos los días pienso en mí como ser humano y eso me ayuda muchísimo a ponerme metas altas. Las mujeres tenemos la capacidad para el cambio, nosotras aportamos un elemento conciliador, de suavizar tensiones, algo que hace mucha falta en este momento que vivimos que es un batido de testosterona donde los hombres se gritan de una esquina a otra”, señaló.

Indicó que esto no es una competencia entre caballeros y mujeres, sino un trabajo en equipo donde se necesita constancia, algo que carece la política latinoamericana, en especial los líderes hombres que prometen y no cumplen.

sdr

“Vivimos en una Cuba donde aprendimos a desarrollar un lenguaje secreto para decir algo malo”, indicó la periodista y bloguera

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