Los talibanes no solo están aplastando los sueños de millones de niñas, sino que están sumiendo a la sociedad afgana en un ciclo cada vez más profundo de desigualdad, pobreza y opresión arraigada

El 17 de septiembre se cumpl cuatro años desde que los talibanes prohibieron la educación secundaria para las niñas en Afganistán. Es un aniversario devastador que debería enfurecer a todos, incluso indignarlos. La prohibición es cruel, dañina e ilegal. Les dice a las niñas que sus sueños se acaban cuando la puerta del aula se cierra de golpe al cumplir los 12 años, simplemente por su género. Silencia las voces de las niñas afganas, les roba las esperanzas y sofoca su imaginación y potencial. Sin educación, las niñas se ven obligadas a contraer matrimonio precozmente, se les priva de oportunidades profesionales y ya no pueden forjar su futuro.

Para los afganos, esta prohibición constituye un ataque directo a los derechos humanos y un golpe devastador para el futuro del país. Los talibanes no solo están aplastando los sueños de millones de niñas, sino que están sumiendo a la sociedad afgana en un ciclo cada vez más profundo de desigualdad, pobreza y opresión arraigada. Están privando a los afganos de la oportunidad de construir una sociedad más sana y justa.  

Es profundamente decepcionante que la comunidad internacional no haya hecho lo suficiente para proteger la educación de las niñas afganas. La incapacidad o falta de voluntad de los gobiernos para actuar transmite el mensaje de que los niños afganos no importan o que, de alguna manera, son de segunda clase. Escucho este sentimiento repetidamente cuando hablo con adolescentes afganas. «¿Tolerarían los líderes mundiales que a sus propias hijas se les prohibiera la educación como a nosotras?», me preguntan. «¿No harían todo lo posible por cambiar eso?»

Su confusión, ira y decepción son justificadas. El silencio ante tal injusticia solo fortalece a los opresores y normaliza la desigualdad.

La educación no es un privilegio, es un derecho de todos, incluidas las niñas afganas. La negación de este derecho por parte de los talibanes debería impulsar acciones de defensa constante, una amplia presión internacional y el apoyo a las maestras y niñas que siguen resistiendo a través de las escuelas clandestinas.

Los gobiernos que afirman preocuparse por las mujeres, las niñas y sus derechos deberían tomar medidas significativas priorizando el tema y movilizando a las Naciones Unidas y a los organismos regionales para visibilizar de forma sistemática la prohibición de la educación de las niñas. Deberían señalar que la opresión de las mujeres y las niñas, ni en Afganistán ni en ningún otro lugar, no será tolerada. Una forma clave de transmitir este mensaje alto y claro es apoyar el llamado de las mujeres afganas a la creación de un crimen internacional de apartheid de género. Las mujeres y las niñas afganas ya han esperado demasiado; la comunidad internacional debe apoyarlas ahora mismo.

Fuente: Artículo escrito por Sahar Fetrat, Investigadora, División de Derechos de la Mujer, para Human Rights Watch

Foto: Faruk Tokluoğlu