“Ella es una de las mujeres más brillantes que he conocido. Extraordinaria mujer, profesional, honesta, fiel a sus causas y valiente luchadora por la justicia y el bien social”, Karla Loria Rojas.

De formación profesional, es licenciada en Derecho; pero, en su accionar, ha trascendido las fronteras nacionales e internacionales, y los estereotipos.

Una mujer admirable, una madre comprometida con el bienestar de su familia que además se ha dedicado, durante más de 40 años, a luchar, desde los múltiples campos de su quehacer, por el bienestar de las poblaciones más vulnerables, y el respeto y aplicación de sus derechos humanos. Con gran empeño, ha denunciado, propuesto, y diseñado soluciones y acciones concretas, para prevenir y luchar contra la corrupción y el crimen organizado, dentro y fuera del país.

En el año 1975, fue una de las fundadoras de la Defensa Pública del Poder Judicial, donde trabajó directamente con una de las poblaciones más vulnerabilizadas y vulnerables por su condición de extrema pobreza: las mujeres internas en el centro penitenciario del Buen Pastor.

En el año 1982, el Ex Presidente Luis Alberto Monge, cuyo programa se denominaba, “Volvamos a la Tierra”, la designó como coordinadora de la primera Oficina de Cooperación y Relaciones Internacionales para todo el sector agrícola, que en ese tiempo abarcaba agricultura, pesca y ganadería. Desde ahí, coordinó,- entre otros,- con la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, FAO, y con el programa Hábitat de Naciones Unidas, la ejecución de múltiples proyectos de desarrollo rural integral, en las zonas más deprimidas de Costa Rica, en conjunto con el Instituto de Desarrollo Rural, que en ese tiempo, se llamaba Instituto de Tierras y Colonización. Si bien el ITCO les asignaba las tierras a los grupos de campesinos, había que ayudarles a construir las viviendas, y a producir. Parte de su labor, fue la de ayudar a conseguir tanto los recursos para este fin, como para brindarles la asistencia técnica que requerían para ponerlas a producir. Al respecto, doña Cristina indicó que:

“Lo que se conseguía en ese tiempo era alimentos por trabajo. Se abría el proyecto, se les daba asistencia técnica y alimentos para que todos los que iban a vivir en esa colonia, se pusieran de acuerdo, y se comprometieran a que todo el grupo iba a ayudar a la persona que estaba construyendo la vivienda, hasta que todos los colonos tuvieran la suya. Esto, a cambio de los alimentos que se les entregaban para tal fin. Se construyeron así, muchas viviendas, en las zonas rurales, para una gran cantidad de familias beneficiarias.”

De esta manera, tuvo la oportunidad de conocer a fondo, las zonas más alejadas del país, y de compenetrarse de las realidades y los problemas que enfrentan a diario las personas que habitan las zonas rurales, agrícolas, y costeras, que se dedican a la pesca; a la ganadería en pequeña escala, y a la producción de productos agrícolas. Conoció las lágrimas que se vertían al suelo cuando las cosechas se perdían al arreciar el mal clima; la ausencia de cadenas de comercialización y de redes de frío, que obligaba a los pequeños productores a recibir de parte de intermediarios precios míseros por sus productos, y de otras condiciones que obstaculizan su desarrollo como personas. Se involucró entonces, con mayor empeño aún, de forma directa, en la consecución de los recursos de cooperación técnica internacional necesarios, para que todas esas personas, pudieran desarrollarse integralmente, y mejorar su calidad de vida.

De regreso en el Poder Judicial, en la segunda mitad de los años 80, se involucró de lleno, con la problemática de la población indígena. En relación con ello, comentó:

“Un día, llegué a recibir una declaración indagatoria de un imputado. Había mucha gente en el juzgado de instrucción. Entre esas personas, me llamó la atención que estaban en una banca, como 6 o 7 personas indígenas, esperando para ser indagados. Mientras que esperaba que atendieran a mi representado, me acerque a uno de los indígenas, que resultó ser, don Juan Sánchez Agüero, de Quitirrisí de Mora. Le pregunté que pasaba. Ahí me comentó que tanto él como sus compañeros, estaban siendo acusados injustamente por autoridades del gobierno de turno en ese momento. Los acusaban, para impedir que pudieran participar como dirigentes, la celebración de una asamblea de la Comisión Nacional de Asuntos Indígenas, CONAI, en la que, por primera vez, ellos habían logrado la mayoría de delegados para hacer valer sus derechos.

Me interesé en el caso, y por la narración de los hechos que me hizo don Juan, me percaté que las denuncias, en apariencia, eran infundadas. Sin embargo, el hecho que me llamó más la atención, se presentó cuando me enteré, que no sólo en ese juzgado les habían acusado, sino que, además, tenían causas abiertas incoadas por las mismas autoridades, en todos los juzgados de San José (1-2-3-4-5), y que, además, los habían denunciado penalmente también, en Limón y Puntarenas, con el fin de certificar en cada juzgado, todos los demás procesos que tenían abiertos contra ellos, para impedir de esta forma, que les dieran la excarcelación. Con ello, mataban dos pájaros de un tiro. Por una parte, los encarcelaban, y por otra, al estar recluidos en la cárcel, les impedían participar en la Asamblea General de la CONAI, en la que iban a estar en condición de asumir el control los indígenas.

Cuando comprobé la injusticia absoluta que se estaba haciendo en contra de estas personas, tan absolutamente vulnerables e indefensas; me devolví a la oficina de la Defensa Publica. Conversé con Gloria Navas, que en ese tiempo ostentaba la jefatura, y le pedí que, por favor, me asignara como defensora pública de todos los indígenas, en todas las causas penales, incluyendo las que se estaban tramitando en Limón y Puntarenas. Ella, con gran sensibilidad, aceptó. Efectivamente, había 15 acusaciones contra este grupo de líderes indígenas, que no tenía como pagar los honorarios de un abogado defensor particular, y que estaba siendo avasallado, y acusado injustamente por las autoridades de turno en ese momento.

Con mis propios recursos, porque la defensa no podía hacerlo, yo fui a todos los juzgados para apersonarme y hacerme cargo de las defensas”.

Todos los casos, salvo uno, los pudo sacar sin que fueran siquiera elevados a juicio. El único que fue elevado a juicio, fue ganado apoteósicamente en el debate, donde se probó la absoluta falsedad de las acusaciones que les estaban haciendo a estas personas indígenas y las razones ilegítimas, que fundamentaban el accionar contra ellas.

En ese tiempo fui y visité todas las comunidades indígenas que estuvo a mi alcance visitar, hablé con sus dirigentes, aprendí de su cultura, a respetarlos y a quererlos; y traté, así mismo, de canalizar recursos para ayudarles en la protección de sus reservas”

Esto lo ha seguido haciendo a través de su vida en favor de diferentes poblaciones. De ahí, el interés que tuvo para conformar y presidir en su momento, la Asociación para el Liderazgo y Ascenso Social y desde la presidencia, se realizara la publicación, de un instrumento jurídico que les permitiera a las personas indígenas, acceder a la justicia. Este instrumento, fue publicado digitalmente, y entregado a los líderes de todas las comunidades indígenas del país, lo mismo que a funcionarios del Poder Judicial. Es una herramienta desarrollada bajo la dirección de la experta, Mónica María Pérez Granados, para el acceso a la justicia de los pueblos indígenas con perspectiva de género. Vale decir que las mujeres indígenas, son la población más vulnerable, entre todas las que se encuentran en condición de vulnerabilidad.

Historias como estas, tiene muchas para contar doña Cristina; quien, ha servido al país, desempeñando funciones en los tres poderes de la República. Ejerció funciones diplomáticas como Encargada de Negocios ante Los Países Bajos, y como Embajadora de Costa Rica en Japón.

En la década de los 90, se integró servicio público internacional en el Sistema de Naciones Unidas; luego de haber recibido en Japón una especialización profesional en la prevención y el combate de la nueva criminalidad, delitos económicos y financieros, y delincuencia organizada transnacional; amén de una especialización profesional para coordinar negociar implementar y evaluar proyectos de cooperación internacional, con énfasis en el fortalecimiento de los sistemas de administración de justicia. Comentó doña Cristina que:

“También trabajé como Asesora Técnica Principal en el programa de fortalecimiento institucional y operativo de la Fiscalía General de la República de Bolivia, en estrecha coordinación con la NAS (Narcotics Affairs Section) de la Embajada de Estados Unidos en La Paz. Al concluir mis funciones en Bolivia, recibí la Condecoración: Gran Mariscal de Ayacucho, en el Grado de Caballero;por lo que se consideró por parte de las autoridades bolivianas, valiosos servicios prestados en el fortalecimiento institucional y operativo delMinisterio Público.

La última posición que ejercí en el Sistema de Naciones Unidas fue la Senior Crime Prevention and Criminal Justice Officer de la División de Prevención del Delito, en Viena, Austria. Ahí tuve el honor de ejercer el cargo más alto que alguna otra persona latinoamericana, había llegado a alcanzar hasta ese momento.”

Tuvo a su cargo todas las actividades operacionales de la División de Prevención del Delito y Justicia Penal de las Naciones Unidas, entre las que se encontraban las relacionadas con lucha contra la corrupción, y las diversas formas de criminalidad organizada. Esto importaba negociaciones del más alto nivel, con presidentes, ministros y organismos internacionales de diversas partes del mundo, y la necesaria conciliación de intereses entre los países miembros, las diversas agencias internacionales, y los lobistas que defendían los intereses de sus representados. Rememorando Cristina indicó también:

“Una de las anécdotas que recuerdo, fue la negociación con el “Nacional Rifle Association, NRA, de los Estados Unidos”, presidida ese momento por el actor Charton Heston, que se oponía totalmente a la regulación del comercio de armas de fuego livianas.”

En los últimos años en que ejerció funciones públicas en el ámbito nacional, regreso de nuevo al Poder de la República en que dio sus primeros pasos en el mundo laboral: el Poder Judicial. El entonces Presidente de la Corte Suprema de Justicia, le confió la creación y puesta en funcionamiento de la Oficina de Cooperación y Relaciones Internacionales del Poder Judicial. Desde ahí, se múltiples proyectos de cooperación técnica internacional, relacionados principalmente, con el acceso a la justicia de las poblaciones en condición de vulnerabilidad; y los de combate a la narcoactividad y la criminalidad organizada.

Quién conoce a doña Cristina Rojas, sabe que es una persona extraordinaria. Su trayectoria, así como la entrega, mística y ética con la que ha conducido su vida personal y profesional; y las labores desarrolladas desde las organizaciones no-gubernamentales que ha concebido, fundado, presidido y/o colaborado con tanta dedicación, hablan por sí solas.

Doña Cristina es una persona sensible y amante de la naturaleza. Asidua lectora y admiradora del arte. Cuenta con un espíritu aventurero sin par, y es absolutamente polifacética Su interés por la arqueología y la historia, la han llevado a vivir experiencias inigualables y, como si fuera poco, cantó en su juventud, con el Coro Universitario, el Coro Sinfónico, y el de la Compañía Lírica Nacional. Definitivamente, es alguien con quién se puede sostener una conversación interesante, sobre casi cualquier tema.

Ha participado también en favor de los derechos de las mujeres desde la asociación que concibió, como en el Foro de Mujeres del Instituto Nacional de la Mujer, INAMU. Es ex Vice Presidenta de la Junta Directiva del Colegio de Abogados y Abogadas de Costa Rica, organización en la que trabaja activamente, como integrantes de las comisiones de la mujer, asuntos internacionales y derechos humanos. Además, es co-fundadora y fue directiva de la Asociación Movimiento BALANCE; la Fundación Cátedra Latinoamericana de Criminología y Derechos Humanos: Alessandro Baratta; y el Centro ETHOS, entre otros.

Ella es una de las mujeres más brillantes que he conocido. Extraordinaria mujer, profesional, honesta, fiel a sus causas y valiente luchadora por la justicia y el bien social. Se ha esforzado por alcanzar el empoderamiento y la sororidad entre las mujeres, así como el fortalecimiento de los liderazgos femeninos, rompiendo barreras, para llegar a mujeres en todos los ámbitos de su quehacer.

Gracias Doña Cristina por su ejemplo, sus enseñanzas y un legado innegable e indeleble… ¡Siga Adelante! Los hechos valen más que mil palabras…

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Karla Loria Rojas